Selene PADILLA DESGARENNES
Eva ahora solo recordaba haber entrado a la casa de su profesor para tomar su clase particular de canto.
Ella siempre había deseado cantar, aunque no tenía absolutamente nada de talento.
Juntos subieron el elevador entre miradas coquetas que siempre se dirigían ambos mezclados con los abrazos largos que nunca faltaban mientras conversaban acerca de cómo les había ido en la semana.
Eva sentía que su profesor le despertaba toda la confianza del mundo, que lograba hacía para ella la clase fuera un espacio personal especial, eso era llegar a clase sentirse segura y querida.
Inevitablemente aquel hombre despertaba en ella una admiración especial, una admiración fuera de lo normal, le gustaba tanto que se equivocaba constantemente en clase por estar observándole, pensando en lo bello que sería que pudieran ser algo más.
Era realmente vergonzoso cuando la hacía volver a la tierra, molesta consigo misma se concentraba de nuevo olvidando sus escondidos pensamientos.
Le costaba mucho despedirse después de cada abrazo, ella se sentía derretirse y deseaba que ese momento no terminara.
Eva regresaba a casa olvidándose de su soledad, para ella el día había valido la pena el día a pesar de su poco talento para el canto.
Siempre estaba luchando con lo desafinada que era debido a su falta de oído, pero deseaba cantar muy hermoso solamente para gustarle.
Cuando llego no imagino que aquel día sería diferente, él se sentó junto al teclado para comenzar y comenzó a tocar mientras Eva sentía que la estaba mirando distinto había algo en sus ojos que la estaba incomodando, la mirada que le dirigía era profunda, llegó a comparar su mirada con la de una fiera, a la par que se levantó del teclado para decirle lo bonitos que eran sus ojos.
Ella sintió temor ya de esa mirada que se había convertido en una máquina de scanner, el terror que sintió la hizo perder la vista, se encontraba dentro de una caja negra.
La ceguera no impidió que sintiera que intento besarla de manera tosca, levantó su brazo con mucha fuerza para intentar besarla, sentía que podía percibir hasta el último de sus cabellos, la olía como un animal mientras seguía creciendo su estado de terror.
Imposible no sentirse aterrada ni la psicoterapia y la psiquiatría habían podido curar su espíritu del abuso sufrido por su expareja, tenía años buscando cerrar esa herida.
Estaba totalmente indefensa, sus caderas estaban unidas para después encontrarse en el suelo bajo la fuerza y el peso de aquel cuerpo que le trababa de manera tan tosca, su voz no pudo soltar un grito que deseaba dar a todo pulmón, tratando de librarse del él.
Se le escurrieron las lágrimas en silencio al recordar cuando su exnovio la arrastro hasta el final de un callejón para abusar de ella.
Esa noche habían salido a bailar, Eva le había dado a su exnovio un beso en la mejilla y enseguida la derribo arrastrándola a un callejón para abusar de ella.
Esta vez tuvo suerte porque la dejó al ver su reacción para decirle de muy mala gana será mejor que te vayas.
Eva va llorando en el autobús de regreso a casa segura de que no volverán a verse.
*Comunicóloga con Maestría en Habilidades Empresariales, locutora y actriz.
FB: Selene Padilla Desgarennes