Guadalupe PÉREZ*
PUEBLA, PUE.- El artista y el terapeuta parten de un mismo fin expresivo, ya sea de sentimientos o inquietudes, involucrando el estado de ánimo como instrumento de comunicación no verbal llamándolo así terapéutico. Ahora bien, en el caso de los pacientes, se hace una sintonía de información, se recaba información necesaria para congeniar y conjugar la reinterpretación y aterrizaje de conceptos clave que están presentes en su vida que necesitamos saberlas conducir de la mejor manera.
Cuando el terapeuta interviene, no solo pone al alcance del paciente algo que ya existía: contribuye a que ocurran nuevas experiencias, perspectivas y horizontes, no se limita a ser reactivador y re alimentador automático, sino que se convierte en un colaborador artístico en la creación de una nueva vida. A modo romántico, es así un acercamiento proactivo, sin tabúes ni reminiscencias, donde el ser humano se expresa, poniendo en práctica la atención y la escucha para un compromiso con su propia productividad; de forma que, el trabajo interno, la maduración personal tienen más peso que el aprendizaje externo, por lo tanto, las expectativas cambian, las fortalezas se rehabilitan y salen adelante bajo sus propios medios.
La cuestión gestáltica es un tanto soberbia, pero al mismo tiempo una orientación actitudinal donde el papel del “yo” juega y rencuentra con su existencia irrepetible, basado en la conciencia, la responsabilidad de los hechos y las posibilidades de que las cosas puedan o no suceder, implica un desajuste de situaciones que provocan miedo al fracaso o equivocación de la toma de decisiones, la inseguridad e inestabilidad provocan tribulación, lo que desemboca a que las personas busquen una segunda opinión y devuelvan esa seguridad o nuevas alternativas a su visión limitante de sus problemas.
Lo interesante de la terapia gestáltica es la horizontalidad con la que se trabaja, de esta manera se afirma que el terapeuta es uno mismo y viceversa, porque lo esencial del terapeuta es su autenticidad, en ella radica su potencia curativa. Una persona que sabe guiar, ser auténtico, ser el mismo a pesar de todo, es un aprendizaje intrínseco en la psicoterapia. La actitud de ser uno mismo implica estar aquí y ahora, siendo responsable y consiente de aquello que se dice y hace, actuando con base a los propios sentimientos y acciones, es decir, siendo consecuente. Uno de los objetivos de la terapia es que la persona aprenda a expresarse, comunicándose lo menos confuso posible y trasmitir lo que piensa y sienta en ese momento.
Curiosamente, el lenguaje que utilizamos para comunicarnos realmente nos esconde de lo que realmente sentimos, las palabras sirven para enmascarar sentimientos, desdibujar situaciones y modificar conductas de expresión tanto gestuales, físicas como mentales; el poder del lenguaje comunicativo-expresivo es muy reprimido, expresa menos información de la que realmente hay detrás de unas simples palabras, que tratan de expresar mil sentimientos englobados en uno solo mensaje, ya sea bueno o malo hay un gran abismo de información retenida en cada persona, que como bien dicen cada persona es un mundo, hay que cuidarlo, observarlo y aprender todo sobre nuestro potencial y así poder conocernos más, logrando sentir nuestra identidad y a partir de ella, ser y actuar.
* Licenciada en Artes Plásticas con Máster en Arteterapia. Residente de la Ciudad de Puebla de los Ángeles, tiene 29 años de edad y en los últimos 5 años ha explotado ambas profesiones en el ámbito geriátrico.