Toño SALDAÑA*
BARCELONA,ESP.-Durante el día conversamos con diferentes personas, hablamos de todo e incluso hasta aconsejamos para que los otros se animen o tomen mejores decisiones, pero todo eso no se compara con la gran cantidad de diálogos internos que tenemos con uno mismo, los cuales, en su mayoría, son negativos. Nuestro coach interno nos habla todo el tiempo, en algunas ocasiones dice frases poderosas como, “tú puedes”, “eres capaz”, “si lo intentas de nuevo mejorarás”, “todo va a estar bien”, etc. Otras veces en vez de ayudar castiga, juzga y hunde con insultos, miedos, límites y malos consejos, te coloca en el último lugar de las prioridades y haciendo de adivino te dice lo que cree que los demás están pensando de ti, creando mucha inseguridad y angustia.
Es importante identificar el modo en que este coach construye el llamado diálogo interno, ya sea para escucharlo o detenerlo, porque esa voz en forma de pensamiento surgirá constantemente para narrar la misma historia la cual hay que reconocer para poder redirigirla hacia el mensaje que más nos motive.
El diálogo interno negativo es el combustible que alimenta el miedo, la ira, la angustia, la tristeza, la ansiedad y la depresión, cuanto más los repites más los refuerzas hasta creerlos, dejando de cuestionar su procedencia o verdad y los incorporas en tu vida cotidiana de manera inconsciente haciéndolos automáticos e insistentes.
El diálogo interno negativo siempre plantea el peor escenario donde tú pierdes, algunas de sus características más comunes son:
- Sirven para cualquier situación.
- Parecen verdaderos.
- Se enfocan en la parte negativa, el error o la falta.
- Son repetitivos.
- Nunca abarcan todo el espectro de la situación, solo la parte que más daño hace o la menos atractiva.
- Les encanta generalizar –todos, siempre, nunca, nadie, etc.– y hacer conclusiones sin lógica.
- Utilizan respuestas rápidas, fáciles y sin reflexión como: “no puedo”, “no me gusta”, “es imposible”, “soy inutil”, “soy tonto”, “soy fea”, “todos lo hacen”, etc.
- Muestra la visión catastrófica donde todo termina mal y sientas culpa: “debí”, “lo sabía”, “por qué no hice lo contrario”, “cómo pude ser tan tonto”.
- Utiliza preguntas con “¿y si?”: ¿Y si me equivoco? ¿Y si no es buena idea?
- Normaliza el autoinsulto y la comparación.
Cuando seas consciente de cuáles son las historias que te estás diciendo, como: “no voy a poder”, “las personas como yo no lo consiguen”, “soy demasiado viejo”, “no tengo dinero”, etc., comenzarás a sentir las molestias de asumir el control fuera del modo víctima y eso no es agradable, aceptar que toda esa narrativa ha sido decisión tuya causa inseguridad, enojo y deseo de huída pero esto es la señal de que lo estás haciendo bien, porque comienzas a hacerte responsable de tus palabras, pensamientos, creencias, emociones y acciones, dejando a un lado la idea de qué no puedes hacer nada para cambiar. Sustituye el “no puedo” por “lo voy a intentar” o el “estoy nerviosa” por “estoy emocionada”, entrena tu coach interno, para que su monólogo se construya de mensajes que contradigan todo lo negativo que te hicieron creer, invertir en ti jamás será tirar el dinero, observa tus heridas y cuídalas, regálate las palabras correctas que te hagan sentir bien, que los mejores consejos, cumplidos, mimos y apoyo sea de ti para ti.
Si tus creencias se han formado por las palabras que te has dicho ¿por qué no decirte cosas grandes?, ¿por qué no te halagas? y ¿por qué no te dices lo que te hubiera gustado escuchar?
*Master en coaching en inteligencia emocional y PNL por la Universidad Isabel I de Castilla. Nº 20213960. Diploma en especialización en coaching y programación neurolingüística (PNL) por la Escuela de Negocios Europea de Barcelona.
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