Nuestros acuerdos fundamentales

Cipriano Miraflores

El dogma de que el pueblo gobierna, creencia legítima de los gobernantes, ha necesitado de mitos, ficciones, historias, normas, culturas y remembranzas para fines de legitimidad de este dogma. Pues es bien cierto que en ningún lugar del mundo y de su historia el pueblo ha gobernado. Los gobiernos gobiernan no los pueblos. Vale decir que donde el gobierno refleja la naturaleza del pueblo, se constituye el mejor de los gobiernos y en donde el gobierno y el pueblo van por caminos diferentes, se constituye el peor de todos.

Si el gobierno está en simbiosis con el pueblo, es seguro que el beneficio puede ser mutuo, el pueblo hará lo posible que los que gobiernen sean los mejores. Estas personas harán lo necesario para gobernar bien, esto quiere decir que lo harán en beneficio del pueblo. La legitimidad del gobernante estará garantizada. Entonces, los problemas de gobierno serán de índole moral y técnico.

Será lo primero en la medida que el gobernante no violente la unión del pueblo y del gobierno, que mantenga los vasos comunicantes entre las instancias gubernamentales y las del pueblo. No se valdrá, por tanto, que el gobernante pretenda dominar al pueblo para otros fines. Será un problema técnico en la medida que habría que encontrar las mejores maneras de resolver los conflictos, las situaciones y los problemas que se presentan en la asociación política.

Esta búsqueda de solución de los problemas, de las situaciones y de los conflictos se deberá de realizar de acuerdo a la idiosincrasia del pueblo. Se entiende que la formación del Estado fue y es un modo para resolver los problemas que surgen por el hecho de vivir en asociación política.

Pongamos el ejemplo de nuestro país. En los inicios de nuestra vida independiente nos planteamos entre un gobierno monárquico o republicano, después de derramamiento de sangre, nos decidimos por la República. De la misma manera tomamos la vía federal de gobierno en lugar de la vía centralista. Nos pronunciamos a la vez por el gobierno presidencial en vez del gobierno parlamentario. De la misma forma nos hemos inclinado por el gobierno liberal en lugar del gobierno socialista. Los mexicanos estamos de acuerdo en lo fundamental, según expresión de Jesús Reyes Heroles (1921-1985).

Sin embargo, nuestros gobernantes se han desviado de este acuerdo en lo fundamental y resulta que el gobierno republicano está ausente, el gobierno presidencial se acentuó constituyendo la dictadura perfecta, el gobierno federal es un mito y en su lugar tenemos un gobierno centralista. El gobierno liberal se sustituyó por el gobierno paternalista. La pregunta, entonces, ¿México es una democracia? La respuesta es evidentemente negativa. Se ha distorsionado nuestro acuerdo en lo fundamental.

El modo de resolver nuestros problemas no ha tenido relación a la naturaleza del pueblo mexicano, gobierno y pueblo se han divorciado, se han separado. Nuestra organización política no es la adecuada en vista a la naturaleza diversa en cultura, en historia, en prácticas sociales, en administración, en demografía. Solo pongo un ejemplo de incongruencia y de falta de imaginación organizativa.

Nuestro ejemplo tiene relación con el artículo segundo constitucional, en donde se reconoce la garantía de la libre determinación de los pueblos indígenas, si hubiera congruencia habría que formar la Región Comunal Maya con la integración en él de los Estados actuales de Yucatán, Quintana Roo, Campeche, Chiapas y Tabasco y formar un mercado común con los Estados mayas de Belice, Guatemala, Honduras y el Salvador. Estamos seguros de que esta Región Maya superará su condición de desigualdad. O transformar a Oaxaca en Estado Plurinacional de México en vista de sus dieciséis pueblos indígenas existentes y del pueblo afromexicano. Esto sería democracia real y efectiva.

Se trata, dentro del contexto de lo que hoy es México, encontrar la mejor forma de organización política y administrativa para potenciar nuestras virtudes e ir eliminando nuestros defectos. Dejemos de razonar desde lo occidental, empecemos a pensar desde lo nuestro, desde lo que somos. Este es el siglo de la lucha por las identidades, empecemos pronto para encontrar las soluciones.

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