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Armando EBOLI*

PUEBLA, PUE.- Hace unos meses el Frente Amplio por México estaba mudo, todos sus candidatos eran caras conocidas carentes de frescuras, que no parecían opciones viables para convencer al electorado y enfrentarse a la tremenda popularidad del presidente y de su partido el Movimiento Regeneración Nacional (MORENA). En esa realidad, la posible salida de Marcelo Ebrard a Movimiento Ciudadano (MC) tenía todo el sentido del mundo. Andrés Manuel López Obrador (AMLO) es consciente de su debilidad en el electorado de clase media y educación universitaria, ese electorado de centro, es decir moderado, simpatiza bastante con Ebrard, un elector que puede simpatizar con MORENA, pero no es incondicional o militante. Tener una elección competitiva entre MORENA y MC hubiera sido la estocada final a los partidos del viejo régimen, pero la aparición de Xóchitl Gálvez dejó como principal damnificado a Marcelo Ebrard.

Su elección como candidata del Frente Amplio entusiasmó a los medios, en primer lugar, porque se da ese “mujer vs mujer” en un país machista, que ilusiona a muchos; por primera vez en México, gane quien gane, habría una mujer presidenta. Ante esa grandilocuencia, la candidatura de Marcelo Ebrard deslucía en MORENA.

En segundo lugar, Xóchitl y Marcelo le hablan, en cierta forma, al mismo electorado, a esos que Andrés Manuel desprecia por tibios, porque si no estas con él, estás contra él. La popularidad del presidente obliga a Xóchitl a evitar críticas a los programas sociales, asume que el antiobradorismo está con ella y sólo le queda ganar votos en el obradorismo decepcionado. Ebrard por otra parte, le hablaba directamente al obradorismo decepcionado y quizá, ese fue su error: no pudo comunicar a las bases del partido, desde el principio, que él representaba la continuidad de López Obrador.

Andrés Manuel será la persona más importante de esta elección y la referencia de la campaña; ningún candidato se atreve a enfrentarlo abiertamente, incluso Xóchitl Gálvez se cuida de decir algo bueno antes de tirar una crítica. Por lo mismo, en esta elección todos apostaron por vender continuidad en lugar de cambio. Xóchitl parte de reconocer lo bueno del obradorismo y remata con un “no es suficiente, queremos más”; por decirlo de alguna manera, ofrece lo “mejor” deñ obradorismo con lo “mejor” de gobiernos anteriores. Ebrard ofrece otra cosa, un obradorismo mejorado por así decirlo, el obradorismo como algo perfectible. Mientras que Claudia Sheinbaum vende el obradorismo tal y como está, continuidad pura.

Y con todo, el presidente parece estar en paz con Marcelo Ebrard; no lo ha criticado en la mañanera, lo que es raro para un enemigo político. Marcelo ya no tiene lugar en esta elección, pero sigue haciendo ruido; quizá el ya asumió su derrota, pero la estrategia es que se hable de Claudia Sheinbaum y mientras dure el conflicto, Claudia estará en los noticiarios, portadas de revistas y periódicos, columnas de análisis y mucha publicidad gratuita que no podrá ser fiscalizada por el Instituto Nacional Electoral (INE).

 

*Licenciado en Ciencias Políticas por la Universidad Popular Autónoma del Estado de Puebla (UPAEP) y pasante de la maestría de Periodismo Político por la Escuela de Periodismo Carlos Septién García. Interesado en relacionar arte con política. De gustos altermundistas pero acostumbrado a vivir en un mundo neoliberal.

exxebo@hotmail.com

 

 

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