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Arturo DIEZ*

LEÓN, GTO.-Hace varios años, sentado en un bar con tres amigos, uno de ellos, ya un poco borracho, dijo dos cosas de las cuales en aquel tiempo reímos bastante por considerarlas estúpidas. Hoy, de una de ellas, no me río. La primera fue que contado una historia sobre una chica extranjera, se refirió a ella como una “gringa de Inglaterra”. Lo tomamos como un chiste, pues para nosotros “gringa” sólo podía ser de Estados Unidos –sé que hay otras acepciones–. La segunda cosa fue que hablando sobre un roedor, olvidó la palabra para nombrarlo (animal) y buscando sin éxito la palabra en la punta de su lengua nos dijo: “una persona no humana”. Ante lo cual, después del primer error y algunas cervezas adicionales, nos mofamos más, él incluido. Pues persona, nos parecía innegablemente sinónimo de humano.

Muchos años después leería el ensayo “¿Es un delfín una persona?” (1985) de la filósofa inglesa Mary Midgley y entendí que lo dicho por mi amigo no era redundante como pensé aquella vez. La palabra persona deriva del latín y significa máscara. De modo que su sentido está relacionado con el drama y no con la palabra humano. Si seguimos la analogía, lo que refiere es quién es importante en el drama. La palabra persona en latín no hacía alusión a los esclavos, por ejemplo, refiere Midgley. Fue Kant quien planteó la antítesis entre personas y cosas. Las personas son fines en sí mismas, seres dotados de razón que merecen respeto a su dignidad; mientras que las cosas son instrumentos que pueden emplearse para alcanzar dichos fines. Kant tampoco refirió que persona sea sinónimo de humano.

Es la Ley como institución la que si quiere puede crear personas. Pensemos en las personas morales. ¿Para qué quieren las empresas ser personas? Para tener derechos que las protejan en la sociedad. Decir que un animal es una persona no humana sería entonces no igualarlos con los seres humanos, sino reconocer que merecen ser tratados con dignidad y respeto.

Midgley refiere que es difícil medir la inteligencia de animales como el delfín, sólo sabemos que son más inteligentes de lo que pensamos. Asimismo, que a menudo sólo sentimos obligación moral de proteger aquellos seres vivos con los que podemos comunicarnos. Por ello, como argumento final, refiere que la confraternidad emocional nos permitiría entender que el valor de cada ser vivo debe ser protegido por su capacidad de sentir. Un documental reciente que ilustra esto es Maestro pulpo. En la medida en la que ampliemos nuestras formas de comprender y sentir el mundo, nuestra experiencia de vida será mucho más amplia.

 

*Nací y crecí en Xalapa. Estudié ciencias de la comunicación en la UNAM y en mi tiempo libre me aficiona leer para vivir otras vidas, así como escribir para contar algo de la mía.

Contacto: arturodiezg@outlook.com y arturodiezgutierrez.wordpress.com

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