Edgar SAAVEDRA*
A finales de 2018 salió publicado un libro de poesía de mi autoría casi tras bambalinas y sin saber a detalle cómo el sistema de cosas humanas se iba a deteriorar a un ritmo sin precedente y milimétricamente más cruel. Sin duda, una batalla contra sí mismos, absurda, de antemano perdida. Pero, lo que quiero decir, es que ahí entre las páginas de Acedia (un título que carga su propio mazazo de inexplicable o ineludible cansancio espiritual) hay poema –inútilmente hermético para casi todos los demás– que titulé Lecciones, derivado por la bruma trágica que embarga la memoria de lo que hemos sido capaces. Dedicado al escritor italiano Primo Levi (que incluye un epígrafe del autor: “Hay una noche interminable para ser dormida”) Lecciones es una especie de presentimiento, aún vigente, del fin de todo. En el poema hago una referencia, licencia siniestra, sobre rey Macbeth: «Y soñar la escena de Macbeth otra vez. Un cómico te hace reír hasta el delirio que defecas sobre tu prójimo que oye desde ayer un ruido de tren interminable, un vagón lleno de fantasmas… “Y las voces, vengan de donde vengan, están bien muertas”». Esta última frase corresponde al libro Textos para nada, de Samuel Beckett. El contexto de este poema es complejo. Existe en el trasfondo una referencia a un libro de 620 páginas que compré en una ocasión en un puesto callejero del centro de la ciudad de Oaxaca. Se trata de La era de las turbulencias, de Alan Greenspan, uno de los economistas más icónicos de la historia contemporánea de EEUU. En alguna parte se lee: “La Primera Guerra Mundial fue más devastadora para el civismo y la civilización que la físicamente mucho más destructiva Segunda Guerra Mundial: El primer conflicto destruyó una idea. No puedo dejar de pensar en esos años precios a la Primera Guerra Mundial, cuando el futuro de la humanidad parecía libre de lastres e ilimitado”. Esa idea es una potente razón de fondo del ansia de vivir, hoy meramente una utopía echa añicos, quizás como lo fue siempre, desde el primer migrante desterrado al este del Edén. Siendo más preciso, Lecciones, se ubica axialmente en el contexto traumático, en su psiquis, de la Segunda Guerra Mundial, el conflicto global que ahora se intenta repetir con una superación que nos deja impávidos. Es como lo dijo el filósofo hispanoamericano Jorge Santayana: “Los que no pueden recordar el pasado están condenados a repetirlo”; y lo complementa un artículo que lo cita: “La larga y atroz sucesión de matanzas perpetradas por el hombre pone de relieve que la gobernación humana ha sido un fracaso total”. Para ampliar el algoritmo referencial de Lecciones quiero citar cómo se ha descrito la II Guerra Mundial, conflicto sucedido a mediados del Siglo XX. Un editorial de The New York Times, de 1995, dice: “Ateniéndonos a sus aspectos más funestos, este ha sido el siglo del Diablo. En ninguna otra época ha manifestado el hombre su capacidad de aniquilar a millones de personas por motivos de raza, religión o clase social con tanta destreza y avidez”. Una frase de Lecciones dice: «La sorda memoria se quemó en el asador de costumbre». Es una clara alusión a la sentencia de Santayana, “los que no pueden recordar el pasado”. Hace menos de dos años hemos despertado, un día, dispuestos con inusitado vigor a repetir el pasado. Ahora mismo el gobierno de Israel pareciera aplicar la misma receta que le aplicaron los nazis a ellos: la “capacidad de aniquilar a millones de personas por motivos de raza, religión…” El punto no es la proporción, ni siquiera el protagonista, sino el fondo de las acciones, humanas al fin. Lo de Oriente Medio es un dolorosísimo ejemplo de cómo ese “siglo del diablo” se ha extendido hasta el día de hoy.
Primo Levi era judío, originario del Piamonte italiano. Escribió lo que se conoce, testimonialmente en la literatura como la Trilogía de Auschwitz, en relación al campo de concentración a donde fue deportado. Era químico de profesión. Quizás saber más de un idioma y ser, precisamente químico, le salvó la vida en el Lager. Para los guardias del campo cualquier lengua que no fuera la suya era equivalente a nada y una sentencia de muerte para quien la hablara. El inicio de Lecciones, dice: «El químico Primo Levi nos enseñó el lenguaje de la nada. La misión abstracta de un prisionero del diablo. Lecciones de un gusano Jacob tiritando de miedo». Esta alusión bíblica se encuentra en el libro de Isaías 41:14, donde dice: “No tengas miedo, pequeño gusano Jacob, oh, pueblo de Israel, Yo te ayudaré […]”. Y aquí la verdad. Cuando dice “gusano” se hace referencia a lo indefenso e insignificante que somos, no solo en aplicación a los judíos de antaño, sino a la entera humanidad. No hace ni tres días leía esta frase de Sabines: «…y la gotera de los días sobre la cama donde se quiere dormir/ la estúpida gota del tiempo cayendo sobre el corazón aturdido […] La vida yéndose sin sentido, entre la borrachera y la conciencia, /entre la lujuria y el remordimiento y el cansancio/ Encontrarse, de pronto, con las manos vacías /con el corazón vacío/ con la memoria como una ventana hacia la obscuridad/ y preguntarse: ¿qué hice?, ¿qué fui?, ¿en dónde estuve?/ Sombra perdida entre las sombras / ¿cómo recuperarte, rehacerte, vida?» Menos poesía fue el final de Primo Levi que al parecer terminó por suicidarse, tirándose desde quién sabe qué piso. En la página 68 de su libro Si esto es un hombre, puede leerse, haciendo referencia a los musulmanes que entraban al campo de exterminio: “Su vida es breve pero su número es desmesurado […] son ellos, los hundidos, los cimientos del campo, ellos, la masa anónima, continuamente renovada y siempre idéntica, de no hombres que marchan y trabajan en silencio, apagada en ellos la llama divina, demasiado vacíos ya para sufrir verdaderamente. Se duda en llamarlos vivos: se duda en llamar muerte a su muerte, ante la que no temen porque están demasiados cansados para comprenderla”. Cuánto contenido hay en estas palabras que, en algún momento, dejan de serlo para convertirse en sombras, en gusanos, en nada.
Finalmente, en Lecciones, personificando a Levi y en representación del único genero pensante, digo: «Con el corazón envenado logré vivir morir y seguí esperando con impaciencia el momento para lanzarme. ¡Como todos ustedes!»
*Periodista Cultural