Toño SALDAÑA*
BARCELONA, ESP.- Hoy toca el turno a la herida de la injusticia, la última de las 5 heridas de las que te he hablado. Al igual que las otras, esta herida tiene su origen en la infancia, pero a partir de la adolescencia a la edad adulta es cuando se ven las repercusiones de vivir con ella.
Todas las heridas emocionales se manifiestan en cómo nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás. La herida de la injusticia encierra más que una emoción dolorosa de un momento de la niñez, en su interior habitan una serie de creencias y comportamientos que hacen mucho daño. Son muchas cosas las que pueden tocar esta herida y como consecuencia, en el individuo, se despiertan comportamientos de defensa ante lo que considera una injusticia personal desproporcionada.
El adulto que de niño vivió alta exigencia, frialdad y autoritarismo por parte de sus padres, sobre todo por el del mismo sexo, hoy en día sufrirá de una constante sensación de que la vida es injusta y que él no puede ser flexible ante nada ni nadie porque el hacerlo sería abrir la puerta para que lo lastimen. Estas personas, en su infancia, entendieron que el esfuerzo no debe ser reconocido, el error castigado y la insatisfacción señalada, por ello no permiten ningún tipo de fallo para sí mismos ni para nadie. El clásico “porque lo digo yo” o “podías haberlo hecho mejor”, pueden ser determinantes para el correcto desarrollo de cualquier niño, ya que ante el dolor de esa realidad la mente creará la máscara con la que se protegerá el resto de su vida: la rigidez.
En los hogares donde los padres fueron poco flexibles; donde las normas eran casi como de internado militar, pero sobre todo, donde las muestras afectivas y la opinión del niño no tenían validez, pudieron hacer que este percibiera que el único criterio, verdad y emoción válida era la de los padres, más no las de él mismo. Así que, la máscara del rígido le ayuda para evitar seguir siendo lastimado y le servirá para relacionarse más adelante con el mundo exterior.
Esta herida, al igual que la del rechazo, tienen la similitud de ser provocadas por la falta de aceptación en la niñez; el no haberse sentido querido ni aceptado provoca un estilo de apego inseguro llamado evitativo, un problema más para la lista, porque lo que ocasiona es que en la vida adulta el vínculo afectivo se perciba como peligroso, así que huirán de este con tal de no enfrentar la desaprobación o el rechazo.
Las principales características de esta herida son, la rigidez, que se ve reflejada en la falta de aprecio o el rechazo ante los cumplidos; suelen ser personas muy perfeccionistas, exigentes y controladoras. Tienen la creencia de que su valía radica en las cosas que hacen o tienen, más no en ellos mismos, por eso el esfuerzo y el deber son muy importantes. Llevan muy mal los fallos, lo que los orilla a enojarse demasiado cuando no hacen las cosas bien. Suelen ser fríos, distantes y rechazan todo tipo de ayuda. También suelen ser injustos con ellos mismos y con los demás, lo que los lleva a estar la mayor parte del tiempo molestos, pero sobre todo estresados.
Si te identificas con esta herida, tienes que aprender a relacionarte mejor contigo mismo, tienes derecho a ser imperfecto, cometer fallos, disculparte y disculpar a otros. Todos somos imperfectos, recuerda que los extremos nos llevan a la inconformidad y al desequilibrio, busca el centro donde puedas expresar tu tristeza, miedo e incluso enojo sin llegar a esos extremos donde todo se vuelve un caos.
*Master en coaching en inteligencia emocional y PNL por la Universidad Isabel I de Castilla. Nº 20213960. Diploma en especialización en coaching y programación neurolingüística (PNL) por la Escuela de Negocios Europea de Barcelona.
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