Karla MARTÍNEZ DE AGUILAR
Fotografías: Jorge Luis Plata
Locación: Atrio del Templo de Ocotlán de Morelos y Fundación Rodolfo Morales
Ocotlán de Morelos, Oaxaca, es cuna de grandes artífices del arte oaxaqueño. En el ámbito de la plástica, durante 18 años, Alma Patiño ha dibujado su camino como representante del arte ocoteco.
Con motivo de la Guelaguetza, el Municipio de Ocotlán de Morelos eligió la obra titulada Herencia Ocoteca como imagen oficial de las Fiestas de Julio 2023, motivo de orgullo de Alma Patiño de poder ser profeta en su tierra y compartir sus experiencias de vida en torno al arte como homenaje a sus raíces.
Sus padres, Mario Patiño y Socorro Rojas, dedicaron la mayor parte de su vida a la elaboración de dulces regionales típicos de Oaxaca (empanaditas, mamones, nenguanitos) e involucraron a ella y a sus hermanos en el proceso.
El que más disfruta Alma Patiño y considera fue el inicio de su amor al dibujo, es la decoración con azúcar y carmín en las tortitas y turrones, lo que le permitió desarrollar esta habilidad la cual heredó de su papá al que le atraía también dibujar.
El oficio de la elaboración de dulces regionales me permitió desarrollar la habilidad del dibujo a mano alzada; me gustaba mucho ese proceso.
En el taller de educación artística de la secundaria descubrí que el dibujo me atraía y -tomé mis primeras clases en el primer taller de pintura en Ocotlán. En la preparatoria, seguí con clases de manera particular y en ese entonces no sabía que existía la Escuela de Bellas Artes en Oaxaca para continuar con mis estudios universitarios.
Es costumbre en las comunidades que no salgas del pueblo, que tu vida la hagas ahí, pero recordé que una amiga de entre varios que vivían en la ciudad y que siempre me veían dibujando, había mencionada la Escuela de Bellas Artes. Y, al no alcanzar ficha de ingreso en el Tecnológico (estuve acompañada de mi mamá) entré a dicha escuela al taller de pintura que impartía Liborio Navarrete, un gran maestro, amigo y contemporáneo de Rodolfo Morales, quien lo ayudó a pintar el Salón del Cabildo de Ocotlán. Navarrete –ya era grande de edad- me ayudó mucho para estudiar la instructoría.
Estudiando la carrera, me convertí en mamá de mis tres hijos y aunque fue complicado terminar de estudiar, ya que también trabajaba, lo logré, pero mientras mis hijos crecían, dejé de lado la pintura, aunque también lo hice por razones médicas, ya que estuve delicada de salud, pero el arte siempre ha estado presente en mi vida.
Me prepararé como docente. Soy instructora de desarrollo humano y he trabajado con niños de preescolar, primaria, bachillerato, adultos mayores y niños con síndrome de Down; esas experiencias me ayudaron durante ese periodo.
Ahora que mis hijos crecieron, tengo tiempo para dedicarme de lleno a la creación de mis obras a la par de continuar dando clases: trabajo con jóvenes de educación media superior lo que me ayudó a crear estrategias para aprender nuevas técnicas. Trabajar con jóvenes es muy dinámico.
Alma Patiño ha vivido muchas vidas en una. Las diferentes etapas que ha vivido han forjado su resiliencia ante la vida y el arte siempre ha estado presente.
Puedo dividir mi camino en el arte en 3 etapas. En un inicio, comencé con arte sacro como consecuencia e influencia del maestro Liborio Navarrete, quien me hacía practicar mucha pintura antigua; realicé encargos que me pedían de vírgenes y trabajé arte religioso en algunos templos.
En la segunda etapa, me enfoqué en la pintura costumbrista. Nacer y vivir en Ocotlán, donde los usos y costumbres son importantes, influyó en mi pintura; pinté mujeres de los pueblos vecinos, el mercado y los paisajes. La tercera etapa es cuando enfermé. Esa pausa en mi vida hizo que me replanteará la búsqueda de encontrar mi propio estilo, ya no quería replicar o copiar lo que ya existía. Ello me llevó a enfocar mi trabajo artístico en las expresiones de los rostros -las miradas y las expresiones de los ojos-.
