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María Fernanda REVUELTAS GUILLÉN*

SANTIAGO DE QUÉRETARO,QRTO.- Todos los seres vivos tenemos una capacidad de predicción que la gran mayoría desconoce, y no, no te estoy sugiriendo que cambies de profesión y comiences a leer las runas o realizar amarres. Me refiero a que sin ser consientes por completo, somos capaces (casi siempre) de prever ciertas condiciones ambientales cíclicas, como lo son el día y la noche o las estaciones del año; y no sólo eso, sino que también podemos adelantarnos fisiológicamente a ciertos hábitos dentro de una rutina, como hacer ejercicio o la hora de la comida en escuelas o trabajos. Esto se lo debemos a años de evolución de un sistema que, en lo personal, me parece sumamente fascinante: el sistema circadiano.

El sistema circadiano consiste en una serie de órganos y procesos moleculares, fisiológicos y metabólicos que le ayudan a los organismos a poder prepararse para las fluctuaciones ambientales cíclicas. Algunos de los estímulos que nos ayudan a sincronizar este sistema con el ambiente externo son: la luz, la temperatura, el alimento y la actividad física. Estas señales van a variar en su importancia de manera jerárquica dependiendo del organismo del que estemos hablando, ya que sus necesidades y los ciclos que deben prever son regularmente distintos. Por ejemplo, para los mamíferos es más importante la luz, ya que nos indica a qué hora podemos salir a buscar comida o refugio, a diferencia de los reptiles, que al ser animales ectotermos, que deben regular su temperatura con el ambiente, tienen como prioridad prever los ciclos de temperatura para poder sincronizar sus procesos metabólicos.

A la estructura anatómica que sincroniza todo el sistema se le denomina “oscilador maestro”, y en mamíferos corresponde a una pequeña región del cerebro ubicada en el hipotálamo llamada núcleo supraquiasmático (NSQ). Esta se encuentra, como su nombre lo indica, justo sobre el quiasma óptico, por lo que obtiene la información lumínica del ambiente de primera mano. Esto le permite poder determinar la duración e intensidad de dicho estimulo y ajustar el sistema interno, algo así como si ajustáramos nuestra hora con un reloj solar. La cantidad de luz o su ausencia, es vital para que nuestro cuerpo sepa si es hora de ir a descansar o prepararse un café para comenzar el día. A estas estructuras que funcionan para medir el tiempo integrando las señales del ambiente también se les denomina “reloj biológico”, y no, nada tiene que ver, por lo menos en humanos, con que llegue el momento de tener bebés o cambiar de empleo.

A pesar de la importancia de la luz, otro sincronizador que es vital para los mamíferos y es capaz de organizar a todo el sistema, es el alimento. Esta es la razón por la cual faltando 10 minutos para tu hora de comida comienzas a oler sabroso hasta el hígado encebollado que está cocinando el vecino. Si se mantiene una rutina temporal de ingesta le permites a tu cuerpo prepararse para recibir la comida, generando una mejor digestión y con ello un mejor aprovechamiento de los nutrientes. De igual forma, la cantidad y calidad del alimento es importante, ya que, dependiendo la etapa del día, se puede tener un mejor o peor procesamiento, no es lo mismo comerse 5 tacos a las 4 de la tarde que a las 3 de la mañana y, las agruras de la madrugada me ayudarán a confirmarlo.

Sin embargo, en el mundo moderno en el que vivimos seguir rutinas de sueño y alimento resulta complicado, ya sea porque a las 2 de la mañana nos resulta indispensable terminar de ver la nueva serie de asesinatos que ocurren en algún lugar muy frio o por que tardamos 1 hora más de lo habitual en llegar a casa por el deficiente transporte público y aún debemos preparar la cena. Esto nos ha llevado a tener un desacople entre los estímulos internos y externos denominada “desincronización circadiana”, que trae consigo muchos problemas de salud como lo son problemas cardiovasculares, obesidad, falta de concentración, fatiga, diabetes, cáncer, entre otros. Actualmente esta es una línea de investigación que tiene ocupados a varios grupos de trabajo intentando amortiguar un poco estas consecuencias.

Lo más recomendable es intentar generar hábitos de vida que puedan mantener un sistema circadiano lo más sano posible. Esto consiste en evitar, en la medida de lo posible, la luz artificial durante la noche, principalmente la luz azul, la que tienen todas las pantallas de aparatos electrónicos, ya que esto permitirá una mejor higiene del sueño. Comer a horas adecuadas y en proporciones que correspondan a las actividades que se van a realizar; plantear rutinas de ejercicio o actividad física de manera recurrente e intentar exponerse a luz natural el mayor tiempo posible. Una buena sincronización del sistema circadiano corresponde a una buena salud.

 

*Bióloga egresada de la Universidad Autónoma de Querétaro, realizó su maestría en el Instituto de Neurobiología de la UNAM, donde continuó con su enfoque en la cronobiología.

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