- Por Dr. Luis Miguel Urbiña Calvo.
¡De verdad!, ¡de verdad! ¿dónde está la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana Federal?, ¿dónde está el Estado Mayor presidencial?, ¿dónde está el Director, Encargado o Secretario Particular de la Presidencia de la República mexicana?, o en último y extremo de los casos, a quien le corresponda la seguridad personal del Presidente de la República Mexicana, porque en pasados días ha estado expuesto como persona y como Jefe del Ejecutivo Federal, a que algún despistado, adolorido, trasnochado o psicópata…, atente en contra de él, por recorrer el territorio nacional con ligereza. –aclarando no llamamos a la tragedia de alguna manera, ni somos alarmistas, ¡no!, que quede claro, lo que nos sorprende es que sus correligionarios de causa o movimiento, dicen que es “lo máximo para ellos”.
Sin embargo, en varias ocasiones han puesto en riesgo su figura política-humana, con ello, la estabilidad política, social, económica y jurídica del país; ya que, ¡el Presidente, se quiera o no, es el Presidente!, la forma es fondo y alguien tiene que responsabilizarse de la vulnerabilidad que trasmite al ser muy próximo a la “muchedumbre”. Porque el
presidente, es de acuerdo a la Constitución Política de los Estados Unidos Mexicanos, en su artículo 80 en quien “Se deposita el ejercicio del Supremo Poder Ejecutivo de la Unión en un solo individuo, que se denominará “Presidente de los Estados Unidos Mexicanos.”
Peor aún, dan portazos, manotazos, mentadas, bloquean el vehículo en el que lo transportan y ¡disculpen!, pero una cosa es humildad y otra muy diferente es la exposición acompañada del riesgo. A tal grado lo han colocado en esas posiciones vulnerables que ha tenido que declarar en prensa que está acostumbrado a ello. Lo que sin duda es de atenderse, como lo escrito en JUÁREZ, El Rostro de Piedra (Antonio Parra Eduardo-2009) ”No obstante, sin mover uno de los músculos de la cara, en lo que restaba del trayecto el presidente continuó dándole vueltas a su coraje, porque no sólo el Héroe de las Derrotas ansiaba pactar la paz a sus espaldas; Manuel Doblado y González Ortega habían estado de acuerdo con él en las negociaciones con el embajador inglés, aunque después se desdijeran dejándolo solo cuando Juárez lo destituyó del mando de los ejércitos liberales. Ambos, Doblado y González Ortega, le escribieron a Veracruz, sendas misivas donde condenaban a su antiguo jefe, con objeto de congraciarse con el primer mandatario
ante el fracaso de la gestión. Si le dieron la espalda con esa facilidad a él, que era su amigo, su superior directo, a quien habían animado a ponerse en contacto con el embajador y cuya propuesta aprobaron de antemano, ¿qué puedo esperar yo en el futuro de cualquier de esos dos?, pensaba mientras el carruaje se detenía en las escalinatas del teatro.”