Karla MARTINEZ DE AGUILAR
CDMX.- Llamó mi atención el título de la exposición más reciente de la artista mexicana Mónica Mayer “Hija de su Madre”, una crítica a la familia y reflexiones en torno a las múltiples circunstancias que se viven en esta, sin romantizarla.
Con gran sentido del humor, vive la vida intensamente, se disfruta conversar con ella y conocer a una referente del arte feminista y performance en México.
Nací en México en 1954. No me gustaba la escuela y al decidir qué estudiaría, sabía que lo único que aguantaría estudiar por cuatro años era arte, lo demás, francamente, no me interesa. Posteriormente, cuando me enteré que existía una escuela de arte feminista en Los Ángeles, gracias a la publicación número 9 de la revista Artes visuales, publicada en 1976 por el Año Internacional de la Mujer, motivo por el que la ONU organizó la Conferencia Mundial de la Mujer en la Ciudad de México, estudié mi maestría ahí. Poco a poco descubrí el sentido de lo que hacía y se convirtió en mi máxima pasión a lo largo de la vida.
Pionera del arte feminista y el performance en México y Latinoamérica.
Así es porque no había nadie más haciendo esto; éramos pocas las mujeres que hacíamos este tipo de trabajo poco reconocido. El performance y el arte feminista no tenían cabida en museos y galerías, ni en ningún lado, por lo que tuvimos que abrir espacios donde se podían presentar. Está bien si se nos considera pioneras. A partir de 2016-2017, hay más grupos de arte feminista de mujeres muy jóvenes. Ello, ¡me encanta!
¿Qué buscas transmitir en cada performance, instalación, intervención, gráfica digital o dibujos?
Me gusta unir la reflexión personal y política; soy feminista setentera. Entre más hablo personalmente como artista más tengo la posibilidad de conectar con otras personas y me gusta mostrar hasta dónde esto es parte de estructuras que no son nuestras vidas privadas, sino muchas veces estructuras sociales complejas que se nos han marcado por cuestiones de género, de clase social, del lugar donde vivimos, de cuestiones raciales. Me gusta que estas cuestiones se desvelen, a través del trabajo que hago.
El arte es una herramienta más para hablar de estas cuestiones que no nos gusta tocar en la sociedad. ¿Hay un compromiso social para cambiar paradigmas, romper ideas, algunos tabús?
Sí, porque quería hablar de mi propia experiencia sobre cómo entendía el contexto político que tenía, por ejemplo, cuando empecé mi vida universitaria de pareja con Víctor, me interesó mucho la sexualidad y comencé a hacer obras sobre esta porque era lo que vivía. Después, cuando me embaracé hablé de la experiencia de ser madre, de lo que sucedía socialmente y, en general, hablo de lo cercano y muy personal. No soy de las artistas que investigan un tema que les es ajeno o se van a otra comunidad; soy de las que hablo de lo mío y abro espacios para que otras también hablen de lo suyo. Ahora, trabajo sobre la vejez porque acabo de cumplir 70 años y es mi nueva experiencia de vida y averiguo de qué se trata ser viejo en esta sociedad.
¿Este capítulo cómo lo vives con el camino ya recorrido?
Es un proceso interesante. Tengo la pieza “Soy tan, pero tan vieja”, que empezó por Facebook y ha sido performance; ahora, está en Instagram, aunque va tomando diferentes formatos y sé cuándo empieza, pero nunca cuándo o cómo va a terminar. Es pensar en la vejez desde lo que sucede socialmente, la discriminación que hay, los recuerdos, los procesos de adaptación, lo que he aprendido y no, los miedos de ser vieja.
Hablar de todas estas cosas provoca un diálogo en el desarrollo de las obras porque cuentan sus experiencias; se ha vuelto una reflexión en vivo, como los “Tendederos feministas” que es una de mis piezas más conocidas.
La hice porque me molestaba que me agredieran en el transporte público al ir a la escuela de arte; desde entonces participaba en el movimiento feminista, aunque no teníamos vocabulario ni siquiera para el acoso. Éramos 30 mujeres que hablábamos de derechos reproductivos y ahora, pregunto a otras mujeres si no les choca que les agarren la nalga en el camión y cuando contestan que sí, les digo, hablemos. Es una invitación a otras mujeres a hacer estas reflexiones en vivo de lo que sentimos y pensamos.
¿Cómo te defines como feminista?
Siempre me defino como feminista silvestre, empecé a serlo cuando no había la cantidad de teoría que hay hoy sobre el tema y más que la teoría, me interesa saber qué está pasando y cómo sucede.
No participo en ningún grupo político feminista, sino específicamente como artista feminista y como feminista silvestre. Trato de aprender de todos porque es muy interesante.
Los grupos feministas son conflictivos, siempre lo han sido entre los diferentes colectivos desde los 70.
¿Cómo fue el camino para mostrar tus creaciones cuando era algo muy nuevo, sobre todo, por los conceptos de arte feminista que había en tus inicios y cómo han evolucionando?
Es difícil de analizar. Fue muy fácil hacer el primer tendedero en el Museo de Arte Moderno, tenía 26 años. La siguiente exposición, fue en el Palacio de Bellas Artes con dibujos en acuarela y eran “Tapiz para un amigo, tapiz para un amante, tapiz para un seductor y tapiz para un violador”.
