El mes de julio es, sin duda, un mes emblemático para los oaxaqueños. La fiesta de La Guelaguetza se vive intensamente, tanto en las calles como en el corazón de cada habitante. Aunque persisten debates sobre si esta festividad mantiene su carácter tradicional o si ha sufrido modificaciones para atraer al turismo, es necesario reflexionar sobre su verdadera importancia.
Para aquellos oaxaqueños que viven fuera del estado, la añoranza de su tierra los llama cada julio. No existen dos lugares más mágicos y cautivadores como Oaxaca, no solo por su impresionante arquitectura y su rica gastronomía, sino también por su vasta diversidad étnica. Estos bailes nos erizan la piel y nos llenan de orgullo por haber nacido en esta tierra, que, a pesar de sus dificultades, siempre logra salir adelante.
Las ocho regiones del estado se unen para mostrar la riqueza de sus comunidades, sus textiles únicos y los rituales que celebran todos los ciclos de la vida, desde el nacimiento hasta la muerte, pasando por el matrimonio. Todo ello, acompañado de la música de banda y del mezcal, que nunca falta en la celebración, cautiva a todos los presentes.
Deseamos que esta atmósfera festiva fortalezca el espíritu oaxaqueño, pues sabemos que la unión hace la fuerza. El trabajo en equipo y la colaboración entre gobierno y sociedad son clave para seguir construyendo un Oaxaca más próspero.