Toño SALDAÑA*
BARCELONA, ESP.- Hace poco publiqué mi primer libro “¿Cómo diablos hago para cambiar?”. A días del lanzamiento reaparecieron personas de quienes no sabía nada de ellas desde hace años, me escribieron para decirme cosas como: “¿Con qué derecho escribes un libro? Tú únicamente deberías escribir de arte o de tus vivencias”. Otros “amigos” ni siquiera me felicitaron, e incluso a alguno, a quien le regalé mi libro, me dijo: “Solo lo voy a leer para buscar los errores o lo que no esté de acuerdo”. Parecía que a algunas personas les causaba malestar que hubiese publicado un libro e intentaban opacar mi arduo trabajo. El motivo era evidente: envidia.
¿Qué es la envidia? La envidia no es corrección, la corrección es señalar el error y mostrar la solución con la intención que mejores, pero la envidia es un sentimiento infantil que surge de la comparación, sin importar si a quien se envidia se le considera mejor o peor, el envidioso solo puede ver que él no tiene lo que el otro sí, y querrá destruir aquello que envidia.
Para quien la siente, la envidia despierta una sensación de tristeza, incomodidad, enojo o rencor, ya sea por un objeto o una persona, incluso puede ser por algo simbólico como la personalidad, el carisma, un logro o el físico. Es casi como si la infelicidad o la desdicha del envidioso fuera causada por considerar a otra persona mejor. Esto se debe a que la envidia parte de la “hiperidealización” del otro, lo cual genera una mala administración de las propias facultades, pues en vez de ver cómo conseguir algo, centra el foco de atención en la idea que el otro no se merece lo que tiene. Cuando el envidioso cree que otra persona tiene mayores atributos o cualidades, es cuando comienza la persecución. Y como todo sucede en la mente del envidioso, este sentirá que no puede alcanzar al envidiado, así que hará todo por dañarlo y hundirle. Le copiará, criticará, juzgará, dará consejos disfrazados de “lo hago por tu bien”, “nadie más te lo dirá” y deseará que tropieces para después decir “te lo dije”.
El envidioso quiere que el envidado reaccione o se sienta mal, pues esto le hace sentir bien, lo malo es que el efecto dura muy poco, por lo que el envidioso necesitará aumentar la dosis cada vez más. La envidia nace de la sensación de no poder tener lo que el otro tiene, por lo cual para que deje de doler habrá que destruirlo y la forma de hacerlo será, minimizando, criticando, burlándose, creando rumores, generando desprestigio social o desvalorizando.
¿Qué puedes hacer?
Si eres el envidioso:
- Tienes que saber qué nos pasa a todos. Lo primero es identificar si tienes envidia y reconocerlo.
- Cambia la envidia por admiración. Es más positivo que celebres, apoyes y pidas que te ayuden para conseguir algo.
- Hazte preguntas: ¿Por qué me enojo por lo que tiene el otro? ¿Por qué no me alegra lo que le pasó al otro? ¿Por qué creo que no lo puedo conseguir?
- Trabaja tu autoestima.
- Si te cae mal la persona envidiada, ¿por qué centras tu energía en ella?, aléjate y deja de sufrir.
Si eres el envidiado:
- Quita la emotividad al comportamiento.
- Haz caso a lo que sientes. Si crees que alguien te tiene envidia, seguramente es así.
- No reacciones, el envidioso espera ver tu malestar, no le des el gusto.
- Las historias de los otros no tienen que ver contigo. Nadie envidia lo que no se quiere.
- Toma distancia. No des información confidencial, de logros o deseos, a todo el mundo.
- No le critiques, no discutas y, mucho menos, hables mal de él.
Recuerda que la envidia dice más de quién la tiene que de quién se envidia.
*Master en coaching en inteligencia emocional y PNL por la Universidad Isabel I de Castilla. Nº 20213960. Diploma en especialización en coaching y programación neurolingüística (PNL) por la Escuela de Negocios Europea de Barcelona.
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