Arturo DIEZ*

LEON, GTO.-El primer libro de Brenda Navarro, Casas vacías (2018), tuvo un recorrido inusual entre quienes publican su primera obra: fue un éxito de ventas y celebrado por la crítica. Una novela que tiene como centro la maternidad, tanto la deseada como la que no, y que despliega una serie de escenarios a los que en México estamos acostumbrados, pero no ecuánimes: la violencia presente en diferentes estratos del tejido social. La historia corre sobre todo por voz de dos mujeres, de manera potente y elocuente para no soltar al lector.

Dicha fortuna para quien escribe ofrece emociones ambivalentes, por un lado, el gusto obvio de ser reconocido por el público y la crítica; por el otro, el ansia de sí la siguiente publicación tendrá el mismo reconocimiento. Navarro se puso a sí misma una vara alta a superar. Ceniza en la boca (Sexto Piso, 2022), para mi gusto, tiene toda la técnica narrativa y calidad literaria que todo escritor desearía tener en una primera o segunda obra; sin embargo, y por cuestiones meramente de gusto, confieso que prefiero su primer libro.

Lo anterior no excluye que Ceniza en la boca será un libro que permanecerá en mi biblioteca, a esperas del tercero. Como la primera novela, y es algo que la escritora logra de manera asombrosa, es capaz de tender diversos hilos a partir de un nudo: la maternidad y la experiencia migrante. Diego salta de un quinto piso para dejarle el silencio a su hermana y ella, quien narra la historia, no dejará de volver en múltiples momentos a esa imagen.

La narradora cuenta su experiencia de migrar a España y se tienden hilos sobre la situación de violencia en México, los feminicidios y abusos sexuales. Ya en el país europeo está el tema de la xenofobia, la precariedad, el problema de la identidad y los múltiples registros que hay del español a partir de las diferentes nacionalidades a las que da voz la protagonista, pues ella no suelta la palabra, las demás voces del relato están filtradas por la suya la mayor parte de la narración. Al vivir Navarro en Madrid, el problema del lenguaje que plantea en su libro es sobre el español que se habla en esta región en particular, uno mezclado por voces desplazadas.

El tono de la narradora es el de la rabia, rabia por tener que migrar, por el silencio de Diego, rabia por una maternidad obligada, por sentir que la madre la abandona, por la violencia del país, por la precariedad y porque al volver a México, no hay una recuperación de lo perdido, un reencuentro con Ítaca; sino el desplazamiento de un centro.

 

*Nací y crecí en Xalapa. Estudié ciencias de la comunicación en la UNAM y en mi tiempo libre me aficiona leer para vivir otras vidas, así como escribir para contar algo de la mía.

Contacto: arturodiezg@outlook.com y arturodiezgutierrez.wordpress.com

 

Compartir