El confinamiento en el mundo ha mostrado las desigualdades sociales, económicas, culturales, de género, educativa, laborales, entre muchas otras, en las que vive la humanidad. También ha salido a la luz la falta de valores, civismo, egoísmo y racismo con actos que no son exclusivos de una clase social y que van desde ataques al personal médico, pasando por miles de cubrebocas tirados en las calles y playas, hasta llegar a la incredulidad de muchos que ponen en peligro a todos al no tomar las medidas sanitarias. ¿No hemos aprendido nada durante esta pandemia?
Algo también preocupante es el incremento de la violencia hacia las mujeres (incluido el feminicidio), niñas y niños que se ha recrudecido al tener forzosamente que convivir con el abusador las 24 horas del día: el pan de cada día para ellos es la violencia doméstica, emocional, física y sexual.
El confinamiento no debe detener la lucha de erradicar el machismo y los diversos tipos de violencia hacia las mujeres, niñas y niños. Se necesita implementar más y mejores modelos de atención en línea y primeros auxilios emocionales en caso de violencia doméstica, rápidas intervenciones de protección y asesoría legal, incluidas denuncias telefónicas.
Debe existir una alternativa real para combatir la violencia intrafamiliar y no resignarse a ella cuando el agresor es el proveedor del hogar.
Asimismo, el confinamiento ha mostrado las diferencias existentes en la repartición de tareas que las amas de casa -sin remuneración- realizan diariamente y que nunca termina. ¿Cuántos de ellos habían participado antes de la pandemia en las labores del hogar? ¿Cuántos están participando en las labores del hogar y la educación de los hijos? ¿Se han dado cuenta realmente que llevar una casa implica mucho trabajo?
Esta época puede marcar un antes y un después en el cuidado de los miembros del núcleo familiar, entre los padres y los hijos, pero sobre todo, entre mujeres y hombres.
¡Ojalá ésta sea la semilla de una nueva masculinidad y de una nueva y necesaria igualdad!