HOMILÍA DE MONS. PEDRO VÁZQUEZ VILLALOBOS,
ARZOBISPO DE ANTEQUERA OAXACA
XVII DOMINGO DEL TIEMPO ORDINARIO
27 DE JULIO DEL 2025
Me da mucha alegría mirar a muchos de ustedes que sé que no viven en Oaxaca, viven en otras partes, fuera de la ciudad. Muchos de ustedes vienen de otro estado de la república, a vivir por estos días la alegría de los oaxaqueños, a disfrutar por las calles y en diferentes espacios de este mes de julio, donde celebramos la Guelaguetza y muchos vienen a la Guelaguetza, ya traen su boletito, ya lo tienen y van a estar mañana, a las diez de la mañana o a las cinco de la tarde, participando en esta alegría, pero a mí me llena de alegría que ustedes estén aquí. A pesar de que andan de paseo, andan de vacación, vinieron a este recinto a participar de la misa, a dedicarle a Dios este momentito, se los agradezco y los felicito. Sigan teniendo a Dios en su corazón y no se olviden de Él, porque a Dios no se le debe de dar vacación, esa relación con Dios tiene que estar todos los días y todos los momentos.
De Él necesitamos misericordia y tenemos a un Dios misericordioso. Lo escuchamos en la primera lectura, el Dios misericordioso, dispuesto a perdonar, a no acabar con las ciudades de Sodoma y Gomorra. Fue manifestando Su misericordia respondiéndole a Abraham, que pedía misericordia, q ue le decía, no destruyas la ciudad por cincuenta justos y llegó hasta diez, llegó hasta diez. No destruyas la ciudad, por esos diez justos y Dios le respondió: “por diez, no la destruiré” y podría Abraham irse hasta decirle uno, uno y Dios le respondería, por ese uno, no la destruiré, porque Dios tiene misericordia, es compasivo.
A ese Dios háblele usted en todo momento, lo necesita, porque tenemos que reconocer lo que somos, pecadores, llenos de miseria, cometemos errores, nos equivocamos y necesitamos experimentar el amor y la misericordia de Dios, pero esa búsqueda de misericordia y de perdón, tiene que salir desde el corazón, no en el pensamiento nada más, que salga desde el corazón, para que así alcancemos misericordia y la vamos a alcanzar, porque nosotros, al pedir así la misericordia de Dios, voy a trabajar para ya no ofender a Dios. Me voy a corregir, me voy a corregir, voy a hacer el esfuerzo por hacer las cosas diferentes, por no equivocarme tanto, por practicar la virtud.
Voy a hacer el esfuerzo, desde este corazón le voy a decir a Dios: Señor, ten misericordia de mí y concédeme la gracia de que cada día sea mejor. Eso es lo que hacen quienes se están acercando al sacramento de la reconciliación, le dicen a Dios: perdóname de estas miserias y pecados y yo voy a hacer el esfuerzo por tener una actitud de ser mejor, un propósito de enmendarme, de ser diferente, de ya no equivocarme tanto, de ya no apartarme de tu amistad.
Nunca dude de la misericordia de Dios, pero sí tenga una actitud de humildad para reconocer sus pecados y sus errores, y decirle a Dios: misericordia, misericordia.
Usted, papá, mamá, no se canse de decirle a Dios, misericordia por mis hijos. Abraham pedía misericordia por Sodoma y Gomorra, usted dígale, por mi hijo, por mi hija, por mi esposo, por mi esposa, misericordia.
Aprendan a pedir misericordia por otro, por otro.
Al inicio de la misa yo les decía, qué difícil vivir en algunos lugares, donde se perdió la misericordia, donde no se quiere tener misericordia, donde no se quieren perdonar, donde no quieren vivir en paz, es un dolor de nuestro pueblo, situaciones difíciles, donde no quieren comprender, donde quieren arreglar todo con una arma, así quieren arreglar los conflictos de nuestro Oaxaca, con armas. Así los quieren arreglar.
Anoche, me enviaron un documento, donde hay preocupación, de personas armadas que llegan a otro lugar y que se ponen, armados, dicen, a cien metros del pueblo. El pueblo está rodeado de armas, en nuestro Oaxaca, en nuestro Oaxaca. El viernes pasé por ahí, por ese lugar y, anoche, el párroco me mandó la preocupación: Monseñor, de nuevo han decidido tomar las armas e ir a otro lugar y tengo miedo de que haya derramamiento de sangre, tengo miedo.
