* Por primera vez en la historia de México, el presidente en turno reprocha a la UNAM haberse “derechizado”.
Nora Villegas*
CDMX. – El 23 de octubre, en la conferencia mañanera, el presidente Andrés Manuel López Obrador expresó que “no sólo la UNAM, sino todas las universidades habían sido sometidas al pensamiento neoliberal, todas. Es lamentable que la UNAM se haya ‘derechizado’ como sucedió en los últimos tiempos…”, ante la declaración del presidente, las críticas no se hicieron esperar.
Andrés Manuel López Obrador sostuvo que la resistencia ante las atrocidades y el saqueo del país, no sólo no surgió de la UNAM, sino que, al contrario, los académicos e intelectuales no estuvieron a la altura de las circunstancias y que los movimientos estudiantiles habían surgido en otras universidades como el movimiento Yo soy 132, que surgió de la Ibero. Calificó de lamentable este hecho y lamentó que no se quiera polemizar este tema.
Hasta antes del actual gobierno, resultaba inconcebible que el mismo presidente de la República considerara necesaria la crítica universitaria al sistema de gobierno, que dentro de la universidad pudiera considerarse la política como entreguista y oportunista. Ningún presidente habría reprochado jamás a la UNAM, la falta de presencia en la resistencia estudiantil y académica, al contrario, las manifestaciones sociales contrarias al modelo político, no solo eran reprobadas, sino hasta reprimidas con fuerza pública.
“Derechizar” es un concepto en el que se debe reflexionar y como asegura el presidente, no enojarse. No cabe duda que “derechizarse”, significa “retrogradar”. Pensar, actuar y gobernar desde la derecha en México implica ser antagonista de la izquierda; es decir, pensar y actuar contrariamente a lo establecido, contradecir el estatus quo y el cambio que, necesariamente exige el progreso, la libertad y la igualdad, conceptos que se contraponen a los intereses de dominio y desigualdad que hemos padecido durante años y que se practican en las cúpulas empresariales y políticas.
Con el gobierno actual, vuelve a la escena pública el enfrentamiento entre liberales y conservadores, luce con toda su fuerza un grupo poderoso que persiste en mantener el antiguo régimen, rechazando de forma tajante cualquier transformación económica, política y social que vislumbre el progreso, la libertad y la igualdad entre los individuos. La Universidad, no ha sido la excepción. Subordinada a la aplicación de políticas neoliberales, la UNAM ha vivido episodios de presión y represión en momentos álgidos en los que el debate de “izquierda” surge, tanto del alumnado, como del magistrado universitario.
La comunidad universitaria ha resistido con movimientos intelectuales, ha defendido el ingreso mayoritario, la gratuidad y el pase automático, la autonomía, los planes de estudio, hasta las condiciones laborales de maestros y autoridades; sin embargo, parece que esta lucha por la igualdad de oportunidades termina una vez que se egresa y se sale al campo laboral, en donde la mayoría de los profesionistas enfrentamos una pared ideológica de competencia con profesionistas de otras universidades, cuyos perfiles son siempre más y mejor cotizados que aquellos quienes pagamos 20 centavos semestrales por una educación de la más alta calidad en América Latina.
Es innegable que las posturas críticas a los regímenes políticos, el compromiso social, la conciencia de clase y el conocimiento científico social ha sido la base fundamental de la educación universitaria en la UNAM, pero miles de profesionistas egresados se han enfrentado a la intolerancia de aquellas ideologías que sólo acogen a profesionales que no cuestionan, sobreviven y apoyan el rancio conservadurismo que maneja la política y la economía del país y que no permite, ni permitirá de ninguna manera, movimientos sindicalistas, estudiantiles, expresiones artísticas que despierten conciencias, apoyos a movimientos indígenas, de género, políticos, liberales, etcétera. Y si lo permiten, el gusto dura solamente el tiempo universitario, porque una vez egresado, la cruda realidad nos estampa en la cara la decepción de no haber cambiado nada.
La resistencia es importante pues, pero lo que interesa en este debate es si logramos cambiar algo. Muy poco. No basta el debate, no basta un movimiento acallado con la policía, no basta el romance juvenil con grupos vulnerables, cuando la realidad laboral y económica nos presiona hasta ahorcar, hasta terminar convencidos de que ser de “izquierda” es bonito cuando eres joven, y hoy se trabaja sin derechos, se gana miserablemente y se sobrevive agradeciendo que al menos tienes trabajo para pagar tus deudas.
A este respecto, las autoridades universitarias no han movido un sólo dedo. La gente estudia porque pretende cambiar el entorno en donde vive, porque sueña con una vida mejor, y eso, necesariamente, implica aportar al entorno social elementos de progreso y de igualdad, elementos que terminan por ser obsoletos y hasta ridículos cuando uno de más viejo se los piensa.
Un universitario promedio egresado de la UNAM, tiene muchas más desventajas en el mercado laboral, el estigma de “izquierdoso” lo deja sin muchas pretensiones, son garbanzas de a libra aquellos universitarios cuyos empleos aportan al cambio de conciencia, a la cultura, el arte, la política y la economía. La mayoría salimos a competir con egresados de escuelas improvisadas que enseñan discursos que “no enojan”, que no alteran las metas empresariales y políticas.
Seguros de que la organización política y la conciencia universitaria no funcionará fuera de la UNAM, las autoridades lejos de abogar por las oportunidades de ingreso populares, por los universitarios y planes de estudio, por los egresados, profesores, investigadores, académicos de la UNAM, las autoridades universitarias han estado preocupadas por cómo quitar horas de clase a los académicos, cómo reducir los ingresos de los trabajadores, cómo reducir la matrícula cada año, cómo reprimir las protestas universitarias, cómo generalizar contratos temporales, cómo no actualizar los planes de estudio, cómo hacer desaparecer la democracia institucional, cómo borrar el estigma de “izquierda” de la Máxima Casa de Estudios, lo que la hace entonces, una entidad “derechizada”.
* Periodista egresada de la UNAM. Amplia experiencia en el campo laboral más por necesidad que por convicción. Amante apasionada de las causas perdidas, de las buenas historias, de la vida, la libertad y sus enjuagues. norvill_23@yahoo.com.mx