Tu sonrisa me arrulló, oaxaqueña de Ixhuatán, amante de tradición
Fragmento de la canción “Ivone de mi corazón”

Autores: José Martín Salgado Cervantes y Diana Michelle Salgado Gutiérrez

 

Fotografías: Manuel Jiménez

Locación: Archivo Histórico Municipal de Oaxaca de Juárez

No me cabe la menor duda: las mujeres en general somos enigmáticas y encantadoras, cualquiera que sea el rol en el que nos desenvolvamos, en la circunstancia en la que nos encontremos, finalmente convergemos en características comunes, somos eternas soñadoras, entregamos el corazón abiertamente, damos la vida por los hijos y por los seres que amamos, jugamos muchos roles a la vez y nuestro objetivo siempre ha sido salir airosas en todo lo que hagamos. Normalmente nos perdemos en la rutina cotidiana resolviendo cada uno de los problemas que se nos presentan, propios y en ocasiones ajenos, dando soluciones rápidas a las adversidades que enfrentamos , esperando y acariciando triunfos apresurados, viviendo quizá con la carga del pasado y la esperanza de un futuro mejor que construimos con gran ilusión en nuestra mente, sin tener la certeza de que pueda realizarse realmente como lo deseamos o imaginamos; de ese modo buscamos desesperadamente llenar nuestros vacíos , luchando todos los días por alcanzar el éxito, olvidando que la vida nos puede sorprender en cualquier momento. Sin embargo, luchamos y luchamos con el tiempo, llegamos a un punto en el que asimilamos que el éxito depende del enriquecimiento del ser, de alcanzar el grado de espiritualidad que nos reconforta el alma y que nos permite experimentar y disfrutar la paz en nuestros corazones. Dijo Rubén Darío que “el eterno femenino puede tornar lo humano lo divino”. Por supuesto, se requiere de la experiencia que nos dan los años para asimilar que todas estas cualidades las adquirimos, las valoramos y atesoramos con el tiempo, cuando la vida nos ha permitido alcanzar cierto grado de madurez, y el abrazar nuestro interior se convierte en una prioridad.

Sabiamente la pastora Omaya Font, de quien recibo diariamente bendiciones, dice que las mujeres somos “parteras de sueños”. Dios nos ha llamado a dar a luz, parir sueños y a ayudar a los nuestros a parir sus propios sueños.

Mi vida ha sido perfectamente imperfecta. No puedo quejarme, al contrario, yo diría he sido una consentida de Dios, lo cual sencillamente ha hecho de mí una mujer realizada en toda la extensión de la palabra.

De pronto me equiparo como un águila cuyas alas sostienen fuertes vientos y como consecuencia sus plumas sufren daños, desgastes, se ensucian y quedan marcadas, pero naturalmente se renuevan, cualidad necesaria para vivir al máximo.

Cuando en ese inexorable transitar del día a día atravieso por remolinos de sensaciones desgastantes, Dios constantemente me renueva con plumas especializadas, no precisamente para volar, sino para remontar, dejarme conducir por él y cumplir el propósito que tiene para mi vida.

Admiro de sobremanera la filosofía japonesa wabi-sabi, lo imperfecto de lo perfecto, que en últimos años practico estrictamente y gracias a la cual me he liberado de presiones innecesarias, he aprendido a aceptar mis errores, me instruyo también con ellos y busco siempre vivir en paz.

A mis años, descubrí que puedo darme el lujo de no ser perfecta, de felicitarme por mis actos y decisiones, de querer ser mejor, de aceptar mis errores y mis debilidades, de equivocarse, y a pesar de ello, amarme y aún ser capaz de amar, de sentir, de vibrar, de escuchar, perdonar y también pedir perdón.

Admiro y practico todos los días la filosofía de Elisabeth Kübler-Ross: “Vivir hasta morir, dando cada día más amor a más personas, porque lo único que realmente vivie eternamente es el amor”.
Demando todos los días a Dios que me conceda serenidad, valor y sabiduría para conducirme ¡Qué trilogía tan hermosa y cuánto me ha ayudado en la vida! “Mantenlo simple”

Ante cualquier circunstancia, soy una eterna enamorada de la vida, del amor y sus encantos, ferviente admiradora de la luna, mi gran cómplice, y del sol y sus maravillosos atardeceres, mis dos descomunales inspiraciones. He aprendido que todos los sinsabores que he vivido, y que quizá en su momento los consideré un castigo, son en realidad regalos y enseñanzas que me han dado una gran oportunidad para crecer y ser mejor, sólo me han hecho fuerte y valiente para enfrentar los retos que todos los días se me presentan. Descarto a los enemigos de la confianza en mí para vivir con serenidad, siempre en paz y confiada para alcanzar mi objetivo en esta vida: ser feliz y dar amor.

He puesto en práctica todo lo estudiado, aprendido y anhelado; tengo la fortuna de contar con grandes alicientes en mi vida y principalmente en mi corazón, personas extraordinarias que me han aportado sabiduría y que me han acompañado en esta hermosa experiencia, que me han motivado, me han inspirado y me han impulsado a sacar a flote con toda mi pasión a la istmeña que llevo dentro, a esa istmeña que deseaba ser cuando inicié esta bella aventura, a la que hoy admiro más que siempre.

Gracias a este compendio de sentimientos y vivencias, hoy soy una mujer que abre totalmente las puertas de su corazón y expresa abierta y libremente sus emociones y su amor, en toda la extensión de la palabra, en cada uno de sus actos, en cada instante de su vida.

Hoy he logrado mi objetivo…hoy más que siempre soy orgullosamente istmeña.

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