Antonio SALDAÑA*
BARCELONA, ESP.- Cuando comencé a dar coaching, pensé que la mayoría de mis clientes serían personas con deseos de superación laboral, pero no, en su mayoría, eran quienes sufrían por una ruptura. Lo más sorprendente para mí, fue que estas personas no querían dejar de padecer aquel dolor, pues para ellos era sinónimo de amor, así que me buscaban para que les ayudara a recuperar a la persona que les había dejado.
–Mis amigas me dicen que estoy enamorada del amor, pero no es así, en verdad le amo mucho sino, ¿por qué me duele tanto?
–Es que solo de pensar que puede dejarme, ¡siento que me muero!
–No sé por qué, pero vivo mendigando amor.
En todos estos años, he escuchado discursos como los anteriores. Quien los dice, lo hace desde un lugar de mucho dolor y aunque desde fuera puede parecer absurdo, quien lo siente está sufriendo. La mayoría de las veces, esa sensación de miedo a estar solo, es causada por una herida de la infancia llamada abandono. Cabe aclarar que no todos los dependientes se hacen por este mecanismo de protección, pero sí todos los que tienen la herida del abandono se hacen dependientes.
La herida del abandono surge a partir del nacimiento hasta los 3 años de edad. El bebé interpreta que fue abandonado por su cuidador principal (mamá o papá) porque lo dejaron al cuidado de un tercero, porque alguno muere o se fue de casa permanentemente e, incluso, por cosas imperceptibles, como que el bebé tuviera una necesidad emocional (miedo por un trueno, hambre, frío, ganas de un abrazo o un mimo, etc.) y no haya habido nadie que la cubriera y esta sensación se repitiera constantemente. Recuerda que el bebé confía plenamente en sus cuidadores y tiene la expectativa que no lo abandonarán, pues si esto sucede su vida corre peligro, por ello sentir que no hay nadie, al bebé le genera estrés y miedo. Percibir que se está en desamparo hace que la mente, en su afán de protección, diseñe un mecanismo de defensa nombrado, dependencia.
El dependiente busca sentirse seguro dentro del vínculo. El apego emocional que la herida genera hace creer que el bienestar depende de los demás y por ende, del trato que le den así mismo, por lo que el dependiente hará a un lado sus propias necesidades y deseos por cubrir la de los otros, lo cual le genera la idea que siempre da más. Estar siempre en disposición de dar, le agota, y la gente termina alejándose porque se vuelve insostenible la relación, lo que hace que el dependiente sea víctima de abusadores que se aprovechan para luego irse, lo que le corrobora su creencia que “siempre le abandonan”.
El dependiente piensa en términos de simbiosis, o sea, “yo soy tú”, “lo que tú quieres, yo lo debo querer” y “lo que te guste a ti, a mí me debe gustar”, porque, “tú y yo somos uno y sin ti yo no existo”. Por ello, se relaciona a través de la necesidad intentando fusionarse con el otro. La dependencia suele darse en cualquier tipo de relación, pero lo más común es que sea con la pareja, la cual se ve como la fuente de placer, quien suministra la felicidad, la alegría y es la única que calma la ansiedad que da la soledad.
Para gestionar esto, lo primero es reconocer que eres dependiente y ser responsable. Aprende a pasar momentos solo y trabaja tu autoestima. Si es muy doloroso o complicado, lo ideal es ir con un profesional para que te ayude a superar el miedo a la incertidumbre y te enseñe técnicas para regular las emociones que llevan a tu mente al lugar donde se originó el miedo al abandono y que te producen hoy en día tanta ansiedad.
*Master en coaching en inteligencia emocional y PNL por la Universidad Isabel I de Castilla. Nº 20213960. Diploma en especialización en coaching y programación neurolingüística (PNL) por la Escuela de Negocios Europea de Barcelona. IG: tonosaldanaartista