Arturo DIEZ*
LEÓN, GTO.-Entre las lecturas de este mes hubo una que hice entre libros, a paso lento e intentando reflexionar sobre muchas de las ideas que expresa, conversando con el autor desde mi presente. Se trata del ensayo Walden o la vida en los bosques del filósofo y escritor estadounidense Henry David Thoreau (1817-1862). Este texto lo escribió en su mayor parte durante los más de dos años que vivió a las orillas del lago Walden, en Concord, Massachussets.
Se instaló ahí en una pequeña casa de madera construida por él mismo, adaptada sólo con lo necesario, en lo que hoy podríamos llamar minimalismo. Ahí cultivó y cosechó, tanto en el sentido objetivo como metafórico, lo esencial para sostenerse a sí mismo: patatas, guisantes, pesca, lectura de los clásicos, escritura y caminatas.
Aunque podría parecer algo solitario vivir un largo tiempo de esa manera, también escribe que fue el periodo en el que más visitas recibió. La gente llegaba a su cabaña y mantenían largas conversaciones. Su rutina se sostenía por alimentar lo esencial y no lo fútil, pues como enseña, las cosas que poseemos terminan por poseernos a nosotros. Para Thoreau, una persona es más rica entre menos cosas necesita para vivir.
El para qué fue a los bosques se ha convertido en una de sus citas más celebradas, para quien no la ha leído, me parece fundamental referenciarlo: “Fui a los bosques porque deseaba vivir deliberadamente, enfrentar únicamente los hechos esenciales de la vida, ver si era capaz de aprender todo lo que ella tenía que enseñarme; no fuese a descubrir, al llegar la hora de la muerte, que no había vivido”. Para Thoreau la vida se centraba en encontrarnos a través de la contemplación en la naturaleza. Su observación en el bosque iba desde lo espiritual al dato escrupuloso, indagaba sobre las profundidades del lago, observaba como naturalista las diferentes especies de aves y mamíferos, comentaba con el conocimiento de un botánico sobre la variedad de arbustos, flores y árboles a su alrededor.
Para Thoreau caminar no era un salirse de sí mismo, sino más bien, salirse de las preocupaciones y deseos mundanos para habitar el presente. Caminar por los bosques era su manera de conocer la vida. Su invitación en este ensayo es ir a los bosques para intentar conocernos. Sin embargo, es imposible apresar o cerrar el sentido de un texto clásico que siempre tendrá mucho que decir a quien lo lea y al que siempre se ha de volver a caminar.
*Nací y crecí en Xalapa. Estudié ciencias de la comunicación en la UNAM y en mi tiempo libre me aficiona leer para vivir otras vidas, así como escribir para contar algo de la mía. Contacto: arturodiezg@outlook.com y arturodiezgutierrez.wordpress.com