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Penélope MARTÍNEZ CAMPOS 

SANTIAGO DE QUERÉTARO, QRTO.- Cuando pensamos en seres extraordinarios, pocas criaturas se comparan con el ajolote en cuanto a sus características y simbolismo. 

Un animal documentado desde la época precolombina en esculturas y figuras de jade, que representa un profundo símbolo cultural que ha influido en nuestra historia. Desde la mitología náhuatl, donde está asociado con el dios Xólotl (hermano mellizo de Quetzalcóatl, que rehusaba la muerte), hasta su presencia en la literatura y el arte mexicano. En la era moderna, su imagen ha aparecido en portadas de libros, esculturas, murales y grafitis. Incluso ha inspirado personajes en la cultura popular, como los Pokémon Mudkip y Wooper.  

El ajolote ha sido una fuente constante de inspiración y fascinación a lo largo de los siglos, José Emilio Pacheco, en su poema “El reposo del fuego”, la refleja bellamente “El ajolote es nuestro emblema. Encarna el temor de ser nadie y replegarse a la noche perpetua en que los dioses se pudren bajo el lodo y su silencio es oro”.  

Estos “monstruos del agua” son verdaderas maravillas biológicas, que, a pesar de su apariencia simple y su pequeño tamaño, poseen características únicas y muy atractivas. Pasan toda su vida en un estado conocido como neotenia, es decir, conservan características larvarias, como las branquias externas, por lo que viven y se reproducen en el agua sin necesidad de transformarse a su forma adulta terrestre como otros anfibios. Su adaptabilidad respiratoria también es sorprendente, ya que pueden hacerlo a través de branquias y pulmones, esta dualidad les permite adaptarse bien a los cambios en su hábitat. 

Por si fuera poco, los ajolotes poseen una capacidad regenerativa extraordinaria. A diferencia de otros animales que sólo pueden regenerar ciertas partes del cuerpo, estos chiquillos pueden hacerse miembros completos nuevecitos, órganos internos e incluso ¡partes del cerebro y médula espinal! Esta capacidad, que parece salida de un cuento de ciencia ficción, por supuesto, ha despertado gran interés entre los científicos, quienes, con la esperanza de mejorar la curación de heridas y tratar enfermedades degenerativas, han estudiado los mecanismos moleculares y genéticos de su regeneración. Gracias a estos estudios sabemos que el genoma del ajolote es notablemente grande, aproximadamente diez veces más grande que el de los humanos y, se ha encontrado información valiosa que permiten entender cómo podrían manipularse los procesos de desarrollo y regeneración en humanos para favorecer la salud. 

Estos bellos animales, son una especie endémica del gran valle central del altiplano mexicano, lo que significa que no se encuentran de forma natural en ningún otro lugar del mundo, sólo habitan los cuerpos de agua dulce de la hermosa Ciudad de México. Específicamente, los encontramos en el lago de Xochimilco, un sistema de canales y lagunas que forma parte de los vestigios de un gran lago que solía cubrir una vasta área del Valle de México. Originalmente, este lago recibía agua de ríos y manantiales, creando un entorno rico en biodiversidad. Sin embargo, la urbanización, la sobreexplotación de recursos naturales, la contaminación y la presencia de especies invasoras han transformado este hábitat provocando una drástica disminución de las poblaciones de esta increíble especie. Hoy en día, los ajolotes se encuentran en vida libre solamente en pequeños remanentes de este sistema de canales.  

Diversas iniciativas locales e internacionales están trabajando para proteger, tanto a ellos como a su hábitat. En Xochimilco, existen proyectos para restaurar y limpiar los canales, mejorando la calidad del agua y reintroduciendo plantas nativas que proporcionan refugio y alimento a los ajolotes. Instituciones como la Universidad Nacional Autónoma de México están desarrollando programas de cría en cautiverio, con el objetivo de aumentar las poblaciones y eventualmente reintroducirlos en la naturaleza. A nivel internacional, programas como el Darwin Initiative Project están promoviendo la conservación del ajolote a través de la educación y la investigación, fomentando la colaboración global para proteger esta especie única. 

El ajolote nos recuerda que la grandeza puede manifestarse de las formas más inesperadas y aparentemente frágiles. Su capacidad de regeneración y adaptación nos demuestra la importancia de la resiliencia en la vida. Su hogar, en los canales de Xochimilco, no sólo representa un paisaje de biodiversidad, sino también, una invitación a retomar nuestra responsabilidad compartida de proteger y restaurar nuestro entorno natural. En estos pequeños guardianes de la historia, encontramos gran inspiración, pero también, un llamado urgente a actuar con cuidado y compromiso hacia nuestro ecosistema, donde cada especie, grande o pequeña, juega un papel imprescindible. 

 

 

*Bióloga egresada de la Facultad de Ciencias de la UNAM con maestría en Neurobiología y candidata a doctor en Ciencias Biomédicas. Por muchos años ha sido profesora y ha colaborado en diversos programas de divulgación científica. Sociedad de Científicos Anónimos Querétaro 

cientificosanonimosqro@gmail.com 

https://cientificosanonimos.org/ 

 

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