Mis personajes no se definen por ser mujeres u hombres (a veces tienden más hacia alguno de los dos géneros); son personajes alargados con elementos orgánicos. Los he incluido a partir del fallecimiento de mi papá.
Retomo vivencias de mi niñez con mis papás como cuando nos llevaban al campo a ver las luciérnagas o las mariposas, recoger azucenas, tunas, chapulines, cuando comíamos elotes asados o nos íbamos al río.
La pintura ha sido una gran terapia para afrontar momentos difíciles de mi vida. En muchos de mis cuadros simbolizo a mi papá a través de una luciérnaga, un colibrí, una mariposa, etc.
Alma Patiño es una artista multidisciplinaria. A lo largo de su formación, ha experimentado con diversas técnicas que enriquecen su labor.
El dibujo es la base de mi formación, pero también me atrae el grabado y hay ciertos materiales con los que me identifico, ya que disfruto los procesos de creación como la escultura, moldear barro y yeso. Descubrí la fibra de vidrio que implica un nuevo reto por la fuerza física además de ser un material complicado y tóxico. En la plástica, trabajo óleo, acrílico, grana cochinilla, encausto y temple.
La preparación continua ha sido fundamental. He tomado cursos en Bellas Artes, en la CDMX, con el maestro Horacio Olmedo, de aplicación de hoja de oro y esténcil que espero incluir como intervención en gran formato en murales.
Los espacios abiertos son un reto, pero tienes la libertad de poder experimentar.
Ocotlán es un referente artístico internacional. ¿Qué papel tiene en su comunidad?
Mi historia empezó cuando nací. Todas las experiencias que he tenido a lo largo de mi vida y todo lo que he vivido, es el resultado que hoy tengo. No sé que pueda surgir mañana, pero espero seguir escribiendo mi historia para proyectarla en mi obra.
Melancolía, introspección, nostalgia, etc., son elementos que voy escribiendo en mis cuadros; los pintores somos escritores con pinceles.
El arte ha sido mi medicina para sanar y, a través del pincel, expresó lo que con palabras no puedo decir.
Las mujeres en el arte oaxaqueño
Nosotras hemos marcado un camino. El hecho de abrirse las puertas como mujeres por los roles que asumimos, es más complicado; en estos tiempos la paridad está al alcance de todos. Podemos crear proyectos, ser gestoras e involucrar a más mujeres, por ejemplo, en la exposición realizada en Cuba, se invitó a participar a mujeres y hombres artistas.
La Guelaguetza
La autoridad municipal me invitó a aportar la imagen de la Guelaguetza en las festividades. El personaje principal es una mujer de los Valles Centrales, portando el traje típico de Ocotlán y atrás de ella se encuentra un niño cargando una marmota, representando las siguientes generaciones que hereden nuestras tradiciones.
Incluí a mi familia con los dulces regionales, un guajolote que se baila en eventos especiales como las bodas, la cuchillería, cestería y mantelería, oficios representativos de la comunidad. Y en homenaje a mi papá, las azucenas que recolectamos en el cerro durante julio y es una tradición familiar, así como el papel picado y los cuetes, símbolos que hay fiesta en el pueblo.
El reto
Ser constante y no claudicar. Ha sido complicado, pero he tenido la fortuna de tener el apoyo de mi familia, de mi pareja y mis hijos que siempre me impulsan a continuar en este camino.
Son casi 20 años de dedicarme al arte y quiero seguir pintando, descubriendo qué me puede aportar como persona y artista, y hacer equipo, colaborar con otras personas.
Hace un año fui a pintar unos murales a Italia lo que enriqueció mi vida personal y profesional como lo fue acudir a la Exposición Colectiva Oaxaqueña MujerEs Maíz, en Cuba, un encuentro de varios países de Latinoamérica donde compartimos las diversas costumbres y vivencias, y al que llevé obra gráfica para mostrar esta parte de mi creación.
La serie que estoy trabajando en Guardianas, refleja que hay alguien que existe para protegerte, enfocada a las miradas, que alguien observa tu vida para cuidarte.
Estoy muy contenta y agradecida en esta etapa de mi vida por todo lo vivido, y por el resultado de estos años de trabajo artístico.