Kino / Tributo, vorágine y remanso de la pintura
Edgar SAAVEDRA*
I
Se ha dicho que el arte abstracto ha sobrevivido a todo tipo de actas de defunción. Pero, ¿qué es el lo abstracto? En palabras del artista Gerhard Ricther y solo por disponer de una definición (una magistral, por cierto) «los cuadros abstractos son modelos ficticios, porque ilustran una realidad que no se puede ver ni describir, pero cuya existencia podemos deducir». Con esta idea como preámbulo decimos que la pintura abstracta no es tan antigua como se pudiera pensar. Nace hacia 1910 en Europa, en una época en que los ideales humanos contenían su mejor esperanza, aunque el abstraccionismo consistía en una búsqueda de nuevos caminos y rompimiento con los sistemas pictóricos prevalecientes. Desde ese entonces ha tenido episodios de evolución y revolución como un género un tanto radical como provocador (alborotador también) en el contexto del arte; es decir, ha atravesado tiempos de revueltas con un éxito a veces discreto, otros, desaforado. Ahora bien, el arte abstracto sigue evolucionado a todo vapor valga la expresión como trampa retórica. Es en esta evolución de largo aliento —donde corre ya la tercera década del siglo XXII—que aparecen personajes como Kino, autor radicado en Monterrey que incursiona por los litorales/profundidades de la abstracción y que ahora mismo podemos apreciar parte de su trabajo artístico en un hermoso recinto que conjuga, además, el placer de la tranquilidad con el arte de la gastronomía: Hotel Hacienda Los Laureles.
II
La ruta artística de la pintura de Kino nos ofrece ricas variables, lirismo y sesgos visuales sutiles (p.ej. París sin ti; obra que aparece en estas páginas). En la selección que se luce en los pasillos de la ex hacienda hay una preponderancia del color casi sin matices, pero sí de conjugaciones bien nutridas y en ocasiones arriesgadas. ¿Por qué? Porque cuando se carece de experiencia en el manejo de tonalidades es muy fácil ensuciar los colores y eso provoca los desagradables brochazos que revelan los arrastres desatinados de los tonos, producto de la falta de pericia. No sucede aquí. El pincel de Kino ha jugado su ruta intuitiva, lúdica; en ocasiones parecen latigazos en cámara lenta, otras, las nervaduras del color son semejante a golpes de batuta, como penetrando el propio espacio somático del autor y salir luego avante en la construcción de las formas y el mensaje. Incluso el sello de su dominio artístico queda evidente en su proyecto de botellas de mezcal intervenidas.
III
Generar características identificadoras en la abstracción no es tarea fácil. Esto quiere decir que la pintura de Kino tiene su propio cariz. Ahora bien, donde alguien solo distingue manchones indiscriminados el ojo avizor capta “una gama de posibilidades expresivas inherentes en la abstracción”, esto es: la obra dialoga con un interlocutor que se sirve de su sensibilidad estética y de un cumulo de referencias pictóricas, no importa que sean básicas. El cuadro no solo se exhibe como un objeto decorativo –que lo es– sino como una provocación plus ultra de los sentidos e interrogantes bienaventurados en pro de uno de los mayores disfrutes humanos: el arte y sus posibilidades.
IV
Las pinturas de Kino realizadas con acrílicos sobre tela o papel son un festín para los sentidos en plena autonomía, además de exhibirse en un espacio privilegiado de la agencia municipal de San Felipe del Agua, Oaxaca. Son pinturas que levantan el ánimo. En el ejercicio libre de la contemplación invitan a descifrar el impulso creativo e incluso provocan ese fenómeno psicológico llamado pareidolia, a saber, percibo o concibo imágenes vagas, aleatorias o concisas en algo que no es sino un claro divertimento de mi psiquis. Ejemplo: de entre la enorme cantidad de pinceladas encuentro, de repente, un rostro, un corazón, un árbol, un ave, etc. Kino nos alegra el momento con su pintura, sin embargo, para un coleccionista que adquiera su obra pasará a ser algo más que eso. Será parte de su paisaje íntimo. La obra podrá pasar décadas recibiendo cada mirada, miles de miradas e irá más allá de la muerte. El trabajo de Kino –de compleja e intrigante simplicidad– es parte de la ofrenda, acervo de signos, símbolos y paradigmas que ilustran las realidades e inquietudes de un mundo cambiante. Y eso hay que celebrarlo. Después de todo “los caminos de la pintura abstracta se deben recorrer hasta el final”… aunque ese final aun no tenga último punto. Para nuestra fortuna.
V
Luz abierta
desde el nido de los mitos
ahora que el color te posee
sómbrame de arcoíris
ave de placer policromático
en tus vestidos multiplicados
dormiré volando
en vueltas de calidoscopio.
(Sobre la pintura de Kino)
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*Periodista cultural. edgarsaavedra@outlook.com
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