No es la primera vez que me dice, tengo miedo, ya van varias, no sé qué va a pasar. Es que no queremos ser misericordiosos, no queremos ceder, no queremos arreglas los asuntos, endurecemos el corazón, perdemos la sensibilidad de hijos de Dios, de hermanos fraternos, y nos queremos acabar y queremos sentirnos poderosos, dueños de medio mundo y el único dueño es Dios, qué triste, qué difícil. Así vivimos a veces.
Y, el Señor hoy nos dice lo que usted y yo sabemos y lo recitamos y lo vamos a recitar hoy, el Padre Nuestro, el Padre Nuestro. ¿De veras es Padre Nuestro? ¿De veras es consciente cuando le habla a Dios y le dice “Padre”? Si usted me dice que es muy consciente de ser hijo, no tiene por qué estar odiando a su hermano, porque somos la familia de los hijos de Dios y tenemos un Padre, nada más, y ese Padre quiere que nos amemos, nos respetemos, nos valoremos, nos tengamos misericordia, seamos compasivos, seamos capaces de desprendernos de lo que somos y de lo que tenemos.
¿De veras me comporto como un hijo? Porque le estoy hablando a un Padre: Padre Nuestro, que estás en el cielo y, en un momento le digo, perdóname como yo perdono… ¿de veras perdonamos? ¿de veras estamos libres de odios, de sentimientos, de rencores, de deseos de venganza? ¿Hay perdón, de veras? ¿me reconozco como hijo de Dios y le hablo como hijo a mi Padre Dios?
Hoy, el Señor creo que nos toca el corazón, para ver si somos verdaderos hijos. Seamos hijos y, si somos hijos, nos veremos como hermanos, nos trataremos como hermanos, viviremos con actitudes misericordiosas, con paciencia, con caridad, con bondad, con solidaridad, con fraternidad, si realmente me reconozco hijo de Dios y reconozco que mi hermano es un hijo de Dios también.
Pues hay que pedirle a Dios, necesitamos, necesitamos pedirle a Dios que siga siendo misericordioso y que nos conceda la gracia de tener esas actitudes de unos verdaderos hijos de Dios que están llenos de misericordia y de compasión.
Tenemos una Madre, la Madre de Dios, a ustedes que vienen a Oaxaca, con motivo de la Guelaguetza, les quiero decir que esta festividad de la Guelaguetza, se inició por la festividad de la Virgen del Carmen, que en nuestro tiempo ha sido olvidada, olvidada. Sólo nos interesa el folclor, el negocio, la Virgen del Carmen se quedó escondida. Nuestro pueblo de Oaxaca se reunía a vivir Guelaguetza por la Virgen del Carmen, era la que los traía de los diferentes pueblos a vivir la festividad de la Virgen del Carmen. ¿Usted ha venido a vivir la festividad de la Virgen del Carmen o a la Guelaguetza? A ver, esta fiesta era por Ella, era por Ella, por la Virgen del Carmen, que se celebra el 16 de este mes. ¿Venimos por la Virgen o venimos a ver cómo se presentan los de Tuxtepec, la danza de la pluma, Pinotepa Nacional, Zaachila, Huautla de Jiménez, Huajuapan de León? Parece que estoy allá en el Auditorio. Pues así, pero, mire, qué bueno que usted vino aquí y le doy gracias, le doy gracias.
Acabo de ir a un pueblo y les decía, pues, que vivamos en paz, pero la gente que me estaba escuchando pues es gente que vive en paz y, entonces, les dije, ahora ustedes vayan y lo que les he platicado yo hoy aquí, platíquenlo allá, con las personas con las que se juntan y les voy a decir como les dije: miren, los veo que ustedes salen y a veces están sentados en las banquetas con su botellita de cerveza, ahí platícale, echando traguito y platícale de que tenemos que vivir en paz, de lo que yo te dije, ve y platícales a ellos. Pues eso le digo a usted, vaya y platique a su familia, vaya y platique en su centro de trabajo, vaya y viva la misericordia y la fraternidad y la hermandad, viva la alegría y el gozo, pero vaya allá a vivir así, en alegría, sabiendo que es Dios el que nos permite vivir todo eso.
Feliz fiesta para todos y feliz domingo para usted, Dios los acompañe y Dios los bendiga.