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Karla MARTÍNEZ DE AGUILAR

Fotografías: Jorge Luis Plata

Estar en el taller del artista plástico Mario Cantú, quien en compañía de su esposa Lorena Del Valle comparten la pasión por crear obras que plasman sus intereses y reflexiones hacia la vida, te hacen sentir en un ambiente cómodo y relajado.

Cantú, originario de Cocoyoc, pueblo situado en Morelos, que en náhuatl se traduce como “Lugar de coyotes”, desde hace 20 años emigró a Oaxaca donde encontró su vocación.

 Formación

Comencé estudiando dibujo en el Taller-Escuela de la maestra Fredzia Kessler en Cuernavaca Morelos, artista de origen polaco que tuvo que emigrar debido a la Segunda Guerra Mundial y cuya educación artística obtuvo en el Instituto de Artes de Chicago. Posteriormente, me trasladé a Oaxaca persiguiendo un sueño  e ingresé al Taller de Artes Plásticas Rufino Tamayo de 2002 a 2005 cuando estaba de director el gran maestro Juan Alcázar y del cual soy egresado de la tercera generación. He tomado varios cursos, talleres y diplomados sobre teoría, técnicas y materiales, pero complementé mi educación estudiando la Licenciatura en Artes en la Universidad Autónoma de Estado de Morelos de 2007 a 2011. Actualmente, estoy trabajando más con pintura acrílica y tintas, así como grabado en relieve, sin dejar de lado el óleo que es de las técnicas que más he trabajado, aunque tengo un gusto por experimentar con técnicas y materiales diversos así como menos tradicionales o convencionales.

 

La narrativa, el hilo conductor en las creaciones de Mario Cantú

Toda mi obra parte de conceptos primordiales como identidad, memoria y tiempo, y de ahí se va ramificando en temas relacionados y más específicos, de donde surgen series como por ejemplo,“Entre el instinto y la memoria” -de las más recientes- que trata de la profundidad del ser humano y de su parte animal,“Mitología cotidiana” y la que estoy comenzando llamada “Caja del alma”, serie de rostros o más bien cabezas, pintadas bajo un estilo que combina expresionismo, informalismo y primitivismo, que representan ese contenedor o caja donde habita el alma, donde se encuentra toda la complejidad que nos constituye como seres humanos. No son rostros reconocibles, son la representación de ese habitáculo que cada uno de nosotros posee y que a veces esta cubierto con más de una cara.

Por lo anterior, más que un estilo, lo que tengo es una gran necesidad de investigar, explorar y responderme preguntas que busco resolverlas bajo determinados procesos. Cada proyecto encuentra su camino a veces en la gestualidad o en la representación realista, a veces en procesos digitales, escultóricos o experimentando con materiales y con cada pregunta que me planteó, surge una posibilidad de trabajar bajo un proceso distinto; mi trabajo está en constante evolución, cosa que siempre me motiva y emociona.

 ¿Tus obras tienen mensajes o significados específicos que intentas transmitir?

Tienen razones de ser y existir específicos. Casi toda mi obra la trabajo a partir de series sobre temas que me interesan; el  título de la serie o de la obra en específico puede dar claves sobre qué trata, sin embargo, no quiero que el espectador sea obligado a ver la obra bajo esos términos, sino que tenga la libertad de entenderla a su manera y encontrar en ella lo que pueda o no conectar con el.

Además, creo que sin el arte la sociedad carecería de herramientas poderosas como son las obras de arte para ejercitar la sensibilidad, la observación, la imaginación y la capacidad de cuestionarnos cosas, poder ver y entender el mundo de otras maneras, por lo que sin duda, considero que el arte tiene y ha tenido la capacidad de impactar a nivel social y político. El arte siempre estará conectado con lo que sucede en su tiempo.

La naturaleza y la nostalgia de los elementos cotidianos

De un modo u otro, toda mi obra se conecta y refleja mi experiencia con el entorno. Somos quienes somos en gran medida por lo que nos rodea y nuestra interacción con ello. Crecí rodeado de naturaleza, mis abuelos fueron gente de campo; mi abuelo trabajaba la tierra, tenían aves de corral, caballos, mulas y vacas. La experiencia de la infancia siempre impacta en el desarrollo creativo, mucha de mi obra refleja esa experiencia y retrata de algún modo ese entorno natural, así como el entorno en el que actualmente coexisto. El entorno nos amolda, modifica constantemente y en cierta medida, nosotros a el.

Los animales, a lo largo de la historia del arte y de la humanidad, han tenido un poder simbólico y en mi obra cobran importancia al representar en algunos casos la parte animal e instintiva del hombre o como parte de una mitología personal.

En la serie que se titula Mitología cotidiana, la integran una serie de animales mitológicos, parte animal y parte objeto antiguo, cuya utilidad ha perdido y su única función es la de evocar un pasado. Estos animales mitológicos son la representación de los recuerdos que habitan en nuestra mente. Todos tenemos recuerdos, algunos gratos, otros no tanto, algunos bloqueados y la mayoría de las veces, están conectados a un objeto (antiguo, perteneciente a esa época) que estuvo ahí en ese momento, en ese instante  y forma parte de ese recuerdo.

El proceso de creación

Siempre trabajo a partir de una idea y hago anotaciones, para luego hacer uno o varios bocetos, pero a pesar de existir esta premisa, cada obra se convierte en una experiencia nueva; permito que esta me sorprenda y pueda terminar siendo estética o formalmente distinta a como la había concebido en un principio. Trato de disfrutar el proceso y que la obra me lleve por los caminos que ella desee transitar; también, cada que voy a iniciar un nuevo proyecto, planteo las posibilidades de cómo sería la mejor manera de elaborarlo, con que materiales o bajo que procesos me dará el mejor resultado y es ahí donde surge la oportunidad de trabajar y experimentar con estilos y técnicas diversas. Es así como he llegado a hacer obra con pan o incluso basura, por ejemplo. Y el dibujo es fundamental, porque me permite sentar las bases para lograr posteriormente un buen trabajo en pintura, gráfica e, incluso, en otras técnicas o medios. En mi obra, el dibujo tiene un lugar primordial, como base, medio o fin.

 Vivir del arte

Es gratificante, pues aunque se experimentan etapas complicadas, siempre hay un aprendizaje o la oportunidad de conocer a gente valiosa en un sentido humano. Decidir vivir del arte es una declaración de principios, es quemar todas tus naves, es creer en lo que haces siendo siempre honesto con tu obra.

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