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Antonio SALDAÑA*

BARCELONA, ESP.- Entender el motivo por el cual actuamos de determinada manera ante situaciones que nos descontrolan y llenan de ansiedad, nos sirve para poder concluir aquellas historias de trauma que llevamos arrastrando desde la infancia, por ello hoy te daré la primera pincelada de las 5 heridas emocionales generadas en la infancia.

Antes de nacer, sabíamos que nada nos faltaría, estábamos en un lugar seguro donde la comida abundaba, la temperatura siempre era perfecta y nos sentíamos seguros. Dos meses antes de salir expulsados al mundo, se activó en nuestro pequeño e inmaduro cerebro infantil una diminuta glándula esencial para la sobrevivencia: la amígdala. Esta glándula es nuestro detector de peligros y la responsable de la memoria emocional. Un bebé no puede subsistir sin el cuidado de otra persona, por ello, el principal cuidador será fundamental para determinar qué cosas son peligrosas de lo que no lo son. Así que, para un niño(a) recibir injusticias, ser rechazado, abandonado, traicionado o humillado, puede ser más que motivo para sentirse en situación de peligro.

Las heridas de la infancia pueden suceder por hechos reales o interpretaciones de algo, por ejemplo, si el bebé o el niño(a) se asusta cuando cae un trueno y en ese momento no hay ningún adulto para acompañarle, podría sentirse abandonado. Si no lo dejaban expresar sus emociones, o sus padres nunca estaban para él (o ella), pudo generar la herida del rechazo. A los que se les sobre exigió o se les prometían cosas que nunca se cumplían, su herida será la de la traición. Al niño(a) que recibió burlas, comparaciones, críticas, abuso sexual o cuyos padres se avergonzaban de él, directa o públicamente, tendrá la herida de la humillación. Cuando el niño(a) sintió, por parte de sus cuidadores, una forma fría de relacionarse con él (o ella) o deseaban que fuera distinto, podría haber generado la herida de la injusticia.

Estas heridas se forman porque la mente al detectar algo que atenta contra la sobrevivencia se hace de estrategias que le sirvan para actuar ante el mundo. Estos mecanismos son máscaras creadas para que los demás no vuelvan a hacer el mismo daño, sin embargo, quien tiene la herida repetirá los mismos escenarios que la generaron, provocando que los demás repliquen lo que les hicieron en la infancia. Lo más inquietante es que uno es el primero en hacerse el mismo daño.

Para el rechazo estará la máscara del huidizo, su principal característica será huir de todo aquello que le produzca ansiedad, sobre todo del vínculo. El abandono tendrá la máscara del dependiente, su principal característica es atarse rápidamente a una persona, pues el vínculo es lo más importante. La traición tendrá la máscara del controlador, al ser desconfiado y controlarlo todo podrá prevenir engaños. La injusticia creará la máscara del rígido, ya que ser intransigente sirve para que nadie vuelva a serle injusto. Y la herida de la humillación crea la máscara del masoquista, una persona llena de problemas, vergüenza y sufrimiento.

Tanto las heridas como las máscaras, son estrategias que utilizamos en nuestra etapa infantil para sobrevivir ante algo traumático, la mayoría de las personas tenemos una o varias heridas, pues nos olvidamos de que ya no somos niños indefensos que necesitan que un adulto los valide, cuide y proteja. Al aceptar que tenemos determinada herida, trabajar en nuestra autoestima y comenzar a validarnos nosotros mismos será el primer paso para poder disolver la máscara que te impide ser feliz.

 

*Master en coaching en inteligencia emocional y PNL por la Universidad Isabel I de Castilla. Nº 20213960. Diploma en especialización en coaching y programación neurolingüística (PNL) por la Escuela de Negocios Europea de Barcelona.

IG: tonosaldanaartista

YouTube.com/c/TonitoBonito

 

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