Era muy fácil mostrar lo que hacía porque el medio cultural era más chiquito, éramos menos las artistas feministas que iniciamos, las “artistas de pie de página”, como dice Víctor Lerma, quien es mi pareja en la vida. Hacíamos performance, no era aceptado y decían que no es arte; siempre lo mencionaban, quedaba como pie de página.
Desde el principio me quedó muy claro que nadie iba a escribir por nosotras ni nadie iba a venir a hacer la historia por nosotras; es la responsabilidad de todas escribir nuestras historias como artistas porque nadie lo hará por nosotras. Siempre invito a las jóvenes que escriban sus propias historias y guarden sus archivos.
Ahora, después de mucho tiempo haciendo arte feminista, dicen que soy una artista reconocida y antes, sola me encargaba de hacer todo para que mi exposición se difundiera.
¿Por qué, a diferencia de los hombres, las mujeres artistas no aceptan ser apoyadas, a pesar que les falta difusión, espacios, sumado a que a veces son madres?
Nos falta crear lazos. Es muy difícil creértela si toda la vida te dijeron que tu trabajo no es suficientemente bueno y si en la escuela nunca te enseñaron a ser artista; si siempre se relegó tu trabajo por ser mujer (sigue pasando en las escuelas de arte).
Hace unos años la artista Betsabé Romero hizo una encuesta sobre las becas que otorgaba el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (FONCA) a jóvenes creadores y como resultado se supo que las pedían más hombres, a pesar que desde que estudié habíamos más mujeres en las escuelas de arte. Las mujeres no nos promovemos.
Si te promueves, dicen que eres presumida, arrogante y no te hacen caso, pero lo tenemos qué hacer como ejercicio cotidiano y no como defensa de presentar el trabajo y exigir que haya más espacios,
Es bastante difícil ser artista y la mayoría tenemos que trabajar en otras cosas para mantener este vicio, y si te encargas de la mayor parte de la familia, dejas de crear para dedicarte a cuidarla, aunque en mi experiencia las mujeres sí regresan al arte. Hay que reforzar nuestra autoestima como mujeres artistas.
¿Cuál sigue siendo el reto en tu carrera artística y de vida?
Los tendederos porque los hago y doy acompañamiento cuando me lo piden en distintas partes. Los tendederos de denuncia se han abierto paso en las universidades para denunciar el acoso de maestros. A las universidades les dio miedo que las chavas estén haciendo esto porque denuncian de manera anónima a comparación de los hombres. Si en las universidades no resuelven estos temas, estamos amolados.
Tengo mi propia investigación como artista con una beca del Sistema Nacional de Creadores; estoy revisando las conferencias que di en los años 70 sobre los grupos de mujeres artistas en México y cómo reutilizar esos materiales.
A través de las redes sociales, Instagram, Facebook o TikTok, podemos fortalecer los lazos intergeneracionales y compartir información.
Háblanos de tu más reciente exposición “Hija de su madre”. ¡Me encantan los títulos de tus exposiciones porque hablan del humor mexicano!
El humor es fundamental para mí. Esta exposición fue curada por Marisol García Walls y Yuruen Lerma Mayer. Fue un reto hacer una exposición especialmente para Yurén, porque ya conoce todo mi trabajo.
Empezaron a hacer una exposición que tenía que ver con la familia y el nombre surge cuando Marisol -en una junta-, dijo que era una hija de su madre, refiriéndose a una de las obras. Nos moríamos de la risa y decidimos que ese sería el título.
La exposición es analítica y crítica, tiene la experiencia personal de las cosas buenas que he visto en mi propia familia y en otras familias; por ejemplo, están mis muertos, está mi mamá que se suicidó. Hablo del problema de la maternidad, de las cosas que hacen que la maternidad sea difícil, dolorosa, complicada, compleja. Narra desde que me fui de mi pueblo a trabajar en la ciudad y cuidar otros hijos; incluso, habla del aborto clandestino que tuve y por el cual casi muero, y que me quitaron a mis hijas por ser lesbiana, en fin.
¿Qué te falta hacer y cuáles tus gustos culposos?
Un montón de cosas. Espero tener tiempo para seguir haciendo lo que hago porque me sigue apasionando.
Mis gustos culposos son ver telenovelas porque a esa hora hago ejercicio y me recuerda a mi abuelita que siempre las veía.
Menciona 3 influencias en tu vida
Kati Horna, mi maestra de fotografía, de la generación surrealista, amiga de Leonora Carrington y Remedios Varo.
Me influenció en la ética como artista porque ella trabajaba sin buscar reflectores. Espero algún día acercarme a ello.
También Susan Lazy, quien fue mi asesora de tesis en Estados Unidos, durante mis estudios en la escuela de arte feminista¸ es una gran influencia en el trabajo que hago.
He aprendido de un sinfín de mujeres que me siguen sorprendiendo. Ahora, admiro a una artista que es curadora en el Museo de Arte Moderno. Participó editando el libro que tengo con Julián, Intimidades o no arte, vive y feminismo. Se metieron a mi archivo y empezaron en los diarios que escribí desde los ocho años hasta textos de performance.
Soy muy feliz porque he sido privilegiada en muchos sentidos y me divierte la vida y mi trabajo.