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Penélope MARTÍNEZ

CDMX.- Es una mañana de lunes, escuchas el despertador y te das cuenta que la primera vez que sonó lo silenciaste, gritas “¡MADRES!” y saltas de la cama con terror. Corres a la regadera, comienzas a pensar en todo el caos matutino: el tráfico, el camión llenísimo, la carota de tu jefe cuando llegas tarde. Medio mordisqueas tu desayuno y apenas le das unos sorbos al café antes de salir corriendo, sientes como tu corazón late como si te persiguiera un oso asesino. ¿Cuántas veces has vivido situaciones como la anterior?

Estamos siempre llenos de obligaciones y tareas, corriendo sin cesar para lograr más en menos tiempo y, en esa búsqueda frenética de productividad, a menudo pasamos por alto el simple hecho de saborear el momento presente. El descanso se ha convertido en un lujo, e incluso, en ese momento, parece que estamos mas preocupados por subir historias que dejen testimonio de lo bien que la estamos pasando que de realmente de pasarla bien.

Hemos normalizado traer al “oso asesino” detrás de nosotros, siempre con los niveles de estrés a tope, y esto, queridos lectores, tiene graves consecuencias, desde problemas físicos como trastornos del sueño y dolores musculares hasta problemas mentales como dificultad para concentrarse y pérdida de memoria. Además, puede provocar diversos problemas emocionales como irritabilidad, ansiedad y depresión afectando nuestras relaciones personales y contribuyendo al desarrollo de enfermedades crónicas como hipertensión y trastornos gastrointestinales. El estrés crónico no deja piedra sin mover, se lleva nuestra calidad de vida en un abrir y cerrar de ojos.

Supongo que, a estas alturas, coincidirás conmigo en que los beneficios de una mente en calma son innegables. Y es natural que te preguntes: ¿cómo puedo lograr eso? Aquí vienen las buenas noticias, hay varios caminos, uno de ellos es la práctica de la “atención plena” (mindfulness), que ha demostrado ser una herramienta valiosa para alcanzar este estado, ya que nos entrena para afrontar los desafíos de la vida diaria y cultivar la calma. Es decir, nos permite huir del “oso asesino”, pero desde un estado de relajación que favorece nuestro bienestar.

La atención plena implica mantener toda nuestra atención en el momento presente, incluyendo nuestros pensamientos, emociones, sensaciones físicas y nuestro entorno. Se trata de observar todo lo que surge en la mente y en el cuerpo con una actitud de apertura, sin juzgar, con amabilidad y con compasión. Para lograrlo, podemos seguir técnicas formales como la respiración consciente, la meditación, caminatas conscientes o el escaneo corporal, pero también podemos practicarlo informalmente, integrándola en actividades cotidianas como lavar los trastes o bañarnos.

El mindfulness tiene sus raíces en la tradición budista, donde se conoce como “sati”, que implica una atención consciente al momento presente sin aferrarse al pasado ni preocuparse por el futuro. Nos ayuda a romper los patrones automáticos de pensamiento y a controlar las reacciones, lo que conduce a una comprensión más clara de la realidad y, por tanto, a la tranquilidad interior.

Aunque está arraigado en tradiciones espirituales, ha despertado gran interés entre profesionales de diversas disciplinas como la psicología, la medicina y las neurociencias, debido a sus beneficios para la salud. Entre ellos, se ha observado que contribuye significativamente a la regulación emocional, promoviendo mayor conciencia metacognitiva y reduciendo la rumiación, lo que a su vez mejora la capacidad de atención. Reduce significativa los síntomas de ansiedad y depresión y aumenta el afecto positivo y la capacidad de memoria. En el ámbito interpersonal, fomenta conexiones más profundas en las relaciones, permitiendo una comunicación más consciente y facilitando la empatía y la comprensión mutua.  A nivel intrapersonal, su práctica en actividades cotidianas contribuye a cultivar una mayor autoconciencia y promueve una mente más tranquila y centrada. Incluso, se ha observado, que la meditación mindfulness modifica la estructura y el funcionamiento del cerebro, mejorando la regulación emocional y la capacidad cognitiva. Además, se han observado efectos positivos en la salud física, como una mejoría en el funcionamiento del sistema inmunológico, la reducción del estrés y una mejora en la calidad del sueño.

Entonces, la próxima vez que te encuentres en una acelerada mañana de lunes, recuerda que tienes el poder de enfrentarla con calma y claridad.

 

*Bióloga egresada de la Facultad de Ciencias de la UNAM con maestría en Neurobiología y candidata a doctor en Ciencias Biomédicas. Por muchos años ha sido profesora y ha colaborado en diversos programas de divulgación científica. Sociedad de Científicos Anónimos Querétaro

cientificosanonimosqro@gmail.com

https://cientificosanonimos.org/

 

 

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