Enriqueta PÉREZ*
SAN LUIS POTOSÍ, SLP.-La naturalización de la pobreza en los espacios urbanos se ha convertido en una mirada que no revela, que acepta, justifica y reproduce escenarios de evidente injusticia social y sobre todo de género.
En los espacios rurales, aunque la situación no cambia, es decir, el desequilibrio en la repartición igualitaria y equitativa aún deja mucho qué desear y más aún si de género se trata, para las mujeres indígenas la brecha sigue siendo muy amplia.
A veintiocho años del levantamiento del EZLN en 1994 y de aquel icónico discurso de la Comandata Esther en el 2001, el cual versaba sobre la condición de las mujeres indígenas podemos reflexionar sobre los pobres cambios estructurales que han sucedido en el discurrir histórico de ese año a la fecha, de la gran deuda histórica clara y contundente de las condiciones materiales de las mujeres indígenas. veamos que les decía la comandanta a los diputados:
La situación para las mujeres indígenas es muy dura. Desde hace muchos años hemos venido sufriendo el dolor, el olvido, el desprecio, la marginación y la opresión. Sufrimos el olvido porque nadie se acuerda de nosotras.
Nos mandaron a vivir hasta en el rincón de las montañas del país para que ya no lleguen nadie a visitarnos o a ver cómo vivimos. También sufrimos el desprecio y la marginación desde que nacimos por que no nos cuidan bien. Como somos niñas piensan que nosotros no valemos, no sabemos pensar, ni trabajar, como vivir nuestra vida. Por eso muchas de las mujeres somos analfabetas porque no tuvimos la oportunidad de ir a la escuela. Ya cuando estamos un poco grandes nuestros padres nos obligan a casar a la fuerza, no importa si no queremos, no nos toman consentimiento.
Abusan de nuestra decisión, nosotras como mujer nos golpea, nos maltrata por nuestros propios esposos o familiares, no podemos decir nada porque nos dicen que no tenemos derecho de defendernos. (…)[1]
En el pasado diciembre, tuve la oportunidad de viajar a tierras raramuri en Chihuahua.
Para las mujeres de lengua tarahumara al igual que para muchas otras integrantes de las etnias del país, la realidad no es diferente, particularmente quedé impresionada ante el nivel de analfabetismo que las mujeres de entre 30 a 80 años muestran. Mujeres con la cara curtida por el frío, el viento y el sol continúan tejiendo sus cestas con las hojas de los pinos en los espacios públicos, venden su artesanía como parte de la economía doméstica y a la par reproducen los roles de género enseñándole a las niñas a cargar a los hermanos, a hacer de comer y servir a los hombres. No son poseedoras de la tierra, ésta se sigue heredando al hombre mayor de la familia, no tienen voz en asambleas, los usos y costumbres las siguen definiendo como personas sin derechos. Su función se limita a los quehaceres domésticos, reproductivos y de cuidado de hijos y ancianos. Su vivienda es muy similar a la de otroras épocas, -sí, es en una cueva-, existen visibles muestras del trabajo femenino como el cuidado de los animales de corral o encierro (cerdo o gallina); la cocina entre los recovecos de la cueva teñidos por el hollín de la madera, los telares de cadera y las hojas de pino para sus cestas. Si es de madera en alguna planicie, se encuentra dentro del territorio heredado al esposo donde compartirá con otras esposas el quehacer de la siembra. Los hombres mantienen la voz, la decisión, la tierra y el poder.
Todos estos escenarios que enmarcados desde la mirada externa, turística, refrendan un “paisaje pintoresco“, “rupestre pobreza”, “una tradición cultural muy clara”; en ese sentido y de forma particular pienso: ¿en qué medida la tradición cultural promueve la pobreza e invisibilización de las mujeres?, ¿será que nuestra tradición por la pobreza es parte de los atractivos turísticos que no promueven el cambio estructural?, ¿hasta qué punto la tradición en la estructura social refrenda la pobreza?
Me parece que el trabajo es muy amplio, la justicia histórica de las mujeres sigue siendo un reto, pero ante todo, será muy importante cuestionar no sólo el género per se, sino su relación estructural con los diversos elementos que continúan dejando a las mujeres en esa condición de pobreza estructural.
* Licenciada en Sociología por la UNAM, se desempeña actualmente como Coordinadora Académica de la Sección Bachillerato del Colegio Internacional Terranova, Consejera Ciudadana de la Coordinación de Prevención Social de Violencia y la Delincuencia con Participación Ciudadana, representante legal de Ambientare AC, y participante en diversas ONG del Estado.
[1]Aristegui (2001). Discurso de la comandanta ‘Esther’ en la tribuna de San Lázaro. Recuperado de
https://aristeguinoticias.com/3012/mexico/discurso-de-la-comandanta-esther-en-la-tribuna-de-san-lazaro-2001/