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Antonio SALDAÑA*

BARCELONA, ESP.- Como lo he dicho en otras ocasiones, llegamos al mundo de la manera más pura y perfecta, pero, cuando la negligencia de nuestros cuidadores hacen de nuestra estancia algo inseguro, ya sea porque fueron muy exigentes, sobre protectores, estrictos, irresponsables o hubo inconsistencia en su forma de cuidado, se registra, como sensación, en la memoria física y emocional, la creencia de que no somos suficientes. Esto ocasiona que busquemos estrategias para no sufrir por dicha sensación. Dado que la mente no distingue entre algo real o imaginario, cualquier interpretación de sucesos repetitivos en la niñez, tendrá la lectura que mejor consideremos, lo que en la mayoría de los casos no es favorable.

La “Herida de la Traición” surge cuando en la niñez uno vivió situaciones donde se sintió engañado, timado o estafado emocionalmente; por ejemplo, el caso de padres divorciados, donde el papá promete ir a ver a la hija y no se presenta, o llega muy tarde y el plan que tenían cambia sin previo aviso. Para la niña (o niño, según sea el caso), la ilusión se rompe y la figura del padre se vuelve poco fiable.

Esta herida emocional se genera en la niñez por la percepción de recibir algún tipo de engaño por parte de la persona que jamás debería de fallarnos, papá o mamá, y deja una huella de desconfianza por no cumplir lo que esperábamos y habernos mentido.

Las causas más comunes que generan esta herida son:

  • Expectativas no cumplidas por el progenitor del sexo opuesto.
  • No cumplir promesas al niño o a la niña.
  • Contarle a terceros algo íntimo del niño(a).
  • No haberle defendido ante un abuso.
  • El progenitor del sexo opuesto dio un lugar especial a otra persona, lo que crea la idea de que no ser suficiente.
  • Un mal divorcio.
  • La llegada de un bebé o el haberle apartado de su mascota.
  • La llegada precipitada de una nueva pareja.

La decepción en la niñez es algo que produce el sentimiento de traición, y generalmente se da por el cuidador del sexo opuesto, niños con la madre y niñas con el padre, haciendo que se pierda la confianza.

“Si sacas diez te compro la bici que tanto quieres”, el niño cumple, pero la bici nunca llega, para él las promesas incumplidas son señal de debilidad, lo que ocasiona que ese padre se convierta en un irresponsable y se produzca la creencia de: ¡No me puedo fiar de nadie! Esta desconfianza hace que la mente esté alerta en todo momento para el resto de su vida. La mente se preguntará ¿cómo puedo evitar que esto me vuelva a pasar?, y la respuesta la encontrará en un mecanismo de defensa llamado “Máscara del Controlador”, que nuestro subconsciente utilizará para que la situación que nos hirió no se repita, y tal vez de niño funciona, pero en la vida adulta será un impedimento que traerá muchos problemas.

La creencia limitante de “no confío en nadie” o “piensa mal y acertarás” hace de quienes tienen esta herida personas muy desconfiadas, críticas, competitivas, controladoras y exigentes, sobre todo con la pareja. Su mayor temor es la mentira y todo lo que derive de ella, como la trampa o la irresponsabilidad. Quienes tienen esta herida son personas muy difíciles, iracundas, ofensivas, en ocasiones violentas, y querrán siempre tener la última palabra.

Los adultos con la herida de la traición no se dan cuenta de que son ellos mismos quienes ahora se traicionan, y que van por la vida buscando a personas “poco fiables”, porque el subconsciente, lo único que quiere es concluir la historia que se vivió en la infancia.

 

*Master en coaching en inteligencia emocional y PNL por la Universidad Isabel I de Castilla. Nº 20213960.

Diploma en especialización en coaching y programación neurolingüística (PNL) por la Escuela de Negocios Europea de Barcelona.

IG: tonosaldanaartista

YouTube.com/c/TonitoBonito

 

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