Jeanette QUIROZ

Platicamos en exclusiva para la Revista mujeres Shaíque, con Carol Espíndola, fotógrafa y ensayista de Tlaxcala, obtuvo el Premio Tlaxcala de Artes Visuales en 2014, es ganadora de la 11th Juried Annuale- International Photography Competition, The Light Factory Gallery (EE.UU. 2019) y del Premio de Ensayo 2016 “Emmanuel Carballo” (Tlaxcala, México), así como finalista en el 2º Concurso Internacional de Fotografía San José Foto 2016 (Uruguay).

Su obra ha sido publicada en revistas como L’OEil de la Photographie, Tierra Adentro, Picnic, Revista de la UNAM (Universidad Nacional Autónoma de México) y en la plataforma CREATORS de Vice. Escribe la columna de fotografía Pese a todo desde 2015, publicó el libro de ensayos sobre fotografía Sobredosis de fotografía en 2019. Ha participado como ponente en espacios como el Centro de la Imagen (Ciudad de México), el Museo Amparo (Puebla) y en el Encuentro Nacional de Fototecas del INAH (Pachuca, Hidalgo.) y su obra pertenece al acervo de la galería The Light Factory (E.U.), Museo de Arte de Tlaxcala y a colecciones particulares como las de Allen Blevins, Ery Camara y Cristina de Middel.

Nací en Tlaxcala en el año 1982, pero fui registrada en el Estado de Puebla dado al rezago que existía dentro mi lugar natal, mis padres José Gerardo Rigoberto Espíndola Ortega y Martiniana Lourdes Sánchez Arellano, decidieron que era la mejor decisión a largo plazo. Tuve la fortuna de crecer con una familia tolerante, sin prejuicios, llena de cariño, lo cual permitió mi libre desarrollo en cuanto a lo que yo quería dedicarme siempre con su apoyo. De hecho, mi primer acercamiento con el arte fue gracias a mi madre, a quien ayudaba en su taller de iniciación artística en el Centro Cultural de Sub, pero me involucré más al entrar a la universidad.

Aunque no había nada en específico sobre mi tema en donde estudiaría, entré a La Universidad Autónoma de Tlaxcala y aprovechaba el tiempo libre por las tardes para visitar museos, galerías y exposiciones con mi ahora esposo Guillermo Serrano Amaro, quien ya practicaba la fotografía en ese entonces.

Justo esta falta de estancias o instituciones donde se instruyera sobre las artes nos motiva a crear el Laboratorio de Arte y Fotografía en Tlaxcala (LafO) donde se busca la formación artística, visual en múltiples aspectos, la búsqueda de estimular el sentido de expresión usando la fotografía. En el desarrollamos distintos talleres.

Más allá del deseo por enseñar o completar su formación académica, la fotógrafa tenía un sueño más grande, tener una familia.

A pesar de haber crecido en un ambiente donde todos eran de mentalidad abierta, yo deseaba formar mi propia familia siendo joven (casarme y tener hijos). Había algo en mí que deseaba comenzar con mi propia progenie; fue así que me casé y tuve una hija.

La fotografía como disciplina cuenta con significados polisémicos debido a sus diferentes usos ¿cómo alejarse de los cánones clásicos que abruman está profesión?

Yo empecé en la fotografía capturando aquello que me llamaba la atención, a partir de lo que había observado con mi marido en las galerías que visitábamos o dentro de su mismo trabajo; empecé a experimentar un poco más con la cámara mientras veía mi evolución con mis trabajos, hasta ese momento solo eran míos. Después, en Tlaxcala, se abre una convocatoria en la que decido participar inscribiendo mis fotografías al concurso y sorpresivamente, lo gané. Ese momento no solo me motivo a seguir con la fotografía, sino que comienzo a conocer la percepción y crítica de los medios hacia una mujer amateur que empieza dentro de este ambiente fotográfico. Leer titulares que desmeritaban mi trabajo por ser mujer, la “esposa de”, o la ausencia de una trayectoria a comparación del resto de los competidores.

Mi primer proyecto o exposición lo inspiraron mis hijas, se llamó “Transición” y en ella retrato sus cambios través del tiempo, en sus distintas etapas de desarrollo, justo esa transición de infancia a adultez, proyectando su disfrute e incomodidad con el fin de buscar un resultado realista en la vida cotidiana, el uso de corporalidad femenina como un espacio contador de su propia historia.

Mi propósito es usar el autorretrato como herramienta artística y educativa, dar visibilidad a esta figura no estandarizada que se nos ha enseñado, romper con esta la exposición de los prototipos y cuerpos fantasiosos que se alimentan por la industria con la supuesta existencia de un ideal de belleza establecido. Proyectos como “La corteza de Venus” justo busca eso, el retrato de la belleza existente de un cuerpo real, el encanto del envejecimiento normal de una mujer.

Imparto un taller llamado “Malinche” en el LafO sobre fotografía feminista, con el uso del mismo cuerpo como un ejercicio libertador, crear arte a través de una ideología que rompe con este modelo arcaico donde el rol de una mujer en el arte se representaba de forma pasiva como la musa o inspiración y no era reconocida como generadora directa, como artista. La fotografía, entonces, resulta un instrumento bastante útil para profundizar sobre aquellos disgustos sociales, como manifestación ante la perpetuidad de aquellas grandes mentiras provenientes de un rol dominante.

Para mí, la desnudez es una forma de habitar el cuerpo, mostrar con honestidad indudablemente quién se es. Mostrar el cuerpo desnudo y cuestionar las formas en que se nos ha enseñado a habitarlo es mi manera de hacer arte, de hacer pública mi declaración por el cuerpo, despojarlo de la carga sexual que se le atribuye y poder detenernos solo a contemplarlo. La fotografía como una especie de negación a su importancia, a la imposibilidad de habitarlo con libertad.

Contacto

www.carolespindola.com

IG: espindolacarol

 

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