Jasmina HARTIANA*
Hoy he reconocido la envidia que vive en mí. Después de mofarme de todas las formas en que puede envidiar un hombre, debo confesar que algunas me parecieron bastante infantiles cuando aquella tarde uno de mis amigos confeso que sentía ese rencorcillo al descubrir más virilidad entre los de especie. Recuerdo que en aquella amena charla me jacte en broma y en serio de ser cero envidiosa.
Pues resulta que soy bastante humana. Hacía mucho tiempo que no sabía de esta amiga en particular, aquella que se fue al extranjero en parte a probar suerte y en parte para curar su corazón partido. La oreja ya se empezaba a calentar tras el teléfono después de hora y media, y también los sentimientos. Lo peor es que me llamaba para pedir un consejo. Esto es terrible, me dije. Ahora ya se siente lista para salir de ese país y cerrar de alguna forma ese ciclo en su vida, solo que no desea regresar a casa. Con la alegría de las heridas cicatrizadas, ahora tiene en mente recorrer el mundo en busca de aventuras. Y saben la envidio, mucho, por esa libertad de elegir a donde querer ir, aunque de antemano sé que los viajes son incómodos, lo ven ahí, está dándose a notar la envida, por qué no. Pero, en tiempos tan turbulentos, quién no quisiera tener su suerte, y sobre todo eso; no tener las ataduras para emprender hacia un destino desconocido y redescubrir el mundo.
Claro que le aconseje que no volviera a casa, incluso engrandecí los conflictos por los que pasa nuestro país en este momento. Y me aseguré de que entendiera la parte de la necesidad de tener un lugar seguro a donde regresar. Sus planes me parecieron geniales y le advertí que era hora de hacer la parte b y c, sobre todo para evitar alguna que otra frustración.
Le deseo lo mejor del mundo. Pero, de dónde viene esa envidia. No hay que meditarlo demasiado. Mi vida desde la pandemia se ha vuelto monótona; casa-trabajo, trabajo- casa. Qué me ata a mi propia rutina, bueno yo creo que mis viejas adicciones para ser sincera. En primer lugar, encontramos a la señora controladora, si, porque en medio de este caos es necesario alguien que aparente con reloj en mano tener bajo control la vida diaria, y así los cambios parecen no darse a notar, sobre todo los que duelen. Y luego encontramos mi otra afición al trabajo. Mantener mi mente ocupada me aleja de la ansiedad que luego se convierte en un círculo vicioso porque trabajo de más, me estreso y quién creen que viene a visitarme; el pánico.
Me consuelo pensando que cuando llegue a vieja haré todo lo que no quiero o puedo hacer en este momento, esperanza estúpida. Antes de dormir vuelvo hacer planes para ese viaje. Deslizo el pie fuera de la sábana para sentir el aire frío que se cuela por la abertura de la ventana. En realidad necesito acumular la energía suficiente para dentro de dos meses.
*Soy fotográfa y cuentista. Cuentos: Anabel, Miel con veneno, Imágenes que cuentan, Entretenimiento para Adultos, El Cerrajero, y la Chica del Tutu. jazminahartiana@hotmail.com