Entre IA, Prompts y Emociones: una defensa a nuestra humanidad imperfecta.
Cynthia Paredes
Periodista licenciada en Comunicación Social
VALPARAISO, Chile.- Estamos comenzando a vivir rápidamente entre IA, prompts y pantallas, dándole instrucciones a una tecnología que cada día parece comprendernos más… pero ojo, sin sentir. En ese cruce entre lo automático y lo auténtico, florece una necesidad profunda: recordar quiénes somos como humanos.
Uno de los grandes desafíos —y quizás también uno de los regalos más bellos— que ha traído consigo la irrupción, casi abrupta, de la Inteligencia Artificial (IA), es la posibilidad de volver a valorar profundamente nuestra humanidad.
¿Y qué significa eso? Podría tratarse de muchas cosas, pero para comenzar, pienso en acciones sencillas, íntimas y a la vez poderosas. Por ejemplo, el acto de escribir a mano nuestros pensamientos, como se hacía en los antiguos diarios de vida o cartas. Volver al papel. Volver a la emoción sin correcciones automáticas ni filtros. Sin miedo a repetir palabras, sin intentar “perfeccionar” nuestras emociones, simplemente dejarlas ser, dejar que hablen de lo que estamos viviendo: sea bueno, doloroso, alegre o confuso.
En tiempos donde la IA puede escribir por nosotros, pensar por nosotros e incluso imitar nuestras voces y rostros, creo que volver a las raíces es un acto casi revolucionario. ¿Cuáles son esos gestos humanos que nos gustaría proteger? Tal vez una caminata sin celular. Un picnic al aire libre con nuestra familia. Una copa de vino con amistades de toda la vida. Un juego de cartas. El sonido de la risa sin auriculares de por medio.
También considero vital el compromiso con el autoconocimiento. La IA puede acompañarnos —incluso sentirse como una especie de “amigo” en momentos solitarios—, pero no debemos olvidar que es, al fin y al cabo, una herramienta. Muy útil, muy poderosa… pero no humana. No siente miedo, ni ternura, ni la pérdida dolorosa que provoca la muerte de nuestros seres queridos. No ha amado, ni ha fallado, ni ha tenido que levantarse de la cama cuando todo dolía.
Somos nosotras y nosotros quienes llevamos las cicatrices y las historias que nos han formado. Y en ese trayecto, en esa complejidad, hay una belleza única que merece ser cuidada.
La humanidad no está en riesgo solo por lo que la IA pueda hacer, sino por lo que nosotros mismos dejemos de valorar. Amar nuestra humanidad hoy es un acto de conciencia, y también de amor.