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Ana Sly HERNÁNDEZ CORRES*

Quisiera comenzar este texto preguntando ¿qué es lo primero que piensas cuando abres los ojos por la mañana?, ¿qué piensas sobre ti y tus capacidades?, ¿qué crees acerca del amor? Tal vez algunas de las respuestas a estos cuestionamientos pueden ser: “Hoy será un gran día”, “No puede ser, hoy es lunes”, “Soy un tonto”, “Nunca hago las cosas bien”, “Creo que le caigo mal a todos”, “El amor no es para mí”, “Creo que me quedaré solo”, “Todos son iguales”, en fin, puede haber muchas respuestas a estas interrogantes. Jordan Poppenk y sus colaboradores, realizaron una investigación para saber cuántos pensamientos aproximadamente tenía alguien en un día, según los resultados tenemos 6,200 pensamientos cotidianamente, estos pueden variar de acuerdo al estado de relajación en que se encuentre la persona. En otros estudios se encontró, que el 80% de los pensamientos cotidianos son negativos, como los que se describieron anteriormente.

Según la filosofía de Louise Hay, descrita en su libro Heal your life (1984), nuestras experiencias sólo son efectos externos de nuestros pensamientos internos. Por ejemplo, si tienes un pensamiento que te dice: “Soy una persona intolerante”, este pensamiento produce un sentimiento de intolerancia y es aceptado, cuando eso pasa comenzarás a actuar de manera intolerante por que eso es lo que crees, es una idea que tienes instalada tal vez desde que eres pequeño o pequeña, pero la buena noticia es que solo es una idea y una idea puede cambiar.

Es importante que examines tus pensamientos, todo lo que crees se convierte en la verdad para ti misma (o), aplica para todas las áreas, por ejemplo, la salud, las relaciones sociales o de pareja, las finanzas, el éxito y la abundancia o simplemente la vida misma. Algunas de las creencias que tenemos si son positivas y enriquecedoras, estos pensamientos nos sirven para siempre, por ejemplo: “cuando cruces la calle, mira en ambas direcciones”, algunos otros pensamientos son útiles al principio cuando somos niños, por ejemplo: “no confíes en extraños”, pero cuando somos adultos ya no funciona esa creencia porque nos puede mantener aislados y en soledad. Las creencias como “los niños no lloran” o “las niñas no se suben a los árboles”, crean hombres que ocultan sus sentimientos o mujeres que tienen miedo a realizar ciertas actividades físicas.

La mayoría de las cosas que pensamos y creemos vienen de nuestros aprendizajes en la infancia, los cuales estuvieron a cargo de nuestros padres y madres y/o de nuestros cuidadores, si de niña(o) te enseñaron cosas como “es tu culpa”, siempre sentirás culpa, pase lo que pase, si aprendiste que “no cuentas” entonces estarás al final de la fila, donde sea que estés, si  aprendiste que “nadie me quiere” entonces sentirás soledad constantemente. Detente un momento e identifica ¿qué estás pensando ahora?, ¿eso que piensas es verdad? O solo es una idea que agarraste de alguien más y te la creíste. Recuerda que tú eres la única persona que piensa dentro de tu mente. Es aquí donde radica la importancia de los pensamientos ya que estos pueden llegar a limitarte o posibilitarte, no es lo mismo pensar “que día tan espantoso con este clima lluvioso” que pensar “es un día lluvioso”.

No siempre resulta fácil identificar nuestros pensamientos, pero si podemos empezar a escuchar lo que nos decimos, evita aquellos pensamientos que crean problemas o sufrimiento, por el contrario, piensa en cosas que te posibiliten el éxito en la vida, por ejemplo “soy un trabajador eficiente”, “me amo tal y como  soy”, “el trabajo es algo que disfruto y me mantiene activo”, “siempre triunfo en lo que me propongo”. Recuerda que solo es un pensamiento y los pensamientos pueden cambiar.

*Psicoterapeuta Humanista Ana Sly Hernández Corres

Corporativo Ramírez Luna

IG / FB: RamírezLunaCorporativo

www.ramirezluna.com.mx

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