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Jasmina HARTIANA*

La extraño y siento culpa porque creo que pude haber hecho más cosas por ella. La conocí  hace unos once años cuando mi antigua pareja la trajo a casa. Blanca con manchas marrones en el cuerpo, cruza de algo con pitbull. Tenía rastros de abuso en las orejas y no se dejaba tocar por nadie. En cuanto la vi supe que la llamaría Maya y le quitaría el apodo de mayonesa. Él la trajo con la intención de hacerle compañía al cachorro de pastor, también cruza con algo. Al poco tiempo eran inseparables y ella ya permitía que la apapacharan, eran felices ahí en nuestro pueblo, como le decíamos, corrían con libertad.

Después vino la ruptura, el cambio de hogar. Él intentó llevarlos con un amigo que tenía un terreno grande, no funciono, atacaron a uno de sus perros. Yo creo que debido al abuso ella nunca pudo convivir con otros perros. Le exigí que los devolviera. Pero debía buscar otro lugar, ya que el departamento al que me mude era minúsculo, sabía que debía separarlos. Le pedí a una amiga que me cuidara al macho por un mes y me dijo que lo dejará amarrado en un poste que alguien pasaría y la adoptaría, sentí mucho coraje, pero no dije nada. Luego accedió y pasaron tres semanas cuando me pidió su adopción, sus hijos lo adoraban y a ella se le había ablandado el corazón. El día que los separé ambos se miraron con tristeza y puedo jurar que Maya lagrimeo.

Ahora éramos ella y yo. Por el espacio pequeño procuraba sacarla a pasear, me dejaba molido el cuerpo por las arrastradas que me daba. Y no puedo negar que la mayoría de las veces iba muerta de miedo. Pero ella me enseño el valor. Un día al doblar la esquina nos encontramos tres perros grandes, yo caminé rápido de vuelta y los animales nos siguieron enfurecidos. Ella regresó y se  plantó frente a ellos con sus músculos y ese ladrido fuerte que tenía, los perros se callaron y desistieron de seguirnos. ¡Nunca huyas, me dije, no te conviertas en una presa de nadie!

Luego vino la pandemia y otra integrante más a nuestra familia, una gata que buscaba hacerse su amiga y que ella remilgó un poco en aceptar su amistad. Un día mi pareja me dijo que esa perrita me amaba demasiado, sólo por mí aceptaba la presencia de la gata, era demasiado furiosa para soportar la presencia de cualquier otro animal. No sé si yo la quise igual. No sé si hice lo suficiente. Un cáncer se la llevó. Cuando la Doctora me dijo metástasis se me hizo un nudo en la garganta.  Mi compañera se ha ido, donde quiera que esté espero que comprenda mis limitaciones. La Doctora le había dado unos días, pienso que para morir por sí sola, en casa. Yo la acompañé ese domingo que murió, esa mañana mi cuerpo ya presentía su partida, la enterré ahí donde fue muy feliz, en nuestro pueblo.

* Soy fotográfa y cuentista. Cuentos: Anabel, Miel con veneno, Imágenes que cuentan, Entretenimiento para Adultos, El Cerrajero, y la Chica del Tutu. jazminahartiana@hotmail.com

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