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  • La historia de Fanny, una niña gimnasta muy pequeña con un sueño muy grande.

Nora VILLEGAS*

CDMX.- “Ser gimnasta y destacar en México significa dejarlo todo, significa sacrificar la escuela, la familia, el tiempo de juego, las fiestas, los dulces, la niñez; tengas la edad que tengas, tengas la posición económica que tengas, la situación familiar que tengas, tienes que estar dispuesto a dejarlo todo”, señala la madre de Fanny, desesperada porque su hija había perdido el rumbo a los 11 años.

Fanny tenía tres años y una madre llena de sueños deportivos pendientes de cumplir. “Nadie debe sentir culpa por llevar a sus hijos a hacer deporte y pensar que eso es lo mejor para ellos, siempre nos enseñan que hay que ganar, ser competitivos, ser el mejor, destacar, pero no nos dicen cuál es el precio para llegar”, agrega María, mientras se asegura que Fanny, hoy de 13 años de edad, no la escuche.

María empezó a llevar a Fanny a una escuela de gimnasia cerca de su casa, “la verdad no se era una escuela seria, no tenía instalaciones adecuadas, ni profesoras experimentadas, se trataba de `brinquitos 1`, `pelotitas 1` y cuando yo me di cuenta de eso, quise llevarla al siguiente nivel; además porque te venden la idea que tu hija es muy buena, es la mejor de la clase y amerita invertir en ella y explotar sus capacidades”, asegura en tono sarcástico, como quien está consciente que a esa edad y con esas clases recibidas, no puedes hacer un veredicto tan prematuro.

María decidió llevar a su niña a una reconocida y cara escuela de gimnasia en el Estado de México, ya eso implicaba para ella más tiempo de traslado, pero entusiasmada pensaba “tú como mamá, imaginas lo grande y hermoso que debe ser ganar una competencia, subir a un pódium, ganar medallas, reconocimientos, y hasta una beca deportiva para estudiar en el Tec de Monterrey, la Ibero o la UVM, y digo lo imaginas, porque tampoco sabes lo que eso significa y el precio que terminas pagando”, aseguró María.

Desde el momento que Fanny empezó a asistir a la escuela de gimnasia, ambas despegaron los pies del piso. Las profesoras hicieron su parte, la labor de venta que hace prosperar un negocio de este tipo consiste en vender a los padres de familia una idea de “campeón a corto plazo” y a las niñas, venderles un sueño ideal al alcance de su mano.

El precio es alto “estamos hablando que un traje barato te cuesta 700 pesos en promedio, si quieres uno bordado con piedras de swarovsky, tres o cuatro mil pesos; se necesitan al menos cuatro trajes para cada competencia; la colegiatura de la escuela de gimnasia, a eso súmale que las profesoras te venden cuatro o cinco competencias al año en algún estado de la República y te cobran su viaje, su hospedaje, su comida; ¡incluso, nos vendieron un viaje a una competencia en Canadá!, yo me endeudé para ir, porque según ellas, en ese momento mi hija era la estrella del equipo y tenía que ir. No lo niego, fue una experiencia padrísima, pero de competencia, nada; competían contra ellas mismas, solo que en Canadá”, aseveró María.

“Mantener ese ritmo de gastos es realmente difícil, sólo lo logras si eres de clase media alta y las profesoras lo saben perfectamente, así que, si tú no llegas en una camioneta del año, si no puedes pagar todas las `competencias` y los viajes, tu hija empieza a ser relegada, ya no le ponen la misma atención, empiezan a sacarla de la jugada. Laura Acosta (coordinadora de la gimnasia rítmica en México y quien actualmente está en Tokio, pretende contender por la dirigencia internacional de la Federación de Gimnasia), cobra 800 pesos por un día de disque curso en el que ni siquiera voltea a ver a tu niña, les dice que están gordas, que no tienen las piernas largas, que no tienen el cuello estilizado, ¡pues no! tienen físicos mexicanos”, explica María.

María y Fanny se enfrentaron a la realidad cuando Fanny hizo examen a la secundaria. “Según salió de la primaria con promedio de 9.5, en ese momento pensábamos que ¡Fanny era una super niña!, podía con todo, buena estudiante, ganaba medallas en sus competencias, viajaba y no se afectaba su desempeño escolar. Lo que realmente estaba pasando era que en la primaria toleraban y regalaban calificaciones a las niñas que entrenaban gimnasia con el discurso de “apoyo al deporte”, afectando severamente su desempeño académico y la escuela mientras siguiera recibiendo puntualmente la colegiatura, no se peleaban con sus clientes”, subrayó María.

La realidad llegó de golpe a la vida de Fanny, “yo ya no podía con ambos gastos y quise meterla a una secundaria federal, mi sorpresa fue que no se quedó en ninguna, traté de justificarla porque habíamos llegado de una competencia en El Salvador a las dos de la mañana y presentó el examen a las 8 a.m., fuimos a hacer examen en Fundación Azteca, tampoco se quedó, fuimos a una escuela privada y ahí yo hablé con la directora, casi exigiendo que debían apoyarla porque ella era gimnasta y tenía competencias y tenía que faltar y a veces no hacer trabajos y tareas; claro que la directora me mandó muy lejos y me dijo ­­-no señora, si Fanny falta o no entrega trabajos, aquí reprueba-.

Llorando y desesperada, Fanny le dijo a su mamá que no quería volver más a la gimnasia. En la competencia de “El Salvador” la niña no ganó ninguna medalla, la maestra le dijo que ya no iba a trabajar con ella porque era chaparrita, sus piernas no eran largas y sus compañeritas eran mejores, “Fanny empezaba a presentar síntomas de anorexia, baja autoestima, depresión, rebeldía. ¡Empecé a caer en cuenta que las niñas del equipo se escondían de las mamás y maestras para comerse un chocolate, que temían comer tortillas y engordar a los 11 años!, empecé a ver que entre ellas mismas eran elitistas, se daban consejos para adelgazar a esa edad, algo no normal en una niña. El colmo fue que hay madres que pagan maquillajes profesionales porque es un deporte en donde la estética y la imagen son más importantes que la rutina o las habilidades”, puntualiza la madre de Fanny.

Fanny inició un proceso de recuperación académica, el cual no le costó ningún trabajo, sin embargo, el proceso emocional de renuncia al equipo de gimnasia, al sueño del pódium, de la beca en la universidad prestigiada, la recuperación de la autoestima y la seguridad de haber tomado la mejor decisión, están aún en la mesa.

María su madre comenta que “Fanny ve en redes sociales que las compañeras siguen y ganan y avanzan en su equipo y yo me pregunto ¿hice bien o mal?, ¿y si nos hubiéramos quedado?, pero estoy segura que el precio que se tiene que pagar para llegar a donde está Alexa Moreno es un precio altísimo. El camino de Alexa Moreno ya lo recorrió alguien antes, le abrió la puerta, no llegó sola por sus propios méritos, Alexa tiene un lugar asegurado, sea buena, gorda, fea o bonita, mi hija no lo tiene, nosotras deshicimos el sueño de ser gimnastas porque nos dimos cuenta que era eso, sólo un sueño”. Concluye María.

 

*Periodista egresada de la UNAM. Amplia experiencia en el campo laboral más por necesidad que por convicción. Amante apasionada de las causas perdidas, de las buenas historias, de la vida, la libertad y sus enjuagues.

norvill_23@yahoo.com.mx

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