Toño SALDAÑA*
BARCELONA, ESP.-En 1996 cuando estudiaba arte tuve una compañera española que era muy diferente a todos en la escuela, era directa, clara y autosuficiente, yo pensaba que era así porque había viajado mucho o porque era europea, pero por lo que fuera me parecía muy feliz y yo quería ser como ella; has de saber que en esa época no existían las redes sociales y el internet no era tan popular como lo es ahora por lo que mi conocimiento del extranjero no era muy amplio, sin embargo, algo en mi interior me decía que la felicidad estaba en otro país así que un día decidí viajar en busca de ella. En ese entonces ese concepto lo relacionaba con todo lo material: una casa, un coche, ropa cara, etc., y al no tener esas cosas me creía menos afortunado. Mientras volaba a mi felicidad pensaba en todo lo que yo iba a lograr en un país que me permitiría llegar tan alto como yo quisiera, pero al mes de vivir en España las cosas no fueron como yo soñaba, tenía frío, extrañaba la comida, no podía comprar lo que quería, no me entendía con la gente, me sentía vulnerable y muy solo, meses después las cosas mejoraron, tenía nuevas amistades y conocí muchas ciudades europeas, esto último se puede escuchar muy glamuroso, pero no fue mi caso, por ejemplo, cuando conocí París llevaba conmigo latas de atún para tener que comer, mi ropa no servía para invierno por lo que me congelaba y para llegar a la Torre Eiffel tuve que correr de tienda en tienda buscando el calor de la calefacción, cuando por fin llegué al famoso monumento había tanta neblina que no se veían más que las patas. Un día desesperado por el frío compré un abrigo usado, sucio y polvoriento, como lo único que quería era estar calentito, eso no me importó. Me da mucha alegría poder contarte esto y a pesar de recordar todos los contratiempos siento una gran felicidad que me fortalece ¿por qué me sucede esto?
Hoy en día sé que la felicidad no está en las cosas materiales, incluso hay estudios que demuestran que cuando uno compra un objeto (sin importar cuál sea) la emoción que nos produce no dura más de tres meses y después volvemos al estado emocional inicial, pero el recuerdo de una experiencia mejora y dura toda la vida, esto es porque los objetos pierden la novedad, pero los recuerdos de lo vivido no, según el psicólogo Richard Wiseman en su libro “59 segundos” la memoria respecto a las experiencias se distorsiona con el tiempo, uno borra todo lo horrible y se queda con el momento de felicidad, otros estudios describen que los objetos enseguida se vuelven viejos, raídos y desfasados, más no las vivencias.
Los objetos en ocasiones son necesarios, como el abrigo usado que compré en París, pero estos no cubren nuestras necesidades psicológicas, yo podría haber seguido persiguiendo el calor de las tiendas y la experiencia hubiese sido igual de buena, el abrigo lo hizo más fácil, pero no fue por su precio o su marca. Muchas veces compramos algo con la intención de cubrir una necesidad, pero terminamos supliendo otra, quienes hacen publicidad lo saben y a menudo juegan con esa idea, así que vemos anuncios de refrescos ofreciendo amistad o familia, coches que dan libertad o cadenas de comida rápida que dan felicidad, nos engañan ofreciendo un momento que en realidad es gratis.
Un viaje sin importar a dónde o cómo sea nos librará del estrés, una reunión (sin importar dónde) con nuestras amistades o con un ser querido puede reforzar nuestra autoestima y crear vínculos emocionales más fuertes con quien nos relacionamos. Recuerda un momento que haya sido maravilloso, seguramente no pensarás en lo que costó sino la felicidad que te produjo, por eso, te recomiendo que inviertas más en experiencias porque al igual que mi excompañera, esas vivencias serán tus fortalezas ante las adversidades.
* Licenciado en Diseño Gráfico con Maestría en PNL e Inteligencia Emocional. Especializado en pintura y expresión gráfica, Restaurador de Arte. Artista Plástico multidisiplinario con más de 25 exposiciones individuales dentro y fuera de México. IG: tonosaldanaartista
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