Kissinger: LIDERAZGO
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández

“Los líderes mediocres son incapaces de distinguir lo significativo de lo ordinario; tienden a verse sobrepasados por el aspecto inexorable de la historia”. H.K.

El nuevo libro de Henry Kissinger -personaje polémico y longevo- asesor de seguridad nacional y secretario de Estado de dos presidentes de los Estados Unidos (Richard Nixon y Gerald Ford), pero también uno de los académicos más informados (por su calidad de observador participante), sistemáticos (este libro de 650 páginas tiene 150 páginas de notas bibliográficas e índice onomástico que sustentan sus afirmaciones), productivos (escrito a una edad de casi cien años), trabajador en equipo (la página de agradecimientos reúne a cuarenta especialistas sobre los diferentes temas y personajes que aborda el libro, incluida Nancy, su esposa durante cincuenta años -a quien dedica el libro-) y lúcidos, sobre Relaciones Internacionales; bajo el título “LIDERAZGOS. Seis estudios sobre estrategia mundial” -cuyo contenido sin duda también es polémico para muchos, pero de lectura indispensable a mi juicio para formarse un juicio sobre los distintos temas que aborda-; publicado en la colección Debate de Penguin Random House Grupo Editorial; aparece este mes de mayo en su primera edición en México en un momento muy oportuno.

Como lo expliqué la semana anterior en estas páginas digitales, por decisión presidencial se adelantó el proceso sucesorio al interior del partido gobernante para “seleccionar”, mediante encuesta, al líder que supuestamente deberá suceder al actual presidente de la República Mexicana. Por la misma razón, los partidos opositores se encuentran inmersos también en la búsqueda de líderes políticos capaces de lograr movilizar al electorado con el mismo propósito -solo es de esperarse que no lo hagan mediante encuesta ni procedimientos que los dividan en lugar de unirlos-.

Para quienes desde la academia observamos estos procesos sociales e históricos el libro nos llega también en momento muy oportuno, porque nos invita a reflexionar sobre el tipo de liderazgo más conveniente para nuestro país en el momento actual. Esto, desde luego, en el supuesto deseable de que, en efecto, haya elecciones presidenciales en 2024. Pues los intentos para dar continuidad personal a la administración federal -populista y autoritaria- actual ya han sido debidamente reseñados y explicados en anteriores colaboraciones.

El libro de Kissinger tiene tanto un estudio introductorio como un estudio final sobre las características observables y deseables para un liderazgo efectivo y útil, que sería muy conveniente que todos los interesados en asumir un liderazgo nacional en México se dieran un tiempo para leer y aprender algo o mucho de lo ahí escrito, pues sin duda les será de gran utilidad; sobre todo a quien gane la contienda electoral, insisto, si es que la hay.

Por mi parte, además de sugerir muy sinceramente la lectura de dicho libro a mis colegas académicos con quienes comparto como objeto de estudio el gobierno y los asuntos públicos -pues reúne los contextos histórico, personal, nacional e internacional durante la vida políticamente activa de cada personaje-, prefiero dedicar estas siguientes páginas solo a describir y transcribir los rasgos característicos de cada uno de dichos líderes mundiales, identificados por Kissinger con el atributo que a su juicio fue el más característico de su función de liderazgo.

Se trata desde luego de líderes nacionales que tuvieron un liderazgo mundial definido por sus acciones como líderes de su respectivo país. Se trata también de personajes con los que Kissinger tuvo una relación personal duradera, incluso de muchos años con algunos. Desde luego que el énfasis se encuentra en las aportaciones de cada uno de dichos líderes en su interrelación con el gobierno y los sucesivos presidentes de los Estados Unidos. Los lectores encontramos así lo siguiente:

Konrad Adenauer: la estrategia de la humildad

Durante quince años, primer canciller de la entonces Alemania Federal -hoy Alemania unificada- inmediatamente después de la derrota de su país en la Segunda Guerra Mundial; gobernó un país dividido por las potencias aliadas triunfadoras e inicialmente sometido a todas ellas.

