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Ana Syl HERNÁNDEZ

Los procesos legales ya sean por cuestiones laborales, personales, familiares o de cualquier índole siempre son agotadores y abrumadores,  quienes se encuentran inmersos en alguno de ellos pasan por diferentes reacciones y emociones, esto debido a que el simple hecho de demandar a alguien por un divorcio o por alguna injusticia laboral necesita para empezar, el motivo, la valentía y la entereza mental para hacerlo,   así mismo,  quien es demandado pasa por la negación del hecho, angustia por no saber qué pasará, posible depresión, aislamiento, culpa e incertidumbre. Independientemente del rol que se juegue en el proceso legal, ambos actores se encuentran en una fluctuación de emociones durante todo el proceso, para el cual deben de estar preparados y lo más estables emocionalmente para así tener claridad de lo que sucede y encontrar la mejor solución al conflicto.

Al momento de tener algún problema legal,  la persona requiere contar con un equipo de expertos, incluyendo al abogado o abogada y al psicólogo o psicóloga con el propósito de apoyarle durante todo el proceso, a través, del asesoramiento y compañía física en las audiencias, interrogatorios y citaciones, el establecimiento de un contacto agradable y tranquilizador, que aumenten la sensación de apoyo,  auxiliarlo para tener una adecuada visión de las expectativas sobre lo que podría oír, ver y sentir, durante el proceso, a fin de aterrizarlas y/o adecuarlas a la realidad, la valoración y reforzamiento de la capacidad personal para afrontar la situación, la normalización de la presencia de sentimientos negativos durante todo el proceso, el manejo correcto de las emociones, durante todo el tiempo que dure el problema, la expresión y el manejo correcto de la ira, por un sentimiento de injusticia, el entrenamiento de técnicas de relajación para que las puedan poner en práctica cuando empiecen a manifestar síntomas de ansiedad y en general lograr una estabilidad emocional que le permita vislumbrar su  mejor actuar y pensar en el proceso (Orta-Nava, 2011).

Otra de las situaciones que se deben de tener en cuenta, son los daños a terceros, como es el caso de las niñas y niños que viven la separación y divorcio de los padres, entre las afectaciones más frecuentes derivadas de la separación o divorcio, se encuentran: ansiedad, angustia, depresión, sentimientos de culpa, estrés, dificultad para reconocer las emociones por las que se atraviesa, poca claridad de pensamiento, problemas de conducta, procesos de duelo y de adaptación a las nuevas condiciones de la vida familiar, entre otros (PJDCDMX, 2020).

En estos casos, con mayor frecuencia, los conflictos emocionales asociados con la separación o con el divorcio de los padres se intensifican, convirtiendo a las hijas e hijos en víctimas de manipulación e interferencia parental por parte de uno o de ambos progenitores. Los juicios en materia familiar se prolongan innecesariamente, debido entre otras cosas, a la falta de orientación, apoyo o atención psicológica profesional que les ayude a las madres y a los padres a superar la diversa sintomatología que presentan

Es por esto que, la intervención psicoterapéutica es de suma importancia para las niñas, niños y adolescentes, ya que se pueden detectar y apoyar los estragos emocionales de la separación e incluso evitar que se generen efectos emocionales negativos.

Por todo lo anterior; se sugiere que, en un problema legal, se incluya el apoyo de un profesional de la salud mental, de esta forma se garantizará el mejor manejo del proceso.

 

*Psicoterapeuta Humanista Ana Sly Hernández Corres / Corporativo Ramírez Luna

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