Toño SALDAÑA*
BARCELONA, ESP.-Escribo esto para ti, que al igual que yo, vives el dolor de haber perdido a un ser amado; su amor será la luz que ilumine tu camino.
“La muerte no podrá escalar tu altura.
Tú nunca morirás en la existencia
será lo venidero tu presencia
en una abierta soledad madura.
Prolongarás el mundo en tu figura
y vencerás la frágil resistencia.
Nadie, al marcharte, notará tu ausencia
porque tú estás en todo lo que dura.
Vivirás en la tierra, en el sonido,
en el polvo, en el polen, en el viento,
en amplia soledad, en piedra inerte.
En todo lo existente y lo existido
en la inercia total y el movimiento,
en todo, en todo… menos en la muerte.”
(Neftalí Beltrán, frg. Todo se torna amargo, 1944)
Todos, en algún momento experimentaremos el dolor por la muerte de un ser querido, hoy me tocó a mí; estoy triste, agotado y devastado. Saber lo que pasará durante el duelo me ayuda a no sentir que estoy mal; tienes que ser fuerte, dicen, pero ¡No quiero ser fuerte!¡Tengo derecho a estar destrozado!
El camino es largo y puede que te suceda como a mí que el primer día no sentí nada, me paralicé; el cerebro me daba tregua dejándome en estado de shock ante la inmensa ola emocional que estaba a punto de llegar; es verdad cuando dicen que nada se compara con la muerte de un ser querido; se habla mucho de las etapas del duelo: negación, enojo, negociación, tristeza, depresión y aceptación, pero no nos dicen que estás emociones llegan desordenadamente y en ocasiones, todas al mismo tiempo o vas y vienes, por eso es importante vivir el duelo acompañado de seres queridos que nos permitan expresar lo que sentimos sin juzgarnos, compararnos o presionarnos para sentir algo que no estamos listos.
El duelo, duele; no es una enfermedad o un trastorno, para mí es como un puente que hay que cruzar, se comienza con mucho dolor y se avanza poco a poco hasta la transformación, este “puente” cumple con la función de devolvernos el yo perdido reorganizando nuestro día a día, porque literalmente, una parte de nosotros ha muerto.
No hay dos duelos iguales, ni un modelo a seguir, cada quién tendrá el propio y nadie sabrá lo que sufrimos; sin embargo, te aseguro que volverás a tener esperanzas, ganas de vivir y anhelos de un futuro, mientras tanto tendrás que ser amable contigo, ponerte pequeñas metas al día, por ejemplo: hoy me bañaré; al día siguiente, daré un pequeño paseo; yo me propuse solamente cruzar la puerta del gimnasio y nada más; no te presiones tú sabrás tus tiempos y necesidades.
Fase aguda
Duración: 2 a 8 meses (aproximadamente)
El duelo es una gran batalla entre dos emociones opuestas, la idea de que nuestro ser querido se ha ido y la de no aceptarlo; nos es imposible romper el lazo del vínculo. Al inicio nos abandonamos ante la duda de no saber si podremos sobrevivir, dudamos de quién o qué seremos, mientras que revolotea la sensación de –Sin ti soy menos porque estoy incompleto; el dolor se instala junto con un torrente de lágrimas, enojo y lamentos porque –¡Yo era el que tú mirabas! y el cerebro despierta el instinto de supervivencia que grita –¡No te des por vencido y búscale!
El momento en que nos encontremos será crucial para que el cerebro entienda o no la pregunta de ¿podré vivir sin ti? Por ejemplo: el fallecimiento de una madre será diferente para un adulto que para un niño pequeño, también influirá el grado de vinculación, dependencia o responsabilidad emocional que se tuviera con el que ya no está, pero el dolor siempre será muy personal.
Surgirán conductas como: falta de apetito, desinterés por el mundo, bajadas o subidas de peso, imprudencia, llantos, lamentos, dolor en la zona del pecho, búsqueda obsesiva del que ya no está, abandono del cuidado personal, pocas ganas de vivir, tristeza profunda, etc., después de la muerte despiertan mecanismos como la negación, culpa, negociación, sueños recurrentes, incluso en ocasiones escucharemos su voz y creeremos haberle visto o sentir su presencia (ten cuidado de no caer con personas que quieran aprovecharse del dolor ofreciendo el “contactarlo”) necesitaremos contar una y otra vez la misma historia repasando a detalle lo sucedido; desahogarnos hasta quedándonos sin fuerzas, sin embargo, cada persona en base a sus creencias espirituales, entorno, valores, etc., lo experimentará de un modo u otro. Todo lo que nos sucede en este momento es normal, transitorio y cumple con una función.
