Armando EBOLI*
AJIJIC, JALISCO.-Más allá de los problemas particulares de cada país, la pandemia ha agudizado los problemas migratorios en el mundo, se ha vuelto más difícil creer en el discurso pro derechos humanos de los países que se niegan a recibir migrantes y que, como puede verse en distintos medios de comunicación, los tratan con excesiva violencia.
Los migrantes proviene de diferentes partes del mundo, países usualmente en crisis, en América, por ejemplo, son haitianos, centroamericanos, venezolanos y cubanos, en Europa, provienen de África y medio oriente. Este flujo de personas se ha transformado en una serie de conflictos entre los países de tránsito y los países destino que se niegan a recibirlos. La coordinación entre ambas partes, es esencial para que los migrantes puedan tener un tránsito seguro o por lo menos, un trato humanitario.
La Unión Europea, teniendo que lidiar con muchas complejidades tanto internas, como los desacuerdos de los estados miembros, como externas, como la cantidad de países con los que hace frontera y su complejidad política. Ha encontrado en el dinero una de sus más útiles herramientas, pues a cambio de “ayuda humanitaria”, países como Turquía o Marruecos han aceptado retener a los migrantes y no dejarlos pasar. Los migrantes se han vuelto un arma de negociación política para los países de tránsito.
En la otra cara de la moneda tenemos a Bielorrusia, país que tiene relaciones frías con la Unión Europea y ha optado por dejarlos pasar, a fin de cuentas, no es a Bielorrusia a donde quieren llegar. En México, siendo un país de tránsito, he llegado a escuchar ese argumento muchas veces, aunque a Bielorrusia se le acusa por parte de los países destino (La Unión Europea) de utilizarlos con malicia para presionar al bloque a retirar las sanciones que le ha impuesto. Algo similar a la estrategia que usó Turquía durante la crisis de los migrantes sirios.
En el caso de México, empezamos a conocer las complejidades de los movimientos migratorios a raíz de la popularización de las caravanas migrantes, antes, siendo un país emisor de emigrantes, estábamos en una posición muy cómoda donde podíamos señalar con el dedo el mal trato que en Estados Unidos hacían a nuestros connacionales. Hoy, con el crecimiento de los movimientos migrantes en Centroamérica, México se ha convertido en un país de tránsito que trata al migrante con tanta crueldad como lo hacen Estados Unidos, Polonia o Turquía. La primera idea del gobierno obradorista, bastante bienintencionada, era simple, muy bielorrusa, dejarlos pasar. A lo que la administración Trump se opuso con firmeza obligando al gobierno mexicano a penosamente desdecirse. La política de mano dura contra el migrante que se aplica en México, a diferencia de Turquía o Marruecos, se hace gratis, sin ningún apoyo tangible de Estados Unidos y sólo con el eco de las amenazas de Trump en la cabeza, aunque ahora gobierne Biden. Hoy México tiene un reto como país de tránsito, pero también de responsabilizarse por parte del éxodo centroamericano que huye de la violencia causada por los carteles del narcotráfico que no han podido controlar.
*Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP) y pasante de la maestría de Periodismo Político por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Interesado en relacionar arte con política. De gustos altermundistas pero acostumbrado a vivir en un mundo neoliberal.