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Para Bojan Ivich.

Selene PADILLA*

En un bosque lleno de luz donde no solamente habitaban una hermosa flora y fauna, sino también unos hermosos clanes de hadas y gnomos, seres extraños de gran belleza o simpatía -según fuera el caso- trabajaban juntos para mantener el equilibrio con la naturaleza.

Las hadas elaboraban cuidadosamente las pócimas necesarias para curar a los animales del bosque: tenían el remedio para todas las dolencias en sus manos, sus remedios eran magia venida de la mano de Dios, mezclaban perfectamente raíces, hierbas y semillas para conservar la salud de todos los animales y lo único que podía impedir su trabajo, era que cayeran en manos de algún cazador.

Las hadas -además de salvar con sus pócimas a los animales- conectaban la vida de los árboles y todas las plantas que formaban parte de aquella hermosa vegetación. Ellas habitaban con gusto aquel lugar y cada una cumplía con su función con agrado; cada familia de hadas tenía también a su médico encargado de curar las enfermedades familiares. El bosque era apacible y tibio.

La paz de aquel bello lugar sólo se veía turbado por presencia de los cazadores que era cuando todas estas criaturas tenían que huir sin remedio dejando que los humanos realizaran sus destrozos.

Sonia era una de aquellas hadas, era un hada muy pequeña que siempre estaba feliz aunque no la quisieran sus compañeras; para ellas, siempre sería una torpe despistada y tal vez pensaban que sería mejor que habitara sola en su propio bosque.

Sonia había nacido con una marca en forma de estrella muy particular en su vientre, haciendo que despidiera una luz intensa parecida a la de las luciérnagas, y por ello, las demás hadas se burlaban de ella. Le decían que era un hada bastante rara y fea, aunque en realidad, ella no lo era; tenía unos ojos muy grandes y con mucho brillo que parecían almendras, un largo pelo castaño lleno de risos, sus sonrisa reafirmaba lo bonito de su cara, su nariz hacía perfecto juego con su cara, pero sin lugar a dudas, lo mas bonito era su sonrisa.

El cuerpo de Sonia habría sido el modelo perfecto de cualquier pintor renacentista, pero las hadas eran demasiado delgadas y eso la hacía diferente a los ojos de los demás.

Sonia decidió un día esconderse de los demás para que nadie notara el brillo de su marca en el vientre debido a que algunos la habían llamado “cosa luminosa de humanos”, recordando la época navideña en la que veían cómo los humanos sus hogares con esferas y mucho color, haciendo que se vieran a la distancia.

¡Cosa rara, luz de humano! le gritaban, hasta desaparecer corriendo, entonces, Sonia se volvía tan solitaria y callada que hacía sus labores en silencio para marcharse a dormir. Todos los días la comunidad de hadas la veía salir con su saco de polvos mágicos, hierbas para preparar pócimas y su uniforme de tabajo que hacía lucir sus bellas alas azules, grandes y fuertes para volar.

La pequeña hadita regordeta nunca olvidaba su saco con miel, el alimento de las hadas,  saco especial que su madre había tejido para ella con fibra de espinos y tallos de rosa para hacerlo resistente.

“Y ahí esta la distraída, seguramente su madre le pone ración doble de miel a la torpe”, exclamaban sus compañeras. ¡Qué tortura era la hora del almuerzo porque las compañeras aprovechaban para molestarla!

Sin embargo, a la pequeña hada le hacía feliz su trabajo con sus polvos y con su varita de la vida podía platicar con las plantas; el árbol favorito de Sonia era un gran roble que servía de hogar a una pequeña familia de búhos y Sonia lo abrazaba pasando horas platicando con él, pero también le gustaba platicar con las rosas blancas. Ello era lo que más le gustaba de su labor.

El roble era viejo y sabio, dador de consejos, todo un caballero mientras, mientras las rosas le decían que se quedara con ellas,paras que se cuidasen mutuamente y como no lo hacía, las escuchaba llorar cuando se marchaba a curar animales.

Lo único que entristecía a Sonia, era que no podía proteger el bosque de los humanos y ya había perdido la cuenta de cuántas veces huyeron por incendios, cacería y demás barbaridades que hacían los humanos.

Un día, se le olvidó tapar su estrella, estaba demasiado feliz para recordar que nació con la marca de las hadas que comen raíces de árbol desatando un sin fin de risas burlonas de todas las hadas que se decían “mírala, seguro el foco humano no tiene cerebro de hada, es estúpida y sólo sirve para diversión”.

En ese momento, también decidieron divertirse con ella pretendiendo agarrarla de pelota, pero para su sorpresa, Sonia fue rápida para reaccionar sacudiendo sobre ellos una rama de rocío que les mojó las alas haciéndoles caer, momento que aprovechó para escapar volando hacia su amigo el roble en busca de refugio.

El viejo roble le dio protección y consuelo hasta que se calmó; el viejo roble era su familia y sabía que podía contar con el siempre.

Haciendo el recorrido de trabajo, Sonia decidió no hablar, no hablaría más con ninguna hada, se guardo en el silencio mientras veía a las hadas azules realizar una hermosa danza alrededor de todos los roboles. ¡Qué hermosas se veían!, pero las hadas come raíces con luz interna nunca bailaban y verlas, era un privilegio.

 

*Comunicóloga con Maestría en Habilidades Empresariales, locutora y actriz.

FB: Selene Padilla Desgarennes

 

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