Te recomiendo que, todos los días, en un cuaderno escribas tu dolor, anota todo lo que creas que quedó pendiente, explícale cómo te sientes, enójate, grita, llora, desahógate, verás que te escucha y tú conseguirás sentirte un poquito más reconfortada/o porque cuando intentamos ocultar o evadir las emociones estas solo se amplifican.
Fase adaptativa
Duración: 12 meses (aproximadamente)
No le estás olvidando o “superando”, la muerte de un ser querido nunca se “supera” sino que se aprende a vivir con ello y el dolor no desaparece se transforma en algo que da fuerza y sentido a nuestra existencia.
La exposición repetida de la vida cotidiana hace que el cerebro entienda que sí podemos vivir sin el ser amado; el entorno sano juega un papel muy importante y dar paso a las emociones contribuirá para que construyamos nuestra nueva identidad con nuevos motivos para seguir adelante. En esta etapa se detendrán los pensamientos de: no puedo vivir, la vida se ha terminado, no sé qué hacer o el buscarle; la pérdida toma un nuevo significado, incluso habrá momentos en que no le pensemos, esta nueva etapa puede durar varios meses, pero a cada persona le pasará en tiempos y formas diferentes.
Fase adaptativa de resolución avanzada
Duración: 8 a 10 meses (aproximadamente)
Aparecerán síntomas emocionales discontinuos, periodos donde el sufrimiento se detiene para después caer a una profunda añoranza, nos estabilizamos y nuevamente caemos, la diferencia es que los pensamientos de futuro son esperanzadores, el recuerdo del ser querido cobra un nuevo significado con menos dolor, pensamos en los buenos momentos que tuvimos a su lado y los estímulos externos activarán la tristeza: olores, fotos, recuerdos, aniversarios, fechas, etc., comenzaremos a sentir que podemos vivir con el sentimiento de soledad, nos sentiremos transformados y aprenderemos a estar si ese ser maravilloso que vino a enseñarnos cuánto amor nos merecemos y cuánto amor podemos dar.
¿Cuándo es necesario pedir ayuda?
Pasado más de un año (dependerá del tipo de pérdida y el vínculo) si sientes que no te has movido del punto inicial (duelo bloqueado) incluso te duele más o has contenido tus emociones (negación); hay señales de trauma; no consigues recuperar tu identidad y autonomía; no toleras el nuevo rol (sin el que se fue) o piensas que no deberías estar viviendo; la culpa irracional va en aumento; el dolor es una forma de honrar la memoria de quien se fue; la muerte sigue deteriorando tu día a día; te castigas; tu personalidad cambia destruyendo o dañando tus relaciones; deseas venganza; enojo continuo; culpa irracional e intentos de compensación insanos como utilizar cenizas u objetos personales como sustituto de la persona ausente; recordar constantemente momentos trágicos de extremo sufrimiento; hacer del sufrimiento tu forma de estar en el mundo; buscar distracciones emocionales que eviten que tomes conciencia del estado de profunda tristeza; adicciones, etc. Si tienes alguno o varios de estos comportamientos hay que pedir ayuda profesional.
Hoy comprendo que la muerte jamás podrá poner fin a una relación, ni la ausencia conseguirá que le olvide; tú, al igual que yo, saldremos transformados y aprenderemos a vivir honrando la memoria de nuestro ser querido y comprenderemos que el pago por un gran amor es el dolor que sentimos al cruzar ese puente llamado, duelo.
“Para ti Ivanka, transformaste mi vida y mi corazón,
siempre viviré agradecido contigo por haberme elegido para estar a tu lado,
honraré tu recuerdo con amor; tú jamás serás el motivo de mi tristeza”.
* Master en coaching en inteligencia emocional y PNL por la Universidad Isabel I de Castilla. Nº 20213960. Diploma en especialización en coaching y programación neurolingüística (PNL) por la Escuela de Negocios Europea de Barcelona.
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