“La historia había empujado a Adenauer y a Kennedy a una especie de dependencia mutua, pero no podía reconciliar la brecha generacional ni las diferencias derivadas de ella. Kennedy consideraba que su objetivo era, primero, reducir la posibilidad de una guerra nuclear y, después, eliminarla finalmente; en ese empeño, pretendía que los soviéticos participaran en un largo viaje que requería flexibilidad táctica, también por parte del canciller alemán. Pero desde el punto de vista de Adenauer, las tácticas del presidente estadounidense amenazaban con acabar con la estabilidad y la solidez que se había logrado tras la desintegración de la Alemania de Hitler. Kennedy tenía un planteamiento más global, Adenauer la fortaleza para afrontar el colapso moral y físico de su país, convivir con su partición y construir un nuevo orden europeo basado en la asociación atlántica” (pp. 72-73).

“Un gran liderazgo consiste en algo más que suscitar una exultación transitoria; requiere tener la capacidad de inspirar y mantener una visión en el tiempo. Los sucesores de Adenauer comprobaron que los principios de su visión formativa eran esenciales para el futuro de Alemania” (p. 79).

Charles de Gaulle, la estrategia de la voluntad

Cuando el gobierno de su país, donde apenas acababa de ser nombrado viceministro de Defensa, decide capitular frente a Hitler, sin más recursos que su voluntad, De Gaulle se traslada a Londres para encabezar la resistencia de Francia en contra de los invasores.

“…. como hombre de Estado, De Gaulle sigue siendo excepcional. Ningún líder del siglo XX demostró mayores dotes de intuición. En todas las cuestiones estratégicas importantes a las que se enfrentaron Francia y Europa durante al menos tres décadas, su juicio fue acertado, y lo fue en contra de un consenso abrumador. A su extraordinaria clarividencia se sumaba el valor de actuar según su intuición, incluso cuando las consecuencias parecían un suicidio político. Su carrera validó la máxima romana de que la fortuna favorece a los valientes” (pp. 164.165).

“Pasa por la historia como una figura solitaria, alguien distante, profundo, valiente, disciplinado, inspirador, exasperante, comprometido por completo con sus valores y su visión, y que se niega a que la emoción personal los atenúe. En la Primera Guerra Mundial, cuando era prisionero de guerra en Alemania, escribió en su diario: “Uno debe convertirse en un hombre de carácter. La mejor manera de actuar con éxito es saber dominarse constantemente” (p. 169).

Richard Nixon: la estrategia del equilibrio

Asume la presidencia cuando la Guerra Fría había alcanzado su plena madurez. Estados Unidos y la Unión Soviética tenían misiles más precisos y con capacidad intercontinental; ambas potencias nucleares, casi con igual número de armas estratégicas de largo alcance.

“Richard Nixon fue uno de los presidentes más controvertidos de la historia de Estados Unidos, y el único que se vio obligado a dimitir del cargo. También tuvo un impacto trascendental en la política exterior de su tiempo y en el posterior, porque fue el presidente que, en el momento álgido de la Guerra Fría, reformuló un orden global en declive. Tras cinco años y medio en el cargo, Nixon puso fin a la intervención estadounidense en Vietnam, estableció a Estados Unidos como la potencia exterior dominante en Oriente Próximo y, mediante una apertura hacia China, impuso una dinámica triangular en la antes bipolar Guerra Fría que acabaría dejando a la Unión Soviética con una desventaja estratégica decisiva” (p. 173).

“A pesar de las muchas diferencias importantes que hay entre los tiempos de la presidencia de Nixon y la actualidad, tres conocidos principios de su política seguirían siendo beneficiosos para Estados Unidos: la centralidad del interés nacional, el mantenimiento del equilibrio global y la creación de sostenidas e intensas conversaciones entre los grandes países para construir un marco de legitimidad dentro del cual puede definirse y observarse el equilibrio de poder” (p. 263).

