Arturo DIEZ*

León, GTO.- No escribir, hacer de cuenta como que no pasa nada. Omitir el impulso de pergeñar unas notas que apunten hacia un texto y permitir que la memoria ceda paso al olvido. O escribir, empezar a buscar entre los momentos que se van acumulando con los días y seleccionar algunos, organizarlos, convertirlos en palabras, en recuerdos. Estas son las dos opciones en las que en diferentes momentos he pensado.

A veces vuelvo a aquel consejo que leí en The catcher in the rye (El guardián entre el centeno) de J. D. Salinger, donde el protagonista y narrador recomienda no contar nunca nada a nadie, porque entonces se comienzan a construir los recuerdos y con estos, después, uno empieza a extrañar. Resistirse a escribir sobre las cosas que nos van pasando, de contárselo aunque sea a aquel lector imaginario que supone toda escritura (si bien podría ser a uno mismo), puede significar dar paso al olvido de ciertos sucesos personales.

Sin embargo, también están esos temas que nos obsesionan, que nos asaltan en los trayectos diarios, en la regadera o que a medianoche nos despiertan y nos hurtan el sueño. Están esos momentos que se adhieren al transcurrir de los días y mientras mucho queda en el polvo andado, estos instantes permanecen, se van acumulando en una gran masa y nos obligan a tomar palabra. Porque sólo en la palabra escrita, pierden parte de su desorden y habitando la hoja, la memoria deja de tenerlos en cuenta. Si bien, como recomienda Golden, el personaje de Salinger, contarle a algo a alguien es una manera de empezar a recordar y a extrañar; escribir también puede ser plasmar un recuerdo para olvidarse de él.

Los días fluyen constantes como un río y al cruzarlo a pie, las ideas, momentos y experiencias son el limo que se queda en el calzado; pueden verse como obsesiones y no es hasta que se toma una varilla, pero también podría escribir un lápiz, que se quita ese sedimento para seguir el paso. Imposible ganarle la batalla al caos, pero ponerle de vez en cuando un orden sí que trae una gota de paz.

Los días se acumulan en meses y los meses en años, ¿qué rescatar de este paso incesante? Imposible querer guardarlo todo. Pero cuando no se guarda nada, llegan las noches de viento frío y ropas abultadas pidiendo un hilito de calor que las salve y nos cuide el sueño para despertar cada mañana. Que esas palabras nunca nos falten.

 

*Nací y crecí en Xalapa. Estudié ciencias de la comunicación en la UNAM y en mi tiempo libre me aficiona leer para vivir otras vidas, así como escribir para contar algo de la mía. arturodiezg@outlook.com

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