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Jeniffer JIMÉNEZ*

GUADALAJARA, JAL.- Ombligo de año, calores impensables para los jalisquillos, y si queremos hablar de verdades, son los recuerdos los que toman protagonismo alzando su voz, asaltando nuestra melancolía sobre aquellos ayeres en los que en nuestras calles abundaban los árboles grandes y frondosos, con sombras que le daban alivió a los bochornos, que cumplían la función de apaciguar los calores y contener los terregales. Pero no es mi intención ponerme ambientalista. Sigamos con las verdades.

Parece que es moda ser honesto, algunas personas comienzan a tomar el papel de sinceras para suplantar la verdadera identidad, la crueldad que de alguna forma necesita salir a pasear usurpando la bandera de la honestidad. No se tiene reparo en escupir lo que se cree una “verdad”, aun cuando esta esté totalmente malintencionada, la mayoría de las veces inconscientemente. ¿Cómo inconscientemente? Se vuelve inconsciente cuando no se percibe que lo que se está diciendo no es en realidad que sea una verdad, es más bien un juicio a lo que creemos mal o erróneo, una incomodidad que nos cuesta tolerar, que nos negamos a aceptar.

No basta con que algo sea verdad para expulsarlo de nuestro interior, porque hay muchas verdades en la vida de una persona, y no por eso se atreve a ir pregonando sus propias verdades ¿cierto? Se atreve a ir canturreando las verdades ajenas, aquella opinión que le permite posicionarse egocéntricamente sobre los demás, creyendo que es superior por condenar las formas o las acciones que otros ejecutan.

Simplifiquemos. La familia en una reunión, un miembro de ellos tiende a ser codo, muy poco o nada dadivoso. La mayoría de los otros miembros son desprendidos, así que uno de ellos se cansa de las actitudes de tacañería de su familiar, harto, decide ser “honesto”, decir la verdad, lo que todos piensan. Un buen día, le grita en su cara que si él continúa siendo así la vida jamás le va a sonreír, que es un miserable, tacaño.

Podría ser cierto lo que alega, podría sí ser miserable, pero esto no es suficiente para simplemente elegir arbitrariamente atacarlo de esta manera, esto tiene otro nombre y es crueldad. Porque si ya estamos encaminados a soltar verdades, entonces va a decir cuantas veces va al baño en un día, cuentas veces ha humillado a otras personas en el día, cuantas veces se ha masturbado en la semana, cuánto tiempo pasa perdido en el celular. Todas estas respuestas también son verdades, pero no es suficiente con que lo sean para que las pregone.

Esta forma de relacionarse o expresarse con los demás tiene otra misión muy diferente a el fin de la honestidad, a no tener pelos en la lengua. El verdadero propósito de este comportamiento es querer escupir el veneno que carcome y que ni la persona misma aguanta. Para finalizar, si somos del tipo “sinceros”, entonces urge que antes de andar señalando las verdades ajenas, nos demos un clavado en nuestro interior enfrentándonos a las verdades propias, les aseguro que esto llevará tanto tiempo que ni siquiera sobrará para querer exponer las que no nos pertenecen.

 

*Escritora e instructora de meditación. Apasionada por los temas espirituales y de superación personal. He tomado diferentes estudios, diplomados y cursos que me han llevado a conocer y compartir lo que aprendo y experimento sobre el poder de nuestra mente y espíritu.

Instagram: meditaconmigomx

Página web: www.meditaconmigo.mx

 

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