Edgar SAAVEDRA*
I
El arte es aprendizaje hasta el último día. Mientras llega hay infinidad de trabajo. Tener esta filosofía, por plantearlo de esta manera, permite concentrarse por lo menos en dos áreas: la formación y la propuesta que es acción, riesgo, error, tiento. El futuro es impredecible para el pintor. Bajo estas primicias el momento-presente de la creación artística se vuelve fundamental. Cesar Santos, pintor oaxaqueño, ha absorbido de estas líneas de pensamiento para generar su propuesta, la “sigla íntima”.
Detrás de sus composiciones se percibe la inquietud por el concepto, los fundamentos teóricos y la ecuación pictórica por donde el entorno se debe proyectar. Por supuesto, llegar a entenderlo de esta forma requiere más de un vistazo a su obra, es necesario familiarizarse a fondo con su proceso artístico que corre por diferentes rieles (abstracción, figurativismo, expresionismo y sumando) aunque el lugar de confluencia de todos sea la obra en sí misma. Un cuadro debe ser un mapa que compone el discurso del artista y no una isla conceptual. Podemos decir, desde ahora, que en su campo de producción empiezan a particularizarse ciertos colores, movimientos y argumentos. Si lo entendemos bien, Cesar Santos está configurando la invención de su propio capital.
II
Hablemos ahora del caudal y el entorno en la obra de Santos. ¿A qué aludimos? Nos referimos básicamente cuando se utilizan los recursos teóricos, experiencias, vocación y oficio, entre otros, para darle cuerpo a una idea. Implica, especificando, la elección de componentes cotidianos o circunstanciales que lo rodean. Lo anterior puede por igual llamarse concepciones y formas de vida, las que ya insufladas en la pintura, permiten al espectador ubicar el tiempo y espacio histórico o en su defecto entender cómo la génesis de una obra o su realización sale de una circunstancia particular para buscar un ámbito intemporal. Puede ser del taller al museo, de la galería a la colección particular, etc.
En la pintura reciente de Cesar Santos sobresalen los elementos y personajes urbanos. Es interesante señalar que el lugar donde vive es una de las partes neurálgicas del centro de la ciudad. Allí todo circula, todo, desde verduras hasta prostitutas, pescado frito y delincuencia, menjurjes para el espanto o te topas bostezando con el escuadrón de la muerte. Para el concierto de la pintura el Mercado de Abastos es surrealismo en estado puro. De ahí que en su temática aparezcan calles, sobre todo nocturnas, con faroles arcaicos, caminantes que van de prisa –o a velocidad crucero de la calma– hombres, mujeres, niños, vendedores ambulantes, automovilistas, pordioseros, urbanitas en plena encrucijada entre lo cotidiano y sus monotonías necesarias, urgentes, extrañas. Es la realidad inexorable de la sobrevivencia, sea perceptible o no para el común de los mortales. Lo anterior me hace recordar la moraleja de las dos máquinas de hacer salchichas de Bertrand Russell que bien pueden referirse, con la mejor agudeza, a la actitud creadora. Dice que la mente “es una extraña máquina capaz de combinar de las maneras más asombrosas los materiales que se le ofrecen, pero sin los materiales procedentes del mundo exterior (piense el lector otra vez en el mercado de abastos) se queda imponente” (ahora recuerde o vea una pintura de la última serie de Cesar Santos). Por supuesto, como dice la ensayista Leila Driben: “Entre la naturaleza representada y la imagen resultante existe intensa distancia; la representación, así, se efectúa por medio de la metáfora”.
III
Después de la selección temática entran en juego los «fundamentos teóricos». Aclaro que mi jerarquía expositiva, al descifrar el engranaje pictórico de Santos, no necesariamente tienen que coincidir con su propia ruta en la factura de las obras. De cualquier manera siempre existe lo que llamaremos un caos arropado bajo un sistema de desordenes, trátese de la pintura como ejercicio multi-diverso o de la escritura que intenta explicarlo. Los fundamentos referidos en estas líneas implican lo que Cesar Santos ha leído, digerido y asimilado sobre historia y curso de la pintura y consecuentemente su respectiva posición ideológica-práctica. Ejemplo. En el libro Lo obvio y lo obtuso de Roland Barthes, cuando se refiere al cuerpo humano –en el contexto significante de la pintura en este caso– el autor señala que el trazo es abisalmente distinto al cuerpo carnoso porque “no da acceso ni a la piel ni a las mucosas”, tampoco “araña, roza o cosquillea”. En el lienzo la trasposición del significado es simbólica. Mientras la carne es el objeto del deseo el trazo proyecta el sujeto del deseo y lleva implícito “una fuerza, una dirección”. El trazo es un trabajo “que permite leer la huella de su pulsión y su desgaste; el trazo es una acción visible”. Nada menos. Veamos una pintura de Santos. La obra se titula Un extraño en la ciudad. Se trata de la figura de un hombre tambaleante alumbrado por la luz casi secreta de un viejo farol. No solo se advierte el movimiento tambaleante del sujeto sino las calles y las casas parecen contornearse. La atmósfera nocturna asemeja a una elipse de los sueños. En los argumentos somáticos del pintor no hay simetría ni una realidad de facto aunque sí una buena dosis de su particular nostalgia. Pintura gestual si se quiere, puesto que hay más expresividad que ornamentos a detalle.
IV
Cesar Santos ha iniciado por buen camino; años de aprendizaje con maestros de la talla de Luis José fructifican ahora. Su pintura denota preocupaciones estéticas pero aun falta romper modelos y tópicos tradicionales de la zona sur del país, salir del ostracismo, encarar la voluptuosidad de la tela, hacerlo en grande, firmar proyectos consigo mismo, establecer las reglas de su propio juego, alejarse de las terceras influencias, hacer de la pintura el mejor albur, el mejor oficio, la mejor profesión. Soltar de una vez por todas las amarras. Y aportar, aportar. O morir en el intento.
Periodista cultural.