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LA NOCHE QUE CAMINA EN SILENCIO: PROCESIÓN EN MORELIA

Por Mariana Navarro
Crónica del alma, la piedra y la sombra

En la ciudad de Morelia, donde la cantera rosa sueña bajo la luna, hay una noche que no pertenece al calendario, sino al alma.
Una noche donde las campanas no suenan y las voces se recogen, como si hasta el aire supiera que hay algo sagrado que se avecina.

Es Viernes Santo, y la Procesión del Silencio comienza.

CUANDO LA FE TOMA FORMA

El viento leve acaricia las calles empedradas como si las quisiera despertar.
Las puertas se abren con lentitud.
Los cirios se encienden, uno a uno, como pequeñas estrellas terrestres.
Y entonces aparece ella: la multitud vestida de negro, cubierta de túnicas, portando cruces, pasos, memorias.

No hay palabra.
Solo los tambores, como latidos.
Solo los pies descalzos golpeando la piedra antigua.
Solo el incienso, que sube como una plegaria muda.

No es solo un acto religioso: es un poema encarnado.
Es la ciudad misma volviéndose cuerpo, caminando con el alma al descubierto.

HERENCIA DE PIEDRA Y DE LLANTO

Esta procesión no nació ayer. Viene de lejos.
De las procesiones medievales traídas por los frailes franciscanos ,
de los rituales prehispánicos donde también se caminaba por los silencios de nuestras abuelas,
de las lágrimas que no dijeron nuestros padres.

Y Morelia —esta ciudad que parece hecha de música detenida— la cobija con naturalidad,
como si hubiera sido creada para esto:
para ser testigo de la fe que no grita, sino que camina.

EL SILENCIO COMO PUENTE

No hay discursos. No hay sermones.
Solo gestos, velas, sombras proyectadas sobre los muros barrocos.

Y sin embargo, uno lo entiende todo.
Porque el silencio, cuando es sincero, lo dice todo.

Cada paso es una culpa que se suelta,
cada farol es una oración que asciende,
cada figura que pasa es una escena detenida de un Evangelio que se vuelve real por una noche.

CONCLUYENDO:
CUANDO LA CIUDAD SE HACE ORACIÓN

Esta noche —justo ahora— Morelia no duerme, pero tampoco habla.
Morelia reza con los pies,
llora sin lágrimas,
espera sin exigir respuestas.

Y quizá eso sea la fe:
seguir caminando, aún cuando todo está oscuro.
Saber que el silencio también es lenguaje,
y que a veces, el amor más profundo no necesita ser dicho.

Esta noche, la piedra se convierte en carne.
La historia se convierte en latido.
Y el silencio…
el silencio es Dios mismo, caminando entre nosotros.

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