Edgar SAAVEDRA*

Alrededor de los años 50´s Octavio Paz vino a Oaxaca, a los pueblos de Mitla. Al menos uno de sus viajes al estado sureño se recoge en su libro El laberinto de la soledad donde, por cierto, se asombra por la cantidad de dinero y humanidad que se invierte en las celebraciones patronales, esos momentos de extravagantes que él se refirió como gasto social, es decir, cuando se desdibuja la pobreza para transformar la ocasión en una suntuosidad festiva sin parangón. Sin embargo, lo más admirable es su mismísima poesía donde Oaxaca es presencia, justo en uno de sus textos cumbre: Piedra de Sol. Eso es ágape y tiempo vital. Todo se extiende bajo el halo universal del amor primigenio. Es un fragmento fantasmal y enigmático escrito quizás por un viandante cosmogónico, pretérito y paradójicamente mortal: “¿Caminé por la noche de Oaxaca, inmensa y verdinegra como un árbol, hablando solo como el viento loco y al llegar a mi cuarto –siempre un cuarto– no me reconocieron los espejos?”

Casi 70 años después –y guardando la discreción de proporción e interpretación– 7 artistas radicados en Oaxaca rinden tributo a esa identidad no petrificada sino bifurcante que significa percibir el tiempo, el color y la cosmovisión como un ejercicio de reconocimiento fundamental, apológico, y sin embargo es apenas la punta del hilo de la madeja.  Un espacio fecundo de perplejos significa la pintura cuando lidia con la poesía. Ixrael Montes, Saúl Castro, Rolando Rojas, Ivonne Kennedy, Fernando Andriacci, Tomás Pineda y Agustín Moreno protagonizan el episodio de este encuentro en la exposición que lleva como título el fragmento aludido.  Pintura a la vista que celebra los instantes. O la vida, que es lo mismo.

La pintura es una de las formas más sublimes de interpretar el mundo. Aunque cabe lo contrario, es tiempo de evitar el espejo de los monstruos. El espíritu del hombre debe ser calmado ante la inminente zozobra. Pareciera que hablar de armonía y paz fuera anatema, no obstante, no solo es necesario sino urgente. La obra de arte, sus autores, junto con los que miran y disfrutan el arte deben atizar la esperanza desde su propia circunstancia, un acto que no es nada del otro mundo, quizás, pero un peldaño arriba, uno solo, es un sorbo de agua en el desierto espiritual que habitamos, pletórico de espejismos, dicho sea de paso. Un paso vital con brazos extendidos que apuntala el arte es evidencia de lo humano, cuenta como un corazón en mano abierta.

¿Cómo ha sucedido este entrecruzamiento? La historia que ha catalizado esta reflexión y remembranza literaria a través de la pintura es el primer aniversario de la Galería Alkaro21. Es una celebración, y aún más, esta exposición es un silabario de vasos comunicantes que se reúnen en un cuarto de arte –cuarto de guerra contras las bestias del olvido– un gran espacio de operaciones simbólicas donde el color, el tiempo, la línea, la abstracción, torres, figuras, seres, animales imposibles, lo cuadrado, lo redondo, la cuadratura del círculo, lo extraño, lo aparente, hombres y mujeres semejantes son materia de un acto alquímico (el amor es la acción conjunta del hipotálamo, amígdala, núcleo accumbens, corteza cerebral y área tegmental frontal) como la poética del urbanita iluminado cuando el todo se desfragmenta tan solo por el pulso de las palabras:  “nombres, sitios, calles y calles, rostros, plazas, calles, estaciones, un parque, cuartos solos, manchas en la pared, alguien se peina, alguien camina a mi lado, alguien se viste, cuartos, lugares, calles, nombres…” Es la poesía reunida con la historia, con los instantes, con la alegría, con las preguntas, es el recuerdo de que este momento ya no es, que sigue siendo, la crónica que indica la inmensidad de la vida y su pequeñez por igual, los colores, lo verde, lo negro, la luz, la algarabía en un acto, la visita de fantasmas que seremos.

 

 

 

 

 

 

 

EPÍLOGO

Como parte de este aniversario y previo a la exposición colectiva se invitó a la directora editorial de la Revista mujeres Shaíque, Karla Martínez de Aguilar, y a la artista Josefa García a un diálogo sobre arte y cultural en Oaxaca, moderado por la directora de la galería Laura Agustín. Dos miradas singulares sobre el mismo contexto, dos experiencias con puntos de coincidencia y divergencia, ambas expositoras mostraron el músculo proactivo que permite compartir el gusto por las palabras y el arte con un publico plural y atento al fenómeno Oaxaca.

*Periodista cultural.

edgarsaavedra@outlook.com

 

 

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