Milka IBÁÑEZ*
CDMX.-Guillermo del Toro no adapta: reinterpreta. Su cine posee toda una línea fantástica; podríamos decir que es su propio universo, habitado por criaturas moldeadas entre las sombras del mito y la ternura de lo monstruoso. Con Frankenstein, su más reciente película, el director tapatío se atreve a dialogar directamente con lo que, a mi parecer, es la madre de todas las historias de creación y condena: aquella que Mary Shelley concibió como una plegaria en una noche de tormenta, mezclada maravillosamente con el mito de Prometeo, aquel que robó el fuego de los dioses.
Esta película se convierte así en una metáfora íntima sobre el poder de la empatía, el dolor de la pérdida y la necesidad del amor.

La historia se desarrolla como si estuviéramos leyendo un libro frente a la pantalla: cada episodio es un capítulo donde la voz del creador y la criatura se confunden en un mismo eco. Del Toro utiliza la cinematografía en su máximo esplendor; cada plano se siente como un recorrido lleno de detalles: desde la elegancia de los props, hasta los diseños de los sets y el impecable vestuario. Todo está colocado con una intención que aporta sentido a la historia.

Las actuaciones son impecables. Oscar Isaac, como el Dr. Víctor Frankenstein, entrega una interpretación emocionalmente contenida, obsesiva, que revela el peso de la culpa y la soledad en su mirada. Andrew Garfield, en un papel tan físico como espiritual, logra un equilibrio mágico entre la inocencia y la ira, convirtiendo al “monstruo” en un espejo de humanidad desquebrajada. Y Mia Goth, delicada como la época exigía, pero libre, gótica y con una fuerza contemporánea y feroz.
El diseño de producción se realizó, en su mayoría, con construcciones reales, maquetas gigantes y un uso mínimo de tecnología digital, lo que devuelve al espectador una textura cinematográfica tangible. Se puede sentir cada detalle jugando dentro de ese universo hermosamente oscuro. Cada objeto, cada telón de fondo, cada tela lleva marcado el sello de Guillermo del Toro y sus múltiples universos: referencias a sus demás creaciones dentro de una obra maestra. El resultado es una experiencia sensorial que rinde homenaje al cine clásico y redefine a estos monstruos de una manera hermosa y profundamente humana.

Pero lo que fue oscuro para muchos lugares fue nuevamente su distribución. Bajo la sombra de esta bendición limitante llamada Netflix, la película —hecha para verse en cines— no pudo llegar a muchos estados de la República Mexicana, replicando el fenómeno de Pinocho, se entiende para ellos el cine es meramente negocio y la descentralización del cine no es prioridad, claro es. Incluso el mismo Guillermo preguntó en redes a su distribuidora sobre las proyecciones en la ciudad de Oaxaca. Pero bueno en Oaxaca solo se tiene un equipo de DCP, el cual al parecer por falta de uso no funciona. Al momento de escribir este texto la Secretaría de Cultura de Oaxaca lanza fechas en las que se proyectará la película en el teatro Macedonio Alcalá. Esperemos las funciones sean todo un éxito.

Frankenstein es una obra que debe verse en penumbra. Si tienen la oportunidad de verla en una sala, no la dejen pasar. Pero, aun si no, sigue siendo una película que debe verse, platicarse y reflexionarse.
¿Quién es realmente el monstruo? ¿La connotación negativa que hemos dado a esa palabra nace de nuestro miedo a lo desconocido, o es, simplemente, un reflejo de nuestros propios miedos?

*Comunicación y Relaciones Públicas. Directora General 24 Risas por Segundo, Festival de Cine y Comedia.