Anwar Sadat: la estrategia de la trascendencia

El presidente de Egipto y el primer ministro de Israel que firmaron los Acuerdos de Campo David para establecer la paz entre sus países recibieron el Premio Nobel de la Paz, pero ambos fueron asesinados por extremistas fanáticos en sus respectivos países.

“Como presidente de Egipto, Sadat no encajó en el molde de sus contemporáneos regionales: líderes nacionales dedicados a unir el Oriente Próximo árabe y el norte de África bajo una única bandera. A diferencia de su carismático predecesor, Gamal Abdel Nasser, su histriónico vecino libio Muamar al Gadafi o Hafez al Asad, el adusto realista militar de Siria, Sadat, tras examinar el enfoque que tenían estos dirigentes del sistema internacional, cambió radicalmente a los métodos de diplomacia practicados en Occidente. Su estrategia daba prioridad a la soberanía nacional y la alineación con Estados Unidos frente al nacionalismo panárabe y la no alineación que por aquel entonces se extendían por el mundo árabe e islámico” (p. 268).

“Los líderes carismáticos como Gamal Abdel Nasser basan su política en la capacidad de hechizar. Su retórica inspiradora y su comportamiento están pensados para contener las desalentadoras verdades de la vida cotidiana. La realidad, obstinada, solo se vuelve evidente cuando la personalidad singular y cegadora desaparece” (p. 289).

“Anwar Sadat es conocido sobre todo por el tratado de paz con Israel que le dio a Egipto. Su plan último, sin embargo, no era un tratado de paz, por relevante que fuera ese logro, sino una modificación histórica en el patrón de comportamiento de Egipto y un nuevo orden en Oriente Próximo como contribución a la paz en el mundo” (p. 345).

Lee Kuan Yew: la estrategia de la excelencia

Singapur es una ciudad-Estado, una isla del Sudeste Asiático con una extensión menor que Michigan o la mitad de Los Ángeles. Pero sus habitantes tienen uno de los mayores ingresos per cápita y una de las más altas esperanzas de vida en el mundo. Los tres líderes mundiales que Lee más admiró son Charles de Gaulle, Winston Churchill y Den Xiaoping. “Transparencia Internacional situó en 2020 a Singapur como el tercer país menos corrupto del mundo (posición compartida con Finlandia, Suiza y Suecia. Nueva Zelanda y Dinamarca empataron en el primer puesto)” (p. 568).

“El 13 de noviembre de 1968, Lee Kuan Yew, el primer ministro de Singapur, que entonces tenía cuarenta y cinco años, llegó a la Universidad de Harvard para lo que describió como un “mes sabático”. Singapur se había independizado solo tres años antes, pero Lee era su primer ministro desde 1959, cuando, en el ocaso del Imperio británico, la ciudad obtuvo la autonomía…. Enseguida lo invitaron a reunirse con el cuerpo docente del Centro Littauer de Harvard (ahora la Escuela de Gobierno John F. Kennedy), formado por profesores de administración pública, economía y desarrollo…. En esencia, el profesorado pensaba que nuestro invitado lideraba un partido semi-socialista y un Estado poscolonial. Así, cuando Lee se sentó en la larga mesa oval, mis colegas reunidos para la ocasión, en su mayoría progresistas, le recibieron con cordialidad, como un espíritu afín…. En su lugar, preguntó al profesorado su opinión sobre la guerra de Vietnam. Mis colegas que manifestaron una apasionada oposición al conflicto y al papel que desempeñaba Estados Unidos en él, estaban principalmente en desacuerdo sobre si el presidente Lyndon B. Johnson era un “criminal de guerra” o solo un “psicópata”…. Con sus primeras palabras, Lee fue directamente al grano: “Me ponen enfermo”. Después, sin ni siquiera intentar congraciarse, procedió a explicar que Singapur, un pequeño país situado en una parte del mundo tumultuosa, dependía para su supervivencia de que Estados Unidos confiara en su misión de ofrecer seguridad global y fuerza lo bastante poderoso para enfrentar a los movimientos guerrilleros comunistas que pretendían, con el apoyo de China, debilitar a las jóvenes naciones del Sudeste Asiático” (pp. 351-352).

“A diferencia de muchos otros líderes poscoloniales, Lee no intentó reforzar su posición enfrentando a las diversas comunidades del país. Por el contrario, confió en la capacidad de Singapur para fomentar un sentimiento de unidad nacional más allá de sus grupos étnicos contradictorios. A pesar de la intensa violencia interétnica que precedió a la independencia, Lee se enfrentó a las fuerzas centrífugas inherentes a la composición de Singapur y desarrolló una identidad nacional cohesionada” (p. 370).

“Lee fue uno de los pocos líderes respetados a ambos lados del Pacífico, tanto por su perspicacia como por sus logros. Comenzó su carrera desarrollando un concepto de orden para una pequeña isla insignificante y su entorno, y dedicó sus últimos años a apelar a la sabiduría y la contención de los países capaces de provocar una catástrofe global. Aunque él nunca hubiera hecho tal afirmación sobre él mismo, el viejo realista había asumido el papel de conciencia del mundo” (p. 390).

Margaret Thatcher: la estrategia de la convicción

“Pocos líderes definen la época en la que gobiernan. Sin embargo, entre 1979 y 1990, ese fue el excepcional logro de Margaret Thatcher…. Cuando Thatcher llegó al poder, sin embargo, su éxito parecía de todo menos seguro; de hecho, no se esperaba que aguantara mucho tiempo en él. Cuando arrebató el control del Partido Conservador a una directiva exclusivamente masculina que había tolerado su presencia bajo presión, su capital político era escaso. Su historial previo en el Gobierno había pasado desapercibido; tampoco tenía una gran base de seguidores en el país y su experiencia en las relaciones internacionales era casi nula. No solo era la primera mujer en Reino Unido que llegaba a primera ministra; en aquel momento era, además, una inusual líder del Partido Conservador que procedía de la clase media. En todos los sentidos era una completa outsider.

“La singular forma en que Thatcher entendía el liderazgo fue su principal recurso en estas circunstancias poco propicias. Sus éxitos solo pueden entenderse gracias a su fortaleza personal…. Para entender el auge de Margaret Thatcher y sus años en el poder -y su caída-, es conveniente comprender primero el sistema político británico” (pp. 401-402).

“El último himno que se cantó en su funeral en la catedral de San Pablo, el 17 de abril de 2013, reflejaba su visión:
Juro por ti, patria mía, sobre todas las cosas terrenales,
entero, completo y perfecto, el servicio de mi amor;
el amor que no hace preguntas, el amor que soporta las pruebas,
que deja sobre el altar a los mejores y más amados (p. 485)”.
*
Según se desprende del testimonio de Kissinger, todos estos líderes sirvieron a sus países con ese amor incondicional al que se refiere el himno fúnebre transcrito. Espero que su vida y su obra sean un ejemplo, en su propio contexto, para nuestros gobernantes mexicanos por venir. A todas luces, a juzgar por las estrategias y resultados, no lo son para el actual.

Ciudad de México, 28 de mayo de 2023.
Eduardo de Jesús Castellanos Hernández.
Profesor e Investigador. Doctor en Estudios Políticos (Francia) y doctor en Derecho (México). Posdoctorado en Control Parlamentario y Políticas Públicas (España) y en Regímenes Políticos Comparados (EUA). Autor de libros de Derecho Público, Privado y Social; Administración Pública y Ciencia Política; Derecho Electoral y Derecho Procesal Electoral; sus libros se encuentran en librerías, en Amazon y en Mercado Libre. Las recopilaciones de sus artículos semanales anuales están publicadas y a la venta en Amazon; la compilación más reciente aparece bajo el título “PURO CHORO MAREADOR. México en tiempos de la 4T” (disponible en Amazon).

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