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El año 2025 llega a su fin, es un paréntesis que nos invita a mirar hacia atrás con honestidad y hacia adelante con responsabilidad. Nos deja aprendizajes, desafíos superados, heridas abiertas y también nuevas esperanzas que empiezan a tomar forma. Como país hemos atravesado tensiones, transformaciones y debates que muchas veces nos dividieron, pero que también revelaron la fuerza de una ciudadanía capaz de hacerse escuchar, de organizarse y de reinventarse.

En esta frontera entre lo que termina y lo que está por comenzar, vale preguntarnos qué clase de sociedad queremos ser. No basta con reclamar un país mejor: debemos construirlo con participación y una visión compartida que trascienda colores, etiquetas o intereses momentáneos. La responsabilidad colectiva empieza en lo cotidiano: en la forma en que respetamos las reglas, en cómo dialogamos con quienes piensan distinto, en la disposición a sacrificar la comodidad personal por el bien común. El país que deseamos —más justo, más democrático, más próspero— no depende únicamente de decisiones gubernamentales, sino de una ciudadanía madura que ejerce su papel con convicción.

Que este fin de año no sea solo un cierre, sino un impulso. Que nos encuentre más conscientes, más críticos, más unidos. Y que el nuevo comienzo que ahora se abre nos inspire a actuar con la convicción de que un país mejor empieza por cada uno de nosotros, pero se hace realidad únicamente cuando caminamos juntos.

Feliz 2026: que sea un año para construir, transformar y, sobre todo, creer.

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