LOS LAGARTIJOS DE LA CALLE MADERO: UN FENÓMENO SOCIO-CULTURAL DEL MÉXICO DEL SIGLO XIX

Mariana Navarro

GJADAKAJARA, Jalisco.- La calle de San Francisco, hoy conocida como Avenida Madero, ha sido desde la época virreinal un testigo privilegiado de las grandes transformaciones sociales y culturales que marcaron la historia de México.
En su pavimento, adornado por los vestigios de antaño, se cruzaban los destinos de escritores, poetas y políticos; pero también, en las sombras de los portales y bajo el resplandor de los faroles, se gestaba una figura peculiar: los Lagartijos, hombres de elegancia desmedida que, bajo el disfraz de caballeros, se dedicaban a cazar mujeres adineradas para alcanzar su propio beneficio económico.

LA CALLE MADERO Y EL NACIMIENTO DE LOS LAGARTIJOS

Corría el año de 1850, y la Ciudad de México, con sus lujos y miserias, era testigo de un auge en la sociedad aristocrática. Los Lagartijos surgieron como un fenómeno exclusivo de la alta sociedad que transitaba la afamada calle de San Francisco.
Este término, empleado con cierto desdén por la misma sociedad que los observaba, hacía referencia a aquellos hombres elegantes, frívolos y astutos que, con un aire de aristocracia fingida, se dedicaban a cortejar a las mujeres ricas y solitarias, principalmente de la alta burguesía, para luego despojarles de su fortuna mediante promesas de amor y compromiso.

Estos hombres, conocidos también como catrines, no eran de origen noble ni de alta cuna, sino individuos de clase media que, gracias a su apariencia cuidada, sus modales afectados y su capacidad para el engaño, lograban infiltrarse en los círculos de la aristocracia.
Su táctica era sencilla: cortejaban a las mujeres adineradas, las envolvían con promesas de matrimonio y, una vez ganada su confianza, las despojaban de sus bienes, para luego desaparecer con la misma rapidez con que habían llegado.

¿POR QUÉ SE LES LLAMABA “LAGARTIJOS”?

El término “Lagartijo” no solo hace referencia a su apariencia física – al igual que este reptil, los Lagartijos se deslizaban entre las sombras con agilidad y destreza –, sino que también era un símbolo de su naturaleza escurridiza y camuflada. Eran seres que se adaptaban al entorno y usaban su fachada de elegancia para ganar confianza, tal como el lagarto se oculta en la vegetación esperando su momento oportuno para actuar.
Esta denominación tenía un doble sentido: de un lado, aludiendo a su astucia, y de otro, a su habilidad para moverse entre los círculos sociales sin ser detectados como lo que realmente eran: oportunistas.

LOS LAGARTIJOS MÁS FAMOSOS DE LA ÉPOCA

Dentro de los Lagartijos más conocidos de la época destaca la figura de Antonio de Padua, “El Guapo”, un joven hombre que, según cuentan las crónicas de la época, conquistó el corazón de varias damas de la alta sociedad, dejándolas arruinadas y desbordadas de tristeza tras su partida.
Se dice que sus modales, que emulaban los de la nobleza francesa, eran impecables, y su conversación, llena de sutilezas, hacía que muchas mujeres cayeran en su trampa.
El Guapo, como lo llamaban, se convirtió en un símbolo de los hombres que, con su falsedad, lograban adentrarse en los círculos más cerrados de la sociedad.

Otro Lagartijo célebre fue Francisco Javier de la Cruz, quien, además de su habilidad para el cortejo, era conocido por su habilidad para leer los sentimientos de las mujeres y aprovechar sus vulnerabilidades. Aunque las historias sobre sus engaños eran conocidas, su fachada de caballero y poeta romántico le valió un puesto en las tertulias literarias más exclusivas de la época, donde sus seguidores eran tan numerosos como las mujeres que, ignorantes de su verdadera naturaleza, lo admiraban.

PARALELISMO CON LA EPOCA ACTUAL

El fenómeno de los Lagartijos, aunque propio de una sociedad decimonónica, tiene sus paralelismos en la actualidad.
En esta época dominada por la apariencia y la ostentación, las figuras que buscan rodearse de riquezas a través de las relaciones personales no son ajenas a las sociedades contemporáneas.

Si bien los “Lagartijos” ya no merodean las calles de Madero con trajes de seda, las estrategias de conquista y manipulación siguen presentes en los espacios sociales modernos.
Hoy, los “Lagartijos” de antaño se han transformado.

Las mujeres, por supuesto, siguen siendo las víctimas más frecuentes de esta manipulación.
La astucia de los Lagartijos, en su época, encuentra eco en las historias de relaciones abusivas que explotan las vulnerabilidades emocionales y económicas de las personas, especialmente en un mundo donde las redes sociales permiten la creación de perfiles falsos y la manipulación emocional a gran escala.

LOS VICIOS LAGARTIJOS

Así, los Lagartijos de la calle Madero, esa figura tan característica del México del siglo XIX, no solo revelan los vicios de una sociedad clasista y egoísta, sino que sirven de espejo para nuestra era contemporánea, marcada por el culto a la apariencia, el engaño y las relaciones superficiales.

Si bien el contexto ha cambiado, la naturaleza humana, la ambición y la sed de poder continúan siendo los mismos.
Los Lagartijos, más que simples personajes de una época pasada, son símbolos de una lucha constante por el control, la riqueza y la manipulación de las emociones humanas, un fenómeno eterno que sigue vigente, aunque de formas más sutiles y modernas.

CONCLUYENDO

Los Lagartijos nos recuerdan que, aunque los tiempos cambian, la manipulación y el interés personal siguen siendo parte de la naturaleza humana.
En una épica como esta , donde prevalecen las apariencias, es crucial redescubrir las conexiones genuinas, valorando lo auténtico por encima de lo superficial.
Debemos aprender de estos ciclos históricos y centrarnos en relaciones sinceras, respeto y amor desinteresado, construyendo un futuro donde lo humano y lo real prevalezcan.

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