EL TRIUNFO SOBRE EL OLVIDO
Mariana Navarro
GUADALAJARA, Jalisco. – Hay un enemigo silencioso que acecha en cada rincón del tiempo.
No tiene rostro, no deja huellas visibles, pero su sombra se extiende más allá de lo que el ojo puede ver.
Su nombre es olvido.
Y aunque parezca invencible, hay quienes se alzan contra él, armados solo con palabras, con gestos pequeños que gritan: “Aquí estuve, aquí existo, aquí permaneceré.”
El olvido no llega de golpe.
Es una brisa tenue que se convierte en viento fuerte si nadie la detiene.
Comienza con un nombre que ya no se pronuncia, una historia que deja de contarse, una casa que se derrumba en el silencio de la indiferencia.
Pero hay algo en el alma humana que se resiste a desaparecer, una necesidad feroz de dejar una marca, de desafiar la fugacidad del tiempo.
HUELLAS EN LA ARENA DEL TIEMPO
¿Qué es, si no, un poema? Un puñado de palabras que se niegan a morir. ¿Qué es un edificio antiguo, un mural desvanecido, una fotografía olvidada en un cajón?
Son gritos congelados en el tiempo, testigos que dicen: “Mírame. No soy polvo. Fui y sigo siendo.”
Cada piedra que aún se alza en un templo milenario, cada letra escrita en un diario viejo, es un acto de rebelión contra el olvido.
No importa que el viento sople fuerte o que las ciudades cambien de rostro; mientras alguien recuerde, mientras alguien mire, el olvido pierde la batalla.
LA MEMORIA COMO UN ACTO DE AMOR
Recordar no es solo un ejercicio de la mente.
Es un acto de amor.
Porque al recordar, damos vida otra vez.
Nombrar a quien ya no está es invocar su presencia.
Caminar por una calle antigua y detenerse a imaginar quién la recorrió antes que nosotros es tender un puente entre dos épocas.
Los pueblos que entienden esto, no desaparecen.
Puede que cambien de forma, que sus idiomas evolucionen, que sus creencias se transformen, pero mientras alguien cuente sus historias, siguen vivos.
EL OLVIDO SE DERROTA CON MIRADAS
No necesitamos monumentos gigantescos para vencer al olvido.
A veces, basta con un gesto simple:
Visitar una casa antigua y preguntarse quién vivió allí;
leer un poema en voz alta para que las palabras no mueran en la página;
guardar una carta vieja, no por lo que dice, sino por lo que significa.
Cada mirada que se posa con intención en algo que podría haberse perdido es una victoria.
SOMOS GUARDIANES DE LO QUE FUE
El verdadero triunfo sobre el olvido no está en construir para siempre, sino en recordar incluso lo efímero.
Un dibujo en la arena desaparecerá con la marea, pero si alguien lo miró y lo llevó en la memoria, ha vencido al olvido.
Nosotros, los gestores culturales , los soñadores, los viajeros del tiempo, sabemos que la eternidad no está en la duración, sino en la intensidad del recuerdo.
Cada palabra escrita, cada historia contada, es un acto de resistencia.
Porque mientras haya alguien que escuche, alguien que mire, alguien que sienta, el olvido jamás tendrá la última palabra.
Y en ese susurro que atraviesa los siglos, en ese eco que se niega a apagarse, está el verdadero triunfo.
Y usted dirá :
¿qué mosco le picó a la escritora que hoy viene a hablarnos del olvido ?
Es que se nos está olvidando ser lo que somos como Mexicanos.
Nos están empujando a usted y a mí , como latinos a olvidarnos de quiénes somos y quiénes fuimos .
Y hoy quiero invitarlos a través de las banderas blancas ,
a que no se le olvide quiénes somos y por qué usted y yo valemos tanto como latinos y como Mexicanos .
Nosotros tenemos memoria y el principal recurso para reconstruir nuestra nación y nuestra propia esencia es no olvidarnos quienes somos como mexicanos .
Podemos empezar con cosas simples :
El olvido, ese huésped silencioso, no se combate con grandes gestos, sino con pequeños actos de devoción cotidiana.
Para seguir siendo lo que somos como nación hay antídotos :
Nombrar, pronunciar en voz alta los nombres de quienes estuvieron antes, de los lugares que nos dieron forma, de las historias que nos construyeron como nación , con cada héroe nuestro.
Cada nombre es una chispa que nos enciende la memoria.
Contarnos historias de lo que importa : No dejar que los relatos mueran en el silencio.
Narrar, incluso lo que parece insignificante, de nuestras tradiciones , es sembrar semillas de eternidad en el corazón de otros.
Caminar y visitar las calles antiguas, tocar sus muros gastados por el tiempo, detenerse frente a una ventana que alguna vez fue el umbral de un sueño.
Los lugares hablan si les prestamos oído.
Hay que escribir lo que somos .
La palabra escrita es un conjuro contra la desaparición.
Un diario, una carta, un poema: todo lo que dejamos en papel se convierte en testimonio.
Restaurar la imagen de lo que se ha desgastado, proteger lo que permanece en pie.
La conservación es un acto de amor que dice: “Esto importa.”
Recordar juntos nuestra historia : La memoria compartida es más fuerte. Reunirse, celebrar, rememorar en comunidad nuestras fechas tradicionales , es tejer una red que sostiene el pasado para que no caiga en el abismo del olvido nuestra nación .
CONCLUYENDO
El olvido siempre rondará, paciente y silencioso, pero no es invencible.
Su fragilidad está en que depende de nuestra indiferencia.
Mientras haya un corazón dispuesto a recordar, un gesto sencillo que preserve, una voz que narre, el olvido pierde su poder.
Triunfar sobre el olvido no es una hazaña grandiosa, sino una suma de actos cotidianos, pequeños destellos de memoria que, juntos, forman una constelación luminosa en la vastedad del tiempo.
Recordar es un acto de resistencia, pero, sobre todo, es un acto de amor.
Mexicanos no olvidemos los que somos: siempre seres amorosos .
Y el amor, lo sabemos bien, es el único remedio que jamás se agota.