Entrevista a Melina Robles

Edgar SAAVEDRA*

Mi primer acercamiento con la cerámica –rememora la artista en cerámica funcional Melina Robles, a quien mujeres Shaíque entrevistó recientemente– como la de muchos niños oaxaqueños, fue a través de las visitas a la zona arqueológica de Monte Albán. Al final del recorrido entras al museo donde puedes aprecias una colección de piezas de barro prehispánico. Sin embargo, pasaron varios años desde entonces; lo cierto es que, el acercamiento directo a la cerámica, se produce hace dos años gracias a mi maestro, a quien yo veía trabajar en su estudio. Un día él estaba haciendo unas piezas y me dio un pedazo de barro de Atzompa. “¿Has tocado el barro de Atzompa alguna vez?” –preguntó. Descubrí que tiene la textura más bonita y agradable. En ese momento conecté con la sensación y sentí que era posible trabajar con el barro, de crear y ‘levantar’ piezas de una diversidad infinita.

¿Cómo defines lo que haces?

La definición es personal. Puedo decir que para mi es dejar jugar a mi niña interna. Es terapia, creación y diversión durante todo el proceso. Soy feliz cuando veo el resultado final y ver que cumple su propósito. Cuando trabajo con el barro es un momento en que conecto conmigo. Es el material más noble, no hay nada más… solo el silencio, mis manos y el acto de crear. Me da una enorme sensación de paz. Por cierto, más que una artista me considero ceramista creadora.

¿Quiénes han sido tus maestros?

Mi principal maestro en cerámica fue el artista Guillermo Pacheco López. También lo han sido Claudio Jerónimo López Cedillo, Toñita Silva Herrera y Librado Jacinto. Día a día sigo aprendiendo y experimentando gracias a ellos. Les agradezco su paciencia, su calidez humana.

¿Tienen límites las posibilidades del barro?

Los límites son las personas y su creatividad. Con tiempo, paciencia y pericia hay muchísimas posibilidades en lo que podemos hacer, desde una pieza utilitaria hasta una pieza decorativa o bien arte objeto. Depende de la capacidad creativa, aunque también de cuánto te arriesgues y quieras experimentar. En mi caso hay muchos trabajos que me satisfacen, por ejemplo, una de ellas es la primer mini tetera que hice en barro de Atzompa. Esta pieza fue la que me impulsó a seguir trabajando porque logré hacerla sin fisuras ni filtraciones. Fue uno de los intentos más exitosos.

¿Proyectos en mira?

Sigo trabajando en cerámica utilitaria. En estos meses he tenido varios acercamientos con restauranteros, productores de mezcal y chefs para realizar piezas específicas. Participo en un proyecto de cerámica para el taller Tlacuilo, del Maestro Modesto Bernardo, y en otro más con el expendio de mezcal Hasta No Ver la Cruz a quienes ya les he realizado piezas únicas. Además, tengo un proyecto personal en donde haré algunas colaboraciones con distintos artistas y artesanos oaxaqueños.

¿Cómo percibes las nuevas realidades del mundo del arte después de la pandemia o en la reseca de ella?

La percibo triste y cruda; creo que esta pandemia demostró que el arte es un lujo (…). Aunque también ha sido una lección positiva para muchos artesanos y artistas, pues se convirtió en una oportunidad para innovar, reinventarse y actualizarse, utilizando incluso las nuevas tecnologías.

Melina Robles es de personalidad alegre, franca, siempre sencilla en el trato. Es una de las creadoras en barro más activas y propositivas en el contexto actual de esa variante del arte oaxaqueño. Aunque sus piezas tienen el sello de la poesía ancestral, dejan entrever las nuevas posibilidades de intuición e imaginación al grado, por ejemplo, de encontrar un profundo ojo de agua manantial (un tz’onot) en el fondo de una taza de té. La variedad de sus objetos recuerdan al mítico artesano y campesino de Canastitas en serie, de Bruno Traven, que iba creando formas según iban apareciendo en su imaginación como por arte de magia. Las obras de arte de Melina Robles llevan también un trocito de su propia alma, de su tiempo, de su espíritu y creatividad. ¿Cómo no admirarla?

*Periodista cultural. edgarsaavedra@outlook.